Línea 12 y el Monje Loco

Joel Hernández Santiago

Acaba de decir la empresa noruega DNV, la que fue contratada por el gobierno de la Ciudad de México, que pide un lapso mayor para entregar su dictamen final y dar a conocer las razones por las que colapsó la Línea 12 del Metro capitalino la noche del 3 de mayo pasado cuando al descarrilarse un vagón perdieron la vida 27 personas y 87 sufrieron heridas.

La jefa de gobierno de la capital del país, Claudia Sheinbaum, dice que esta ampliación de tiempo se debe a que DNV realiza ahora ‘un modelo del lugar’ –lo que esto signifique—y que hace un trabajo científico, por lo que habrá que esperar para tener un resultado más certero.

¿Cuánto tiempo? Aun no se sabe, pero lo que sí se sabe es que ya han transcurrido cuatro meses de la tragedia y los mexicanos seguimos sin saber la verdad de lo que pasó ahí y quiénes son los responsables de los daños y de las vidas de seres humanos, gente de trabajo y gente de casa que viajaban en el Metro esa noche.

Por supuesto nadie duda por ahora de la probidad, rigor, seriedad, conocimientos y experiencia de la compañía contratada para hacer este diagnóstico, pero sí es indispensable que una instancia alterna de científicos mexicanos de altísimo calado, rigurosos, de gran prestigio, sin asomo de duda y sin intereses políticos o de parte, sea la que audite los trabajos que hace esta empresa noruega, y sus conclusiones. Esto en razón de la verdad y en razón de justicia.

No es suficiente con creer a pie juntillas lo que pudiera resultar de sus análisis cuando algún día los dé a conocer; no es suficiente con que la empresa sea extranjera y, por lo mismo según el criterio de contratación, pudiera estar lejos de cualquier inquina o interés no científico para hacer el diagnóstico y comunicarlo.

En el ambiente hay muchas dudas. Sobre todo porque el tema es muy delicado y tiene que ver con vidas humanas. Tiene que ver con responsabilidades públicas. Tiene que ver con intereses políticos. Tienen que ver con sucesión de gobierno y tiene que ver con la justicia para quienes fallecieron esa noche y para sus familias, así como para quienes quedaron con daños permanentes.

Y tiene que ver con la garantía de que quienes viajamos en las distintas líneas del Metro –y que son más de cinco millones de personas diarias– lo hagamos sin riesgos y sin peligros.

Las tardanzas en la entrega de los resultados finales por parte de esta empresa noruega y la justificación del gobierno de la Ciudad de México generan suspicacias. Sobre todo en lo que tiene que ver con las responsabilidades de quienes intervinieron en la construcción de esta “Línea Dorada” desde el gobierno y las empresas contratadas.

Ya hace tiempo se hizo un adelanto de diagnóstico: los famosos pernos fuera de lugar o de mala calidad, el desbalance de la estructura y detalles así. Pero no es por ahí el asunto. Desde su inauguración en 2012 esta línea 12 ha sido un problema permanente.

Ya se ha dicho que quien fuera jefe de gobierno del D.F., aquellos días era Marcelo Ebrard, quien urgió la entrega de la obra antes del término de su gestión, el mismo que hoy aspira a ser candidato presidencial para la sucesión en 2024; también se ha dicho que la obra “se entregó a satisfacción” al gobierno que le siguió: Miguel Ángel Mancera; que éste tuvo que detener un tiempo las operaciones esta línea para hacer arreglos urgentes por fallas de origen.

Y que éste gobierno entregó “a satisfacción” esta línea del metro al gobierno de Claudia Sheinbaum, quien nombró para hacerse cargo del STC-Metro, a la señora Florencia Serranía, cuya gestión dejó mucho que desear y en cuya gestión ocurrió lo del 3 de mayo, habida cuenta de que antes habían ocurrido otros detalles que pudieron ser de gran peligro para muchos usuarios.

¿De quién fue la responsabilidad de que esto ocurriera? ¿Quién hizo mal las cosas a sabiendas o por ignorancia o dejadez? ¿Cuántos funcionarios aceptaron la responsabilidad y ahora se hacen de lado? ¿Se está ocultando la verdad para salvar candidaturas en 2024? ¿Se echará la culpa a gente que tan sólo recibía órdenes superiores? ¿A trabajadores? ¿A ingenieros?

¿Y qué hay de las empresas que llevaron a cabo la obra desde su origen durante la gestión de gobierno del Distrito Federal de Marcelo Ebrard? ¿Quién los supervisó? ¿Cuál es su compromiso en esto? ¿Quién pagó las obras y administró los recursos y cómo? (En esto Mario Delgado, quien era el responsable de finanzas en aquel momento debería informar su parte de responsabilidad y no mirar para otro lado cuando se habla del tema).

Y junto a las muy probables fallas graves de construcción las hay también de mantenimiento, en las que se advierte poca o nula responsabilidad de cada una de las gestiones, incluyendo a la actual administración que quiere salir del tema insistiendo en que la empresa noruega entregará resultados científicos y que, por su parte está acelerando los trabajos de rehabilitación de esta línea 12 del Metro.

Sí importa que la Línea 12 se rehabilite. Miles de personas la necesitan para transportarse día a día. Y deben hacerlo con seguridad, sin riesgos y sin pérdida de tiempos. Pero sobre todo ojalá no estemos en el umbral de una argumentación y justificación sofista, en la que ninguno de los responsables son responsables y a la manera del Monje Loco: “Nadie sabe, nadie supo, nadie sabrá”.

Ojalá la empresa DNV de un diagnóstico cierto, creíble, objetivamente claro y sin asomo de duda. Que no ponga en duda su prestigio, por lo que seguramente no rechazará una supervisión y auditoría de procedimientos, metodología y conclusiones de otro grupo de mexicanos.

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