La violencia machista en Cuba se reproduce en la sombra, afirma investigadora

LA HABANA, CUBA / SemMéxico/SemLac.- Socióloga de profesión, Iyamira Hernández Pita ha dedicado buena parte de su vida profesional a entender las violencias machistas y proponer los mejores caminos para atenderlas y prevenirlas. A su juicio son, a la vez, una expresión de la desigualdad que impone el patriarcado y un instrumento que garantiza su propia pervivencia, a través de manifestaciones estructurales y simbólicas que se han ido entronizando en la sociedad y la cultura.

«Esa violencia es una de las más extendidas y naturalizadas. Tiene que ver también con las construcciones socioculturales en torno a las masculinidades y con todo lo que se aprende en relación a cómo ser hombre y mujer para la sociedad», asevera la doctora en ciencias y profesora titular de la Universidad de La Habana.

¿Cuáles son sus principales manifestaciones? ¿Cómo identificarlas?

Una muy importante y transversal a todo lo que tiene que ver con estos comportamientos es el control y, por supuesto, todas aquellas acciones que contribuyan al menoscabo sistemático de la dignidad, la estima, la integridad física y mental de las mujeres y de las niñas; pero también de cualquier persona con una identidad de género o sexual distinta o que transgrede la heteronormatividad.

Cuando estamos hablando de las diferentes manifestaciones del machismo, nos estamos también refiriendo a comportamientos que tienen que ver con desigualdades de poder, que luego llegan a convertirse en maltrato físico, psicológico, simbólico o de cualquier otro tipo.

¿Tienen género las violencias machistas?

Por supuesto. Las violencias machistas son expresiones simbólicas de la construcción sociocultural y estructural de las masculinidades, pero, a su vez, son reforzadas y transmitidas también por las propias mujeres. Eso es importante reconocerlo, porque las mujeres somos, a veces, sin percibirlo, responsables de su transmisión y reproducción de generación en generación.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de violencia estructural, del patriarcado?

La violencia estructural tiene que ver con la forma en que, institucionalmente, se van reproduciendo estas formas de violencia machista y, por tanto, se trata de un instrumento importante para la pervivencia del patriarcado y del pensamiento androcéntrico.

De manera sistémica, se va instaurando y se reproduce larvada, amortiguada, invisible; no sólo por los caminos de la comunicación, sino también por los del desconocimiento y las emociones. Incluso, se van lacerando y mutilando las emociones en la manera en que se van construyendo las masculinidades y así se van reproduciendo todas estas formas de poder, control y desigualdad.

¿Por qué se naturalizan estas formas de maltrato en la sociedad y cuesta tanto trabajo salir de ellas?

En primer lugar, por ser un problema sociocultural universal. Es muy importante trabajar para deconstruirlo, porque tiene que ver con las subjetividades de las personas; con la manera en que se construyen y se aprehenden todos los constructos vinculados al ser hombre y mujer para la sociedad. Como ya decía, se va transmitiendo de generación en generación y reproduciendo por todas las vías.

Hay un responsable de esa naturalización que no podemos dejar de mencionar: la violencia simbólica. Mediante los discursos, el desconocimiento y las emociones se van reforzando los comportamientos machistas y, a su vez, todos los cánones que tienen que ver con la construcción de esa masculinidad y feminidad estereotipada que sustenta la violencia.

Todo esto se produce de maneras no percibidas, amortiguadas. Ahí están los micromachismos, los pequeños comportamientos y acciones que se van aprendiendo dentro de los propios procesos de aprendizaje y de socialización del ser humano; primero, al interior de la familia; después, en los grupos y en el resto de las instituciones. Somos víctimas sin excepción de esa violencia cultural y simbólica naturalizada y de muy difícil identificación.

¿Cuáles serían los principales caminos para prevenirlas y atenderlas?

Siempre he considerado que el principal camino tiene que ver con los procesos educativos. Estamos hablando de subjetividad y, para cambiarla o desmontarla, se tiene que empezar por el conocimiento; por atender el desconocimiento para construir saberes nuevos, diferentes a lo heredado.

Es muy importante sensibilizar a las personas con lo que significa esa violencia y los costos que trae para, posteriormente, poder comprometerlas con el cambio.

Por tanto, en esos procesos educativos juegan un papel fundamental el Estado, las instituciones de control y los medios de comunicación.

Eso también pasa por comprender la necesidad de incluir enfoques de género en todos los currículos educativos, a todos los niveles. Esta es una lucha eterna que debe seguir.

Contamos, por ejemplo, con una estrategia integral e integrada para atender todos los asuntos que tienen que ver con la violencia de género ; entonces, es importante el compromiso, entender de qué va para poder implementar cualquier tipo de política, para poder concretarla. Es esencial entender la urgencia de desmontar todos los mitos vinculados a la violencia de género y poder entonces decir que tenemos una buena armazón para prevenirla y atender las consecuencias que de ella se derivan.

AM.MX/fm

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