La Patria diamantina

 

Joel Hernández Santiago

 

Este año no hubo celebraciones como en años anteriores. Es, digamos, un año atípico; fuera de serie; terrible. Y por lo mismo no es posible activar la vida como si nada pasara y como si no hubiera riesgos de salud. Y por eso –ya entrados en razón- las celebraciones por el aniversario 210 del inicio de la gesta por la independencia son sui generis

 

Cada uno desde su casa, desde su recinto y resguardo podrá gritar vivas a México y vivas a la Independencia porque lo llevamos en nuestra esencia nacional; porque es un día para el orgullo mexicano y para el jolgorio, aun en privado, aun entre nuestras paredes, aunque fuera sólo para comunicarnos con los demás por las vías digitales y abrazarlos con esa sana distancia tan necesaria. Levantaremos la copa de mezcal y brindaremos  “¡Felicidades!” con el mismo gusto.  

 

Aunque “el Grito” presidencial tuvo sordina en un Zócalo distante, presidido en sus luces por una águila republicana –que no tiene que ver con la Independencia-, pero puesta ahí a capricho; y por una bandera nacional a toda asta; y luces de colores y fuegos artificiales y campanas al vuelo… (Y así en el resto del país)

 

Por supuesto aquella gesta iniciada la madrugada del 16 de septiembre de 1810 tardaría todavía unos once años antes de conseguir ser México y ser independientes y ser un país libre, soberano y con gobierno propio. Para el gobierno de la 4-T, hoy, aquella fue la Primera Transformación de México. 

 

Muchas vidas se perdieron entonces, y surgieron muchos héroes a la altura de aquella circunstancia. Morelos, uno de ellos, quizá el más noble y transparente; el más justo y entregado a la causa no sólo de la independencia, sino también para construir un país, una nación y un Estado. “Los sentimientos de la Nación” y la “Constitución de Apatzingán” son su legado.

 

Durante el grito la noche del 15 a las 23 horas, se menciona a los héroes de la independencia; y se agrega a los héroes o los hechos que le caen bien o le van bien al presidente en turno, aunque no vengan al caso; esto es según su modo de ver, su modo de pensar, su modo de mandar la señal de que esa gesta o esos paladines son su guía e inspiración para sacar al país de los atolladeros en los que se mete, o mejor, en los que nos meten.

 

En la capital del país ocurre en el Zócalo o Plaza de la Constitución, a la que todavía hace un año llegaban multitudes para participar en la gran fiesta mexicana; para celebrar una guerra por la que, después de muertos y colgados, de fusilados y atormentados, se conseguiría la libertad de ser y estar para este este territorio. 

 

Y más en tono de chunga que de reproche, de pronto alguno  gritará: “¡Que mueran los gachupines!” –Por gachos-; aunque paradojas de la historia: En cuanto a lo de la Plaza de la Constitución el nombre no tiene que ver con alguna de las constituciones mexicanas: No.

 

La Plaza de la Constitución se refiere a la de la Monarquía española, mejor conocida como Constitución de Cádiz de 1812, la misma a la que en España se le conoce como “La Pepa” porque se firmó el 19 de marzo de ese año, día de San José…

 

…Y la que pasó a México sin pena ni gloria en su primera etapa, de hecho repudiada por Hidalgo, pero influyó mucho en lo que serían las Constituciones mexicanas subsecuentes, por aquello de las libertades políticas, los derechos individuales, la soberanía que radica en la nación –ya no en el rey todopoderoso –, la libertad de imprenta, y así…

 

Pero este año no estamos para fiestas a todo lo alto. Si para recordar de otro modo la gesta de Hidalgo y Allende, de Abasolo, de Guerrero… Sí para entendernos como país único y como Nación y República indivisible, a pesar de los pesares y de este momento de insidia, división, venganzas políticas, persecuciones, amenazas, confrontaciones inducidas…  

 

Esos pesares que se nos acumulan este año y que pasan por lo más importante: la salud, la preservación de la vida; la economía en crisis que se vislumbra pesarosa; la inseguridad; la violencia; el reclamo cotidiano por garantizar los derechos humanos; la ley y la justicia y, sobre todo, un gobierno para todos… 

 

Eso es: hoy un país hecho y derecho después de  210 años, pero el mismo en su lucha por seguir siendo uno y único. Sigue la construcción democrática. Sigue conseguir la igualdad para todos. Sigue conseguir la justicia sin rencores o venganzas. Sigue que salgamos ilesos del brete en el que estamos hoy. Sigue limpiar el ambiente político para conseguir a esa Patria Diamantina, que se nos tiene prometida.

 

Ni más, ni menos. Y sí: ¡Qué viva México!

 

joelhsantiago@gmail.com

 

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