¿Quién tiene la última palabra?

Joel Hernández Santiago

 

Un ejemplo reiterado por estos días y que a lo mejor nos devuelve al “como era antes”, es que en 1976 hubo campaña electoral para la elección presidencial de aquel 6 de julio. Por entonces el Partido Revolucionario Institucional (PRI) reinaba en el país. Era, según se dice, una ‘dictadura perfecta’. 

 

De hecho el país era el de un sólo hombre: el presidente de México. Era él quien decidía vidas o muertes políticas en toda la República. Era él quien decidía programas de gobierno y cómo y cuándo y quién. Era él quien determinaba el presupuesto y cómo gastarlo. Era el gran decididor que gobernaba un país en una especie de complicidad entre poderes y gobiernos estatales y municipales. Repartir pedacitos de poder promete perpetuidad. 

 

Así que ese año hubo esa campaña que en realidad fue una sola porque la oposición no presentó candidato para la presidencia. Argumentos hubo, pero lo cierto es que dejaron correr solo al candidato priista -José López Portillo- quien no tuvo adversarios y quien naturalmente ganó: él diría luego que con el sólo voto de su madre hubiera ganado la presidencia. Y sí ganó. 

 

Por entonces, la coordinación y supervisión de las elecciones, la forma y los tiempos y gran parte de los actores políticos salían de la Secretaría de Gobernación. Era así: ser juez y parte. Por tanto no había sobresaltos para la presidencia de la República y mucho menos se permitía el paso a gente contraria a los signos revolucionarios institucionalizados: “los enanos del tapanco”.

 

Hoy, cuarenta y siete años después, el “dedazo” flamígero aquel con el que se señalaba desde la torre del poder a quien habría de sucederlo en la presidencia del país aún existe: de otro modo, lo mismo. La decisión estaba tomada y nada ni nadie cambiaría el rumbo de esa determinación. Invocar procesos democráticos era válido, pero no cumplirlos, también.

 

Y eso. Estamos en otra vuelta de tuerca. La oposición en México ya perdió -desde ahora- la oportunidad de ser una oposición digna -porque hasta en esto debe predominar la dignidad y el decoro–, ya no cuenta con posibilidades de rescatarse de ese extraño letargo en el que han operado desde diciembre de 2018, con operadores evidentemente vendidos y temerosos de ser exhibidos en sus errores políticos pasados… 

 

En todo el mundo democrático hay oposición, sobre todo en democracias consolidadas, en las que es ejemplo de reciedumbre y de la posibilidad de diversificar el ideal de país, su futuro político y social; la supervivencia nacional, su soberanía -bien entendida-, los valores republicanos y sin desprecio a la pobreza a la que hoy se le envían retazos de recursos para mantenerla y en letargo.

 

Así que a modo de complicidad, la oposición política de hoy, expresada en partidos políticos, deja pasar y deja hacer al gran elector de nuestros días.

 

Si dice que ya no hay “dedazo”, que “ya no es como antes” que hoy es el pueblo el que decide a sus candidatos y a quien habrá de gobernar al país. Y se dice que el presidente ya no interviene en asuntos electorales y que en México predomina la democracia y que así serán los comicios del 24. 

 

A saber: las cuatro corcholatas oficialmente reconocidas fueron seleccionadas hace meses desde Palacio Nacional. Se les echó a pelear. Son ellos, los cuatro, quienes buscarán la candidatura de Morena y sus partidos asociados: Verde Ecologista y del Trabajo. 

 

Pero antemano saben que esa decisión fue tomada desde la presidencia de México. Y que por más que hagan campaña en su favor la decisión final no será por las famosas 5 encuestas y ni siquiera con la promesa de la no agresión entre partes y mucho menos excesos en gastos o por la intervención de gobernadores abyectos y sometidos.

 

En lo que respecta a la decisión final, todo hoy ya está medido y regulado al interior de la cúpula del poder político de México y de su partido oficial. 

 

¿Qué estamos viendo los mexicanos? ¿Acaso un teatro de lo macabro político? ¿Estamos siendo testigos de una vuelta al pasado como aquel 1976 en el que el presidente decidía quien habría de sucederlo en tanto que habían desactivado toda oposición o instituciones para garantizar que esa decisión fuera la única e irrebatible?

 

Sí habrá confronta entre los cuatro candidatos presidenciales, y la habrá con los candidatos de Morena que ya aparecen como hongos sin ninguna posibilidad de triunfo, y habrá campañas electorales al mismo tiempo costosas como simuladas. 

 

El gobierno de la 4-T está dispuesto a repetir gobierno federal en 2024. No tiene oposición enfrente. Ya la hizo polvo y ha congelado instituciones de lo electoral en su favor. La izquierda mexicana está perdida en el infinito nacional. La izquierda en el poder ya no lo es, dejó de ser izquierda hace mucho. 

 

Pero hay una oposición que no está en los partidos políticos y que camina por las calles, que está en el campo, en los mares, en los desiertos, en las grandes montañas y capitales; en todo el país. La que trabaja, que lucha, que se esmera en su propia subsistencia y en su preservación individual y familiar en un país que hoy parece irreconocible pero al que habrán de salvar. 

 

Dejar en manos únicas el futuro del país no es bueno. Si es bueno que todos participen para garantizar el futuro nacional. Esa oposición que no se ve ni se percibe, por ahora, tendrá la solución en sus manos…  Es la sociedad nacional que tiene su propia opinión de cómo son las cosas y el rumbo que habrá de seguir la Nación es la que dirá la última palabra. 

 

  

 

 

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