La historia y sus modalidades

 

Joel Hernández Santiago

 

Eso de usar a la historia como arma de propaganda política es histórico. Sobre todo los gobiernos en el poder la utilizan para enaltecer a sus prohombres y sus hechos; y les atribuyen actos a la medida de sus propias ideas de gobierno presente. Se nutren de esos hechos y se comparan con ellos; aunque con frecuencia éstos no tienen que ver con la realidad de lo ocurrido y sus razones.

 

Lo han hecho todos los gobernantes por muchos años. Se enaltece a figuras del pasado y se le da su nombre al año de gobierno o a sus hechos. Ya ocurrió con Emiliano Zapata, con Miguel Hidalgo, con Morelos, con Benito Juárez: los que suelen ser los preferidos de la galería histórica y para los cuales se ha creado una imagen casi divina: Sin defectos. Puras cualidades. Lo cual es exageración, pero es parte del ánimo historicista.

 

No podía ser de otra manera ahora mismo. Desde el inicio de la Cuarta Transformación (4-T). Está en su logo-propaganda. Se enaltece ahí la figura de José María Morelos y Pavón y la de Miguel Hidalgo, como próceres de la lucha por la independencia mexicana y que…

 

…En la medida del sentido histórico del actual gobierno representan a la Primera Transformación de México: La de la emancipación y la de convertirse en un país, único e intransferible. Aunque todavía faltaban muchos años y muchas vidas y vicisitudes para lograrlo.

 

Luego, está ahí, también, Benito Juárez, que enarbola la bandera nacional y como símbolo del gobierno de leyes: “Nada ni nadie por encima de la ley” se repetía incesante hasta hace algunos meses. (De pronto ha dejado de mencionarse.)

 

De todos modos Juárez, el oaxaqueño indígena representa la lucha en contra de una sociedad racista y la segunda transformación del país que pasa de la anarquía y el centralismo, del imperio de Maximiliano y el trauma por la pérdida de más de medio territorio nacional, a la lucha tenaz por garantizar la prevalencia de las leyes, a la Restauración de la República y al predominio de la Constitución de 1857: es la Segunda Transformación; la de las leyes y hacia el estado de Derecho.

 

Está ahí Francisco I. Madero que representa la democratización del país. La lucha en contra de la dictadura y en contra de la decisión de unos en favor de unos cuantos; de la marginación ciudadana y su aislamiento social y democrático al “¡Sufragio efectivo, no reelección!” que fue la consigna maderista. Ocurrió una Revolución Mexicana Y por eso se la ubica como la Tercera transformación.

 

¡Pero hay otra! Que es la que representa Lázaro Cárdenas en la galería histórica de las transformaciones nacionales, según la visión del actual gobierno de la 4-T:

 

La de 1934-1940 es la transformación nacionalista, la de la recuperación de los derechos y de los bienes nacionales en favor del país. Lo que es del país es para el país, podría decirse de esta Transformación… ¿La Cuarta Transformación? …

 

¿Qué transformación es la que promete el actual gobierno de México para los años 2018 a 2024? Es probable que refiera una prolongación nacionalista de la 4-T de Lázaro Cárdenas, el presidente honorable.

 

Sin hacer matices, sin hacer las prevenciones necesarias para entender a cada uno de estos personajes en sus pros y contras, en sus luces y sombras, en sus hechos no siempre memorables ni honorables, se hace tabla rasa y se les atribuye ser parte de la consagración mexicana y su pasado, al mismo tiempo cargado de problemas como también de héroes a la altura del arte.

 

Sin embargo queda claro que hoy mismo estamos frente a un exceso de uso de la historia para calificar y descalificar, para gestar reconocimientos y reproches. Desde el gobierno se nos murmuran reproches y aun venganzas por un pasado reciente que aún no es historia formal…

 

“Ya no somos los de antes”; “Antes hacían esto y esto y esto….”; “Aquello se acabó, hoy somos distintos”… Y se canta a diario lo ocurrido; el panorama de tragedia y problema que vive la nación mexicana hoy mismo. Y se hace uso de la historia para infundir ese odio y ese desprecio por aquello que muchos –incluso hoy mismo en el gabinete de la 4-T–, aplaudían y formaban parte-

 

Los odios y los traumas personales y la muy particular forma de conocer la historia y usarla para fines de propaganda política están expuestos hoy como nunca antes, a la vista, al portador. Se manipula a la historia; se le presenta como recurso ejemplar de salvación y se le conceden atributos que no siempre corresponden con la realidad.

 

Por estos días se celebran los 200 años de la Independencia mexicana. La entrada en la capital del país del Ejército Trigarante de Agustín de Iturbide y luego la firma de la independencia imperial (México aún no era una República), entre los representantes del criollismo mexicano y el virreinato español: entre Agustín de Iturbide, quien sería luego emperador de México y el último virrey español, el liberal Juan O’Donojú.

 

Muchos años y muchos enormes problemas, traiciones, grandezas y decepciones habrían de ocurrir antes de consumar esa independencia. El debate está hoy entre quienes aseguran que Iturbide es en realidad un villano, dos caras, traidor y ambicioso, y entre quienes le atribuyen haber conseguido esa independencia.

 

La apuesta está echada. Y sólo los historiadores rigurosos y profundamente conocedores de lo que por entonces ocurrió tiene la palabra: Carlos Herrejón Peredo, uno de ellos.

 

Mientras tanto el gobierno celebra. El ciudadano de a pie escucha. Los grandes problemas nacionales siguen ahí, y no hay independencia consumada en tanto hoy mismo, en este momento, falte lo esencial para millones de mexicanos, medicinas, trabajo, salario, seguridad, justicia. Cuando esto se cumpla, podremos celebrar plenamente nuestra Independencia mexicana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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