Las corridas de toros tienen dada la puntilla y México no es la excepción

La tradición taurina tiene siglos y avanzado el XXI, los contrarios a ella sienten que el tiempo pasa muy lento para extinguirla. El enésimo envite surge ahora en Ciudad de México. No es nuevo, pero es la primera vez que en la capital una votación en el Congreso resulta a favor de cerrar para siempre la plaza de toros más grande del mundo. Cerca de 50.000 aficionados pueden reunirse en este emblemático coso de la tauromaquia, pero los tiempos han hablado, y la plaza no alcanza la bandera. Esas son las cifras, aunque, como la botella, el medio aforo unos lo ven tirando a vacío y otros a lleno. La fiesta se muere de tarde en tarde, todos los saben, pero unos piden muerte natural y otros, ahora sí, reclaman la puntilla.

Cinco votos a favor y cuatro ausencias decidieron esta semana el cierre de la Monumental de México. En una comisión. El asunto debe llegar a Pleno y ahí las fuerzas serán otras. Para empezar, el mundo al revés: formaciones de izquierdas, como Morena, con mayoría en la Cámara estatal, no acudieron a la sesión; las de derechas, como el PAN, en la oposición, sumaron su mano alzada a las del PRD, el PRI y los Verdes para eliminar una costumbre, tradición, espectáculo sangriento, tortura o cultura. Cada quien le pone su adjetivo al debate recurrente.

Hay ocho países taurinos en el mundo: España, Portugal y Francia por el lado europeo; México, Colombia, Perú, Ecuador y Venezuela en la otra orilla del océano. Y todos han seguido la misma senda, la que marca la época. No hay mayor matarife de las tradiciones que el tiempo. Y el actual dicta que lo que antes era espectáculo hoy es maltrato animal. Una teoría que arraiga en las nuevas generaciones, desacostumbradas a la sangre y la muerte. Mejor el fútbol, los conciertos multitudinarios, el cine o el teatro, los encuentros de videojuego o cualquier otra animación de los miles de ellas que hay ahora. Aunque sea matar marcianitos.

Las encuestas, pocas y antiguas para el ritmo en que se mueven las conciencias, dicen que en México, el 59% de la población está a favor de prohibir lo que aquí se llama fiesta brava. Eso recogían los periódicos en 2019. Otra de la empresa Mitofski, señalaba en 2011 un 51,3% contrarios a esta actividad. Cansados de los números, los antitaurinos dicen que ya es el momento, que ya basta, que México no puede tolerar tanto maltrato animal, toros, peleas de gallos legales y un sinfín de barbaridades que enumeran.

Pero enfrente tienen a los aficionados, que no están escasos de argumentos y sitúan en la arena el arte. Dos ejemplos en esta lucha. Dice Alma Rosa Vázquez Gómez, miembro del Primer Plantón por la Abolición de la Tauromaquia en México, que así se llama su organización: “El país está preparado para dejar las corridas de toros, es maltrato de animales, los otros argumentos ya no son válidos. Podrá haber artistas taurinos, pero no arte taurino, que haya un cuadro con toros no quiere decir que las corridas sean arte”, dice esta mujer, durante años activista, una de las caras que puede verse frente a la plaza, con su megáfono y sus pancartas en contra de cualquier cartel.

Y le responde Maru Saavedra, media vida acudiendo a la fiesta: “El ser humano ha establecido un pacto con los animales, con los domésticos, a los que da cobijo y cuidados y mata para comer: con los salvajes, para no destruir su hábitat. Y el toro es distinto, no entra en esa categoría, ni es mascota, ni está en la selva ni en la granja. Enfrenta el peligro de frente, está hecho para eso”. Contraataca Vázquez: “Ellos lo hicieron así, todos nacemos mansos”. Y así sigue un debate irreconciliable. Sigue Saavedra: “No vamos a la plaza a ver morir a un animal, sino una lucha que hunde profundo sus raíces. Es algo filosófico, místico. Hay quien piensa que las hamburguesas se hacen en el restaurante”.

En esta pelea, unos confían en la ayuda del gobierno. Y los otros, también. Los taurinos de México han encontrado una frase fetiche estos días: “Prohibido prohibir”, que la repite el presidente del Gobierno a todas horas. Y los antitaurinos les acusan de no posicionarse cuando toca, es decir, de lanzar proclamas animalistas en la oposición y callar cuando gobiernan. Alma Vázquez es de Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, y de Claudia Sheinbaum, que manda en la capital. “Que cumplan lo que prometieron”. Pero todos saben que la política en México es… distinta. “Esto lo van a arreglar con dinero”, aseguran todos. Cada uno piensa que el arreglo será contrario a sus intereses.

Vía | El País

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