Linchamiento

Joel Hernández Santiago

 

De pronto, desde el gobierno federal y del Movimiento de Regeneración NacionalMorena-, se comienza a orquestar una campaña política de linchamiento político en todo el país. 

 

Según dicen Mario Martín Delgado Carrillo, presidente nacional del  Morena y sus ad-lateres, es una campaña para que “el pueblo de México conozca la cara de quienes traicionaron a la patria. Traicionaron al pueblo. Entregaron los bienes nacionales a extranjeros”… 

 

Por supuesto esto no puede ser más absurdo y casi surrealista: Que un gobierno y su partido, en desquite por sus fracasos políticos y legislativos convoquen a la confrontación con los partidos de oposición y en contra de sus legisladores, es muy grave y en extremo peligroso. Pero también una muestra de debilidad política sin precedentes.  

 

No se necesitan dos dedos de frente para darse cuenta del alcance y el daño que esta campaña puede generar en el país de por sí dividido y confrontado como resultado del cotidiano discurso de odio.   

 

Y esto derivado de la no aprobación en la Cámara de Diputados de la Reforma Eléctrica propuesta por el Ejecutivo de México, a pesar de todos los embates, confrontas, intentos de cooptación o amenazas por parte de Morena para conseguir los votos  necesarios. Simple y sencillamente no pasó la reforma a la Ley. ¿Quién gana? ¿Quién pierde?

 

Y apenas ocurrió la debacle Morenista el domingo 17 de abril, muchos de quienes se sienten en la obligación de seguir instrucciones superiores y de su dirigencia, para quedar bien con el presidente; para congraciarse; para garantizar su futuro político y para mantener sus prerrogativas actuales en lo público, se lanzan al precipicio político. 

 

Así, Delgado y estrellas-estrellitas y asteroides de Morena han diseñado lo que suponen una estrategia de control de daños. La que les puede ser más contraproducente que benéfica. 

 

A falta de política-dialogo-negociación-interés nacional, incrementan aún más ese discurso de odio que día a día se escucha y llevan, como en los viejos cuentos de caballerías, la imagen y la noticia de pueblo en pueblo, para que los mexicanos conozcamos “a nuestros verdugos”, según esto. No propuestas políticas. No propuestas de gobierno. No soluciones. Si odio.  

 

Pero este intento por recuperar el capital político perdido tiene antecedentes. Ya había daños cuantiosos en las elecciones de 2021 cuando Morena ganó la gubernatura de algunos estados que estaban en su oposición, pero en contra parte perdió la gran mayoría en la Cámara de Diputados. Así, Morena sería el más representado en la Cámara Baja, pero con una mayoría no tan aplastante como la que gozaba antes. Y, sobre todo, perdió la mayoría calificada. 

 

A este fracaso del gobierno federal y de Morena, se sumaba que al mismo tiempo, perdió prácticamente la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México. Un fracaso de Morena, pero también de Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno y activista política en favor del presidente, no de Morena: quiere ser la candidata presidencial para la Presidencia del país en 2024. 

 

En adelante se conocieron diversos resultados adversos para Morena, a pesar de que la oposición política no tenía un significado relevante en estas pérdidas, de rebote ganaba posiciones a pesar de que su fortaleza política es claramente mínima y sin muchos recursos políticos propios. 

 

El ejercicio inútil de Consulta para la Revocación de mandato, fue otra señal de que no las tienen todas consigo. Una participación extremadamente limitada en la que predominó el viejo estilo del acarreo, la coacción y la promesa y, ciertamente muchos convencidos de las bondades y grandezas de este gobierno, hicieron que 15 millones de mexicanos dijeran que el presidente debe continuar en su cargo hasta el término de su mandato en 2024. Ganancia con descalabro. 

 

Ahí está la reacción. La venganza política. El desquite. A falta de capacidades políticas, a falta de propuestas viables y seguras y bajo la sombra del discurso del “beneficio de los más pobres” se busca recuperar capital político con rumbo a las elecciones federales de 2024. 

 

Pero ese mismo discurso de odio; esa misma campaña de linchamiento político; ese mismo desdoro por las reglas de la política en las que unos pierden otros ganan en democracia, serán la detente para el partido que prometió en 2018 que las cosas serían diferentes a los saqueos y corrupción del PRI y del PAN. Ciertos. Pero la promesa era el cambio. Y por ese cambio votó más de 30 millones de mexicanos. ¿Lo hay?

 

No. No queremos regresar al saqueo, abuso, corrupción de tantos años de priismo. No queremos encontrarnos con la derecha irracional y absurda del panismo, tampoco. Pero sí queremos que lo prometido –que es deuda- se cumpla: que haya gobierno, que haya orden y garantías de seguridad. Que la política tenga un sentido de bienestar e igualdad social para todos; y todos es todos.  

 

Un gobierno para todos los mexicanos. No un gobierno que no divida entre “los de arriba y los de abajo” ni que genere esa polarización, esa división y ese odio entre mexicanos. El “divide y vencerás” no se cumple necesariamente en nuestros días actuales. 

Sobre todo, Morena y sus operadores, como Delgado y la muy activa señora Sheinbaum, deberán contener sus ambiciones políticas, su sometimiento personal y su ilusionado futuro poderoso, para sí construir, para elaborar un proyecto de nación viable y certero. No para linchar a ningún mexicano, pero que eso sí, visto desde cualquier lado, es traición a la patria. Traición a México.

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