TLCAN-Controversia muy costosa

Joel Hernández Santiago

 

Por supuesto que los mexicanos exigimos respeto de todos los países del mundo; el mismo que se supone que otorgamos a todas las naciones del planeta. Esto en todos los ámbitos: en soberanía nacional, en el respeto a nuestros connacionales, en las garantías por nuestra integridad territorial y patrimonial y todo eso que significa ser uno y los demás en armonía.

 

Con todo, nuestra relación con otros países del mundo no siempre ha sido cordial y mucho menos respetuosa. Se nos ha faltado al respeto. Producto de los tiempos y de las circunstancias, casi siempre estas diferencias han provenido del exterior y México ha tenido que enfrentarlas y hacer su defensa, propia de todo país libre, independiente y soberano. 

 

Provenimos de conflictos con España; con Inglaterra y, sobre todo, Francia: siglo XIX. Con Guatemala, en el siglo XX. Con otras naciones igual. Pero hemos salvado escollos y, al final de cuentas, aquí estamos y seguimos y seguiremos. Es nuestra voluntad. 

 

Con los gobiernos de EUA nuestra relación ha sido más intensa, peligrosa, dañina y juiciosa. Tanto Republicanos como Demócratas han confrontado a México. Distintas intervenciones en nuestro territorio nacional y, ya se sabe, México fue mutilado en el siglo XIX en beneficio de EUA. Todo eso que dibuja la trayectoria histórica entre el país del norte y México. 

 

También han ocurrido momentos de acuerdos por los que se busca el beneficio particular, como ocurrió con el programa Bracero, luego de la II Guerra Mundial, cuando EUA requería urgentemente mano de obra para reconstruir su economía mediante la contratación de trabajadores mexicanos a los que les daba acceso inmediato. Al final, cuando su economía estaba fortalecida cerró las fronteras y los mexicanos pasaron a ser “ilegales” y “deportables”… Es así. 

 

Con todo, México ha firmado acuerdos de distinta naturaleza por los que se busca la solución de problemas que atañen a las dos naciones en común y para lo cual requieren soluciones comunes. Uno de ellos, quizá el más relevante en años, fue el Tratado de Libre Comercio entre México-Canadá y EUA, firmado en 1994 con el gobierno del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. 

 

Por este acuerdo se establecían reglas de convivencia comercial, de apoyo y desarrollo, de negocios y de diálogo en el caso de controversias. Mucho más, por supuesto, pero el tema era que México se beneficiaría con la garantía de respeto y buen trato, negocios y comercio, derrama económica y beneficio también a aquellas naciones mediante la adquisición de bienes y servicios. 

 

Todo bien. Y para ello se establecieron reglas aceptadas por las tres partes. Para ello hubo un largo periodo de negociaciones con representantes de cada país. Al final se llegó al acuerdo y comenzó una nueva etapa –sobre todo comercial- entre las tres naciones. 

 

Casi al finalizar el gobierno de Donald J. Trump, éste exigió una revisión del Tratado en razón a que –decía- Estados Unidos tenía desventajas evidentes. Esta revisión se llevó a cabo hasta noviembre de 2018 cuando se firmó de nueva cuenta, con los ajustes acordados entre las tres partes. 

 

La delegación mexicana estaba encabezada por Ildefonso Guajardo, por entonces secretario de Economía. La novedad fue que el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador nombró como su representante en las negociaciones del nuevo TLCAN: al economista  Jesús Seade Helú: “Me da mucho gusto informar que el doctor Jesús Seade Helú, uno de los mejores economistas de México, ha aceptado encabezar, si ganamos, el equipo negociador del TLCAN”, escribió López Obrador en su cuenta oficial de Twitter. Y así fue. 

 

Seade Helú estuvo en las negociaciones finales del nuevo Tratado. Conoció al detalle los puntos que se firmaron, que se acordaron, que aprobaron las tres partes y que se comprometieron a cumplir y hacer cumplir. Y de estas cláusulas, sin duda, estaba enterado el ya presidente electo en 2018. Y por su parte no hubo objeción al documento final. 

 

Hoy estamos en el inicio de una controversia relevante con EUA y Canadá. Si han ocurrido otras que se han salvado porque tienen que ver con detalles del TLCAN y que ponen en orden a cualquiera de los países. Pero esta vez la situación adquiere tintes distintos: Estados Unidos está molesto con México. Canadá le secunda. El gobierno mexicano dice que no tiene miedo a lo que hagan o deshagan sus socios comerciales y se burla mediante una tonada que se supone jocosa. 

 

El problema es serio. Es una controversia que acusa incumplimientos de México en tema energético. El presidente dice que por encima de todo está la dignidad y el respeto a México y los mexicanos. 

 

El problema es que se firmó el Tratado y se firmaron las cláusulas que comprometen a cada una de las partes y a las tres en los mismos términos. ¿Y si se conocían estas responsabilidades adquiridas porque ahora se niega su cumplimiento? ¿Entonces a qué fue ahí Seade Helú? Si había riesgos ¿por qué no los advirtió al presidente electo? ¿O si los conoció AMLO por qué no se opuso si para ello había enviado a su representante?

 

Ahora los mexicanos estamos en un brete. No AMLO. Los mexicanos sí. Porque perder una controversia de esta naturaleza significaría la aplicación de aranceles a las exportaciones mexicanas y derivaría en una crisis en la que el tipo de cambio del dólar se presionara al alza.

 

México podría recibir entre 10 mil millones y 30 mil millones de dólares en aranceles si pierde la disputa comercial dicen especialistas. “No hay violación al T-MEC”, insiste el presidente mexicano. 

 

En todo caso, no será AMLO quien pague los costos de este desencuentro. Sobre todo si en efecto México ha incumplido ese Tratado. Seremos los mexicanos al grito de guerra quienes a mediano y quizá largo plazo tengamos que costear esta desavenencia que se puede solucionar por la vía de la razón y la diplomacia. Por la vía de la justicia y la legalidad. 

 

Hacerlo así no cuesta mucho… O a lo mejor sí: en términos electorales. Porque hoy en México, todo tiene sentido electoral. Pero eso termina en un momento. Lo demás persiste. 

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