PARRESÍA O VERDAD

SE NECESITAN VARIOS ASESINOS SOLITARIOS

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

Con el propósito de disfrutar “la octava” del Lunes del Cerro -festividad regional que se lleva a cabo cada año los dos últimos lunes del mes de julio, y que desde luego invito a usted, amable lector(a), a conocerla y disfrutarla; si es que le gustan la música, danzas y demás celebraciones tradicionales autóctonas, sin dejar de contar la suculenta comida oaxaqueña (lamentablemente no puedo agregar por ahora la “hospitalidad oaxaqueña”, por lo que en seguida comentaré)-, llegamos en familia y con la familia a la ciudad de Oaxaca (México) el fin de semana pasado. 

 

Casualmente, un día antes del Lunes del Cerro llegó a Oaxaca en busca de firmas para ser incluida en la lista de precandidatos del Frente Amplio por México para competir por la candidatura presidencial de esta organización -hasta el momento tripartidista (PAN, PRI, PRD)-, la senadora Xóchitl Gálvez (ya han visitado la ciudad de Oaxaca para el mismo propósito otros dos aspirantes de los doce del FAxM, Silvano Aureoles y Miguel Ángel Mancera. El miércoles 26 de junio, en todo el país, se instalaron los comités ciudadanos de apoyo al FAxM; lo cual augura que todos los pre-precandidatos de esta formación política van a incrementar sus visitas a Oaxaca y al resto del país). 

 

Así es que sin proponérmelo me tocó enterarme de cerca de varias cosas de suyo inesperadas: 1) Un grupo social “espontáneo” bloqueó el local en el que se llevaría a cabo la reunión de la senadora Gálvez con sus simpatizantes, por lo que dicha reunión de último minuto tuvo que ser trasladada a otro lugar; 2) Durante un recorrido por un lugar público la senadora Xóchitl Gálvez fue agredida verbalmente por un grupo de provocadores; y 3) Ese día domingo la prensa local daba la siguiente primera noticia de primera plana: “Albazo morenista extingue al TJAO y crea ente a modo” (El Imparcial); pues en menos de quince minutos el Congreso del Estado desapareció el Tribunal de Justicia Administrativa de Oaxaca; creó el Tribunal de Justicia Administrativa y Combate a la Corrupción del Estado de Oaxaca; designó a los magistrados integrantes del nuevo tribunal; y estableció que los magistrados “desaparecidos” recibirían sus indemnizaciones de acuerdo a la suficiencia presupuestal -es decir, si no la hacían de tos-. 

 

A reserva de entrar en otra ocasión al análisis jurídico de la reforma constitucional local correspondiente, su proceso legislativo y los criterios jurisprudenciales que la califican (o descalifican), me detengo en las dos primeras situaciones que conocí y sus posibles orígenes y consecuencias; pero sin dejar de adelantar que esa desaparición del tribunal administrativo tiene también graves orígenes y consecuencias igualmente de diversa naturaleza. Por lo pronto, me quedo con las evidentes agresiones “espontáneas” a la pre-precandidata y las sitúo en un contexto más amplio.

 

Fue en un libro de Henry Kissinger cuya lectura consigné hace poco en otro artículo en estas páginas digitales, donde leí un intento de explicación -pues nunca podría ser una justificación- de los asesinatos o crímenes cometidos u ordenados por los jefes de Estado. Kissinger cuenta la anécdota de que una vez, en esa época en que era frecuente que los grupos terroristas secuestraran aviones, le informó por teléfono de un nuevo secuestro a su jefe el presidente Richard Nixon, quien en ese momento se encontraba en una cena en su casa de campo. Escribe Kissinger que la orden escueta que recibió fue la de bombardear el aeropuerto; lo que desde luego no hizo. Así es que tranquilamente al día siguiente le informó al presidente de las medidas que habían tomado los altos mandos militares, junto con la oficina de Seguridad Nacional a su cargo, para enfrentar el problema.

 

En esa parte de su libro Kissinger no justifica directamente el espionaje en Watergate, pero aprovecha este episodio narrado para recordar la expresión de otro político y también colaborador cercano de Nixon; episodio éste sí para explicar o justificar el espionaje en Watergate al atribuirlo -dicho personaje citado por Kissinger- a “un tonto que cumplió una orden”. 

 

Es bien sabido que las órdenes de los jefes de Estado y de gobierno, o de cualquier jefe, en ciertas condiciones tienen que ser acatadas sin necesidad de ser cumplidas. En ocasiones puede bastar con retrasar unas horas su ejecución para esperar a que el jefe se dé cuenta del absurdo que ordenó y pueda dar marcha atrás. Pero puede suceder también que el jefe dé una orden esperando o sabiendo perfectamente que no será cumplida -a menos de que sea un imbécil el que la reciba-, como la orden absurda que recibió Kissinger esa noche que él mismo platica.

 

Pero, lamentablemente, puede suceder también que haya subordinados “creativos” que interpreten una expresión o declaración o estado de ánimo de su jefe -no una orden-, pero crean cumplir puntualmente con su “creatividad” una orden que suponen expresa. Por cierto, tampoco deja de haber jefes que intencionalmente dejan volar la imaginación de sus subordinados, y no solo eso, sino que además la alientan. Antes de entrar al estudio o reseña de los “asesinos solitarios” y de los “asesinatos perfectos”, me gustaría recordar una anécdota que escuché o leí hace muchos, pero muchos años.

 

Sucede que al gobernador de un estado de la República Mexicana le dio por asesinar a uno o varios de sus opositores o críticos políticos. Así es que el secretario de Gobernación lo mandó llamar a su oficina y dicen que lo reprimió de la siguiente manera -para hacerle ver lo impropio de su conducta-: “En este país el único que puede mandar matar gente es el presidente de la república”. 

 

No es de extrañar este regaño sin mayores consecuencias -salvo la de detener la conducta del usurpador de funciones-, pues en la tradición política mundial y nacional el poder despótico se ha caracterizado siempre por decidir sobre “vidas y haciendas” -ejemplos sobran-. Contener este abuso de poder solo ha sido posible en democracia, gracias a esos principios como la división de poderes, el Estado de derecho o el control de constitucionalidad -ahora ya hasta salen algunos con eso del control de convencionalidad-. 

 

Por cierto, principios que hoy en México el presidente estigmatiza con una frase célebre que seguramente alguien de sus partidarios podrá proponer -y muy pronto- que se inscriba con letras de oro en el muro de honor de alguna o de ambas cámaras federales: “Y no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”.

 

Obama fue el único que no se escondió para eso de matar gente, ni inventó historias como Bush para eso de declarar una guerra donde los aviones bombardean a la población civil -como también acostumbra Vladimir Putin o antes sucedió en Vietnam-. Pues cuando Obama autorizó el asesinato del terrorista árabe aquél -Osama bin Laden-, no solo lo presenció desde su oficina -acompañado de Hillary Clinton, entonces su secretaria de Estado-, sino que además lo transmitió a nivel mundial casi en vivo y por supuesto a todo color.

 

Así es que todo esto me hace pensar que en ningún lugar del mundo hay “fanáticos” que cometan homicidios políticos en solitario; pero sí hay pistoleros a sueldo para matar -o al menos intentarlo- incluso en los lugares más públicos, como la Plaza de San Pedro en el Vaticano; o más privados, como la modesta casa en Coyoacán, Ciudad de México, donde fue asesinado Trotsky por órdenes de Stalin. Aunque los asesinatos de Lenon o Selena no fueron asesinatos políticos sirven muy bien a algunos, porque según ellos avalan la historia de asesinos políticos “solitarios” -tan solitarios como los que balacearon a Francisco Villa o a Venustiano Carranza, quienes nada más se murieron-.

 

Para fortuna de quienes respaldan esta historia, algunos asesinos “solitarios” pueden ser asesinados ahí mismo o poco después (Jack Ruby vs. Oswald); a otros no los pueden matar de inmediato, pero sirven de chivos expiatorios (Aburto), que calladitos se ven más bonitos. Otros más se salvan de milagro de ser ajusticiados por órdenes de quienes los contrataron (el asesino de Ruiz Massieu). Pero si por pura mala suerte alguno que estuvo involucrado resulta en la cárcel (como sucedió en el caso de Buendía), sabe muy bien igualmente que debe guardar respetuoso silencio. Desde luego, el “asesinato perfecto” sucede cuando quienes investigan para encontrar a los culpables son los mismos que contrataron a los perpetradores. Recientemente, en México, han empezado a aparecer gatilleros para realizar venganzas o asesinatos políticos, hasta ahora solo a nivel municipal o estatal -Ciudad de México incluida (el atentado en contra de García Harfuch)-.  

 

Después de este amplio contexto, para concluir regreso a referirme nuevamente a las agresiones a la senadora Xóchitl Gálvez. De una parte, para señalar que quien inició los ataques y las burlas a la persona de la senadora ha sido el propio presidente de la república; lo cual es perfectamente comprensible desde una perspectiva política, pues la senadora, primero, avanzaba muy bien hacia la jefatura de Gobierno de la CdMx; pero después ha avanzado de manera meteórica hacia la sucesión presidencial, gracias a los factores que señalé en mi anterior colaboración. Así es que el presidente tiene razón de estar preocupado pues en una de esas su movimiento o partido pierde la elección presidencial y la mayoría en ambas cámaras. 

 

Hasta ahora, sin duda a partir y en virtud de la entrada de la senadora Xóchitl Gálvez a la contienda, la moneda está en el aire. Pero por todo lo expuesto, si por alguna razón violenta la senadora tuviera que abandonar la contienda -el periodista Raymundo Riva Palacio aborda el tema en su artículo titulado “No queremos otro Colosio”, publicado en El Financiero (24/07/2023); pero no ha sido el único observador desde hace muchos años de la violencia política en México que ha apuntado la posibilidad de un atentado; aunque la iracunda reacción presidencial victimizándose por adelantado, como acostumbra, ha sido inmediata en sus “mañaneras”-, es oportuno recordar lo siguiente. 

 

El Frente Amplio por México lleva a cabo una consulta popular -en realidad un proceso democrático interno inédito en México- en la que doce aspirantes -todas y todos ellos de reconocido prestigio y experiencia política, legislativa y de gobierno (varios más de igual calidad abandonaron el intento por falta de simpatizantes, apoyos, ganas o dinero) o por su liderazgo social- buscan reunir 150 mil firmas de sus respectivos simpatizantes para pasar a debates públicos y a una elección interna en la que competirán por la candidatura presidencial los que hayan cubierto ese requisito. No todos podrán cubrirlo, pero varios de ellos espero que lo logren -porque si solo una aspirante puede juntar las firmas (parece que ya las juntó), que se olviden todos empezando por ella misma de que puedan ganar una elección presidencial. No está por demás recomendarles a esos nuevos y flamantes comités ciudadanos que ayuden a conseguir firmas a quienes todavía no las completan-. 

 

Así es que en el remoto y nunca deseable supuesto de que la senadora Gálvez abandonara la contienda por razones violentas (de cualquier manera que sea la violencia, como veremos en seguida), hay suficientes candidatos que la pueden sustituir y capitalizar, en favor de la opción política que representan, el evidente encono del electorado por lo que pudiera haber sucedido. 

 

Recientemente, supongo que fue un “espontáneo” de esos que nunca faltan -y a los que ya me he referido-, el que presentó una denuncia penal en contra de la senadora por supuestos delitos cometidos cuando ella fue delegada en la hoy alcaldía Miguel Hidalgo de la Ciudad de México. Como ella es senadora tiene inmunidad constitucional, por lo que otro “espontáneo” ya presentó una solicitud de desafuero. Así es que un “asesino solitario” del tipo de los “espontáneos” que acabo de mencionar a todas luces no es suficiente, se necesitan varios. Esperemos solamente que los siguientes no resulten más “creativos”. 

 

PARRESÍA Y VERDAD. Muy cerca de su fallecimiento, Michel Foucault, filósofo francés, dictó un curso sobre la parresía en el Colegio de Francia; del cual surgieron un par de libros publicados en México por el Fondo de Cultura Económica bajo el título “El coraje de la verdad. El gobierno de sí y de los otros”. Antonio Lastra, profesor español -valenciano- de Filosofía -cuyas ilustrativas y eruditas exposiciones usted las puede escuchar en YouTube-, distingue claramente entre parresía (hablar con franqueza) y verdad. Julian Baggini, filósofo inglés, escribió un libro titulado “Breve historia de la verdad”, en el que sostiene que no hay una sino varias verdades -incluida la posverdad-, las cuales reseña. Puesto que algunos de los temas que abordo en estas páginas digitales en ocasiones pueden oscilar entre la parresía y la verdad, en lo sucesivo, por rigor académico, cuando me enfrente a esta disyuntiva, antes del tema a tratar, como en la presente contribución, haré la debida advertencia.

 

Ciudad de México, 30 de julio de 2023.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México). Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA). Autor de libros de Derecho Público, Privado y Social; Administración Pública y Ciencia Política; Derecho Electoral y Derecho Procesal Electoral; sus libros se encuentran en bibliotecas, librerías, en Amazon y en Mercado Libre. Las recopilaciones de sus artículos semanales anuales están publicadas y a la venta en Amazon; la compilación más reciente aparece bajo el título PURO CHORO MAREADOR. México en tiempos de la 4T” (solo disponible en Amazon).

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