No son decenas, sino centenas de personas, las que acuden con brujos creyentes de distintos fervores para conseguir un trabajo de hechicería que les asegure que su pareja les ofrecerá eterna fidelidad y nunca se irá de su lado.
La fórmula más popular y solicitada, lleva por nombre: amarre. Los hay blancos, rojos, y para quien desee arriesgarse por un trabajo poderoso, existen los de color negro.
Este encantamiento posibilita varios objetivos románticos: “endulzar” relaciones, retener a la pareja, evitar las traiciones amorosas y, generalmente, eliminar los obstáculos que ponen en peligro la estabilidad del amor. Los amarres también facilitan propósitos siniestros como: forzar a una persona a estar en una relación, manipular pensamientos, “eliminar del camino” a gente que se interpone en romances o provocar disfunciones en la vida sexual de la pareja.
Amarre rojo, blanco o negro.
El diccionario define a la palabra amarre como amarradura, que es la acción de amarrar o atar. Los brujos consultados por La Prensa, explican que, existen tres tipos de amarres, en todos ellos los materiales a usar son distintos, pero el procedimiento es el mismo: atarlos mientras se realiza una oración.
En el caso de los amarres blancos, pueden utilizarse velas blancas, incienso, agua, miel y sal; semillas como alpiste o lentejas; flores como claveles o rosas, a veces frutas, y un paño o listón blanco para amarrar el hechizo. Se ora a entidades de luz, ya sean ángeles o santos.
Para realizar amarres rojos, se utilizan los mismos materiales en color rojo, y con sus respectivas variaciones en el caso de las semillas, las flores, y las deidades a las que se les pide por el cumplimiento del trabajo. Además llevan de por medio un pacto que debe realizarse con sangre.
Con información de la prensa
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