Violencia criminal o México escarlata

Joel Hernández Santiago

 

Pocas veces en la historia moderna de México han ocurrido tantas muertes por homicidio doloso como en lo que va de este sexenio. 

 

Y no, no se trata de demonizar a un gobierno que, en todo caso, aún tiene la responsabilidad de garantizar la seguridad de los mexicanos, uno a uno, y de mantener un entorno de armonía y justicia, de paz social y leyes respetadas y respetables. 

 

Sin embargo, el gobierno actual insiste en que lo que ocurre en México es la herencia que recibió de los gobiernos pasados y que todo este ambiente crítico se debe a una campaña de desprestigio que hacen los medios de comunicación “en manos de los conservadores y neoliberales”, se dice desde Palacio Nacional.

 

El primero de junio de este año lo dijo así el Ejecutivo: “Ahora nos dicen ‘qué barbaridad, el gobierno de ahora es el gobierno que tiene más homicidios’. Si, pero por qué no pones la lámina de homicidios, para que vean cómo nos dejaron el país, porque es una mala herencia en seguridad, pero así nos dejaron salud y así nos dejaron educación… 

 

“Todo el país estaba en bancarrota -dijo ese día–, el país estaba inmerso en una decadencia ni siquiera era una crisis, es una decadencia y por eso frente a una decadencia lo único que debía hacerse era llevar a cabo un proceso de transformación”

 

Ese mismo día, en Tamaulipas afirmó que durante su gobierno la cifra de homicidios dolosos había superado a la de Enrique Peña Nieto durante todo su sexenio: seis años con 156,066; en este gobierno a cuatro años y medio el presidente informó que hay 156,136 homicidios dolosos. Uno que hubiera sido, habría activado las alarmas de la inseguridad y la criminalidad… Son casi 160 mil.

 

Esto es así luego de ya casi cinco años de gobierno y a poco de que concluya esta administración. Es por esto que uno supone que, como se prometió durante la campaña de 2018, lo de la violencia y el crimen organizado y narcotráfico estarían fuera de la esfera de preocupaciones de los mexicanos y viviríamos en otra idea de país y con problemas de índole distinta. 

 

Con todo ahí estamos. Un país que se desangra porque han surgido un número inmenso de grupos del crimen organizado que agravian a seres humanos que si o no tienen que ver con los intereses de estas asociaciones criminales. 

 

Por desgracia cada día se ve cómo muere gente inocente, gente que simple y sencillamente ‘pasaba por ahí’ o que estaba en un lugar inseguro o que de plano estuvo en el peor lugar en el peor momento: todo y nada: la muerte ronda en las calles de muchas ciudades, municipios y comunidades del país. 

 

El gobierno utiliza distractores para que la atención nacional vea hacia otro lado. Un día distrae -por ejemplo- dando a conocer sus confrontaciones con los que eran -en ese momento- los consejeros incómodos del INE: Lorenzo Córdova, Ciro Murayama… INE. 

 

La guerra contra el INE era eso: un distractor que luego solucionaron enviando a consejeros afines a la 4T para eliminar a la institución creada por los mexicanos para salvaguardar su voto y a la democracia que aún está en cierne en México.

 

Otra vez en su guerra contra periodistas y medios. Uno a uno, Palacio Nacional desgranaba cada día el nombre de periodistas críticos que incomodan al actual régimen. Aquellos que con datos, con investigación y con certezas exponen su periodismo, son los que critican y que asumen una posición profesional y transparente, muy ajena a la idea de crear periodistas a modo, como muchos de los que acuden a Palacio Nacional cada mañana y que callan y obedecen. 

 

El distractor actual es su guerra en contra de Xóchitl Gálvez, como posible candidata de la Alianza Vamos por México.  Día a día Palacio Nacional muestra el temor-pánico; el que ha surgido al sólo nombre de una aspirante a ser presidenta de México y que ha mostrado fuerza, arrastre ciudadano, no miedo y fortaleza ante los embates cotidianos de Palacio Nacional y sus operarios dentro y fuera. 

 

El INE-4T dice haberle prohibido referirse al tema Xóchitl Gálvez y en general al tema electoral. Pero casualmente a días después no envía aun la recomendación. Palacio Nacional no guarda silencio e insiste en el discurso de descalificación y agravio. Asume ese discurso como su derecho a la libertad de expresión, olvida por el momento que los periodistas agraviados por él mismo han puesto en su derecho constitucional a la libertad de expresión la razón de su tarea. 

 

Pero nada. Ahí está el mensaje cotidiano de distracción hacia temas que son importantes pero a los que subyace otro más doloroso y trágico, el de la violencia criminal que asola al país. El de las muertes sin fin. El de la quema y estallido de vehículos. El del uso de armas de extrema potencia destructoras. El del odio generado desde el odio social… Muertes-muertes-muertes.

 

Si uno observa con detenimiento a los que se puede ver en imágenes, en su mayoría son jóvenes. Y cada vez más jóvenes. La gran mayoría de ellos en edad productiva y de desarrollo humano. ¿Qué pasó con estos jóvenes que se incorporan a ese espacio de maldad y dolor ajenos? ¿Es que el gobierno-los gobiernos no supieron valorar ese potencial creativo?

 

Eso que vemos es una cierta forma de rebelión social. No es justificación alguna, pero sí el reconocimiento de que esto es una muy mala forma de rebelión que daña y mata y que hace dolor humano. Pero tiene orígenes diversos, como un pulpo cuyos tentáculos pertenecen a un cuerpo único pero que cada uno es distinto al otro. 

 

No se soluciona con abrazos y no balazos. Sí un retrato de la situación. Y esto sólo se soluciona con justicia social y con la ley en la mano. La ley. La ley. La ley. Y la justicia social.

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