Caifanes transforma el Palacio de los Deportes en una nave al pasado

Miles de devotos aliados encendieron las luces de sus celulares y el Palacio de los Deportes se transformó en una brillante nave que viajó al pasado de donde nadie quería regresar.

Con la premisa de “Todos vamos a morir, pero no se vale envejecer”, Caifanes ofreció un ritual que saturó los sentidos y endulzó los recuerdos. Con Antes de que nos olviden, la veterana agrupación abrió el concierto, que agotó taquilla desde días atrás; siguieron Hasta morir, Nada y La célula que explota. La euforia ya estaba desatada.

El cantante Saúl Hernández agradeció la presencia de “la raza”; tras esa conexión con el público, los músicos ofrecieron Viento, Nubes, Para que no digas, Cuéntame tu vida y No dejes que. La banda sonora de vida de esa multitud se escuchó y fue ovacionada.

Entonces, no hubo vuelta atrás: el pasado, el presente, los sueños, la magia y la música se fundieron para recordar que nada está perdido, que todavía hay esperanza en tiempos perdidos.

La noche del viernes fue nostálgica, pero saturada de rock, con esa música que la banda sabe ejecutar para poner frenéticos a sus leales seguidores. El vocalista Saúl Hernández, el bajista Sabo Romo, el tecladista y saxofonista Diego Herrera, el baterista Alfonso André y el guitarrista Rodrigo Baills convirtieron el inmueble de Iztacalco en un punto de suspensión entre la realidad y los sueños, con rolas muy conocidas, algunas reversionadas. Estas canciones “no cansan, no aburren”, aunque se escuchen una y otra vez, tienen eso, según definió uno de los gozosos aliados: “letra y música mágicas”.

“Todo hay que hacerlo desde la estructura del corazón. Ya está la nueva generación de Caifanes, mucha gente joven”, dijo el líder de la banda y en seguida cantó Heridos, rola inédita que lanzaron tras una sequía de 25 años, en marzo pasado.

En el multitudinario ritual que se realizó en el recinto de Iztacalco, todas las almas sumaron sus voces en Los dioses ocultos, Detrás de ti, Perdí mi ojo de venado, Miércoles de ceniza o Aviéntame. La gente que salió por momentos para comprar bebidas, comida, incluso hacer fila de espera en los sanitarios, no dejaba de cantar. Desde cualquier punto, en el Domo de Cobre, los coros seguían acompañando a la agrupación.

Hacia el final, la luminosa nave se encendió, otra vez, para que los músicos regresaran al escenario y se despidieran de la Ciudad de México con Quisiera ser alcohol, Mátenme porque me muero, Afuera y la siempre bailable La negra Tomasa. Esta noche de sábado, el ritual caifán será en el Auditorio Citibanamex, en Monterrey.

Via | La Jornada

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