Por Clarisa Pérez Camargo
Apenas a dos días de su estreno, el Tiny Desk de 31 Minutos no solo se convirtió en un evento; se transformó en un fenómeno global de unidad. Desde su natal Chile para el mundo, el noticiero más imaginativo ha roto récords de visualización y viralización, superando incluso las cifras de Billie Eilish y contagiando a Estados Unidos con una oleada de frescura rítmica deliciosamente descontextualizada.
Hay un comentario que resuena con una verdad profunda en el torrente de las redes: «Nunca estuvimos tan cerca de la paz mundial como ahora, inspirados por 31 Minutos.»
Y es que este noticiero, armado de títeres, objetos que tomaban animación pero que estaban en cualquier imaginario, además de unas canciones pegadizas que fácilmente competirían con cualquier talla internacional, siempre ha tenido el don de hacernos sensibles a temas de relevancia social, pero contados desde la imaginería pura del pensamiento infantil. Sus personajes son tan cercanos como arquetipos universales:
Sus notas, planteadas con una meticulosidad que podría competir con la cobertura de unas olimpiadas o un documental del Canal Historia, siempre operaron bajo la maravillosa mentalidad de la infancia que nos hacían asequible este lenguaje de juego con ironías que ahora podemos reconocer.
El caudal de testimonios legítimos que circulan en línea es la prueba más conmovedora del poder de 31 Minutos: gente que comparte cómo sus personajes y canciones los «salvaron» en momentos difíciles, desde la lucha contra el cáncer y la enfermedad, hasta el bullying y la soledad. Adrian Sierra menciona “¿Por qué todos estamos llorando? Es como si viéramos a familiares o amigos triunfando, 31 minutos unió a toda una generación latinoamericana de una forma que no imaginan”.
“Todo niño adulto tiene derecho a llorar con este Tyni Desk”, Calcetín Con Rombos Man. Representando a latinos en Estados Unidos, con la magia humorística y conceptual de lo que reconocemos como la agencia de migración. Sabiendo que, por fin dejaron a César bailar.
Para muchos de nosotros, crecer sintiendo y apreciando la realidad de una manera distinta podía ser solitario. Sin embargo, al ver a otras personas en toda Latinoamérica revivir esa sensación frente al televisor, entendemos que no estábamos solos. 31 Minutos nos mostraba nuestras propias narrativas, nuestros juegos infantiles, y la esperanza de un futuro mejor tejido en la imaginación de un mundo bello y bueno.
La Semilla del Pensamiento Crítico
En regiones como Oaxaca, nuestra generación tuvo la fortuna de crecer mirando canales de televisión pública (como el 9, síntesis del 11 y 22) que transmitían contenido cultural de alta calidad. Gracias a este acceso, muchas infancias pudimos acercarnos a relatos universales traídos de todo el mundo y empatizar con sensibilidades artísticas importantes.
Esa exigencia por la calidad narrativa nos hizo mirar por encima del hombro a comedias y retóricas torcidas diseñadas para la manipulación de masas. Estoy segura de que ese acceso cultural sembró una semilla: la de un pensamiento crítico, sensible y humano, capaz de aspirar a lo universal. Demostramos que aun siendo de clase trabajadora, podíamos exigir más y no conformarnos con historias simples reproducidas por beneficio político.
Gracias, 31 Minutos, por recordarnos que la sensibilidad, la crítica y la belleza pueden viajar en la melodía de una canción Top-top-top-top y en el corazón de un títere. La alegría es también un acto de resistencia. Y también muchas gracias a la televisión abierta que nos trajo estas mágicas producciones, la gente que hoy amamos la cultura por esta buena selección le tenemos una deuda histórica.
Clarisa Pérez Camargo
Doctorante en Educación, Arte y Cultura del Instituto de Ciencias de la Educación. Mtra. En Sociología, Mtra. En Educación con enfoque de la innovación de la práctica docente, esp. En Historia del Arte, Lic. En Filosofía del Arte, TSU. Gestión empresarial, TSB. En Teatro
Email: fenomenologiacorporal@gmail.com

Sé el primero en comentar