México-EUA: vecinos archi distantes.

 

Joel Hernández Santiago

 

Por más que las formas y los modos del trato personal entre los funcionarios de México y de Estados Unidos guarden la compostura, se prodiguen elogios, se encuentren virtudes antes escondidas y se digan “amigos”, la verdad está a la vista, al portador: las relaciones entre el gobierno de México y el de EUA están en uno de sus peores momentos en muchos años… 

 

Las razones son muchas. Incluso históricas. Esas que se repiten con frecuencia entre ambas naciones acusándose uno a otro de agravios, de abusos, de intervenciones, de mutilación territorial, de intervención militar en su territorio, de infiltración, de intervencionismo… y tanto más: todo cierto. 

 

Lo dice muy claro la historia: Mientras que los mexicanos guardan con celo el rencor hacia el país del norte que se quedó con  más de la mitad de lo que fuera México durante la Independencia y creación de la República, ellos, por su parte miran con desprecio a México y lo mexicano. Donald J. Trump es el ejemplo más acabado de ese sentido de supremacía y majadería de muchos en el norte.

 

Pero junto a eso, han transcurrido muchos años por los que se han ido construyendo bases para mantener una relación si no de amor-hermandad, sí de colaboración y utilidad. 

 

El Tratado de Libre Comercio que se firmó durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari en 1994 y rehecho por capricho de Donald J. Trump durante su último año de gestión en la presidencia estadounidense, es el ejemplo claro de que se pueden construir puentes e incluso que México puede sacar provecho de su vecindad con uno de los países más poderosos del mundo. 

 

Pero nada. Que de un tiempo a esta parte las relaciones entre ambos gobiernos se han enturbiado y poco o nada parece que mejorará la situación. Por la parte del gobierno mexicano, el presidente ha insistido en mandar mensajes agrios al gobierno del  demócrata de Joe Biden… 

 

Los ha acusado de intervencionismo, se ha expulsado a agentes de la DEA del territorio mexicano –luego devueltos a sus andanzas después de la llamada telefónica de Biden a López Obrador el 29 de abril de 2022; ha saboteado la Cumbre de las Américas al insistir en que se invitara a países a los que no se les da la democracia: Cuba-Venezuela-Honduras… Y mucho más. 

 

Lo más reciente fue la llamada del presidente mexicano a iniciar una consulta en EUA para retirar la Estatua de la Libertad que está en Nueva York y que es emblema nacional de aquel país; esto si Biden no libera e, incluso, si no envía a Julien Assange a México… 

 

Los estadounidenses, por su parte, hacen un trabajo de topo. Mantienen una actitud aparentemente diplomática al exterior, pero al mismo tiempo presionan al gobierno mexicano para controlar las fronteras sur y norte de nuestro país, para evitar el paso de migrantes centroamericanos y sudamericanos hacia Estados Unidos e incluso terroristas internacionales.  

 

Insiste en que debe ser más riguroso en ese control toda vez que México es para ellos una zona de su propia seguridad nacional. Y por ello insisten en mantener aquí a sus agentes de la DEA y espías disfrazados para vigilar la “porosidad” que acusan  en nuestras fronteras. Lo metiche no se les quita.

 

También sus empresarios y grupos económicos e incluso de gobierno han acusado a México de infringir el acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). 

 

Aparte, el 8 de julio pasado, previo al viaje de AMLO a Washington, el gobernador de Texas, Greg Abbott, autorizó a la Guardia Nacional de Texas y al Departamento de Seguridad Pública a devolver a la frontera mexicana a los migrantes que “cruzan ilegalmente la frontera entre los puertos de entrada”, según su decreto. 

 

Malos modos y malos mensajes soterrados son los que predominan durante este viaje de López Obrador a Estados Unidos. Por supuesto el gobierno de aquel país “invitó” al mexicano a la Casa Blanca, para hablar de “temas de interés común”. Y lo hacen ir, toda vez que el mismo presidente mexicano ha dicho que no sale de México porque su tarea está aquí. Y deplora viajar… 

 

Es seguro que lo que se diga en privado no sea parte del discurso oficial de cordialidad y diplomacia. Ambos sabrán para qué fue la llamada a la Casa Blanca y qué resultará de ello. Lo sabremos porque son cosas que no se pueden ocultar. Ojalá que esos resultados sean en beneficio de México y de los mexicanos, los de aquí y los que están en aquel país como trabajadores. 

 

Ambos dirán en público que en la reunión predominó ‘la amistad histórica, la buena vecindad, el respeto a la soberanía de los países, la no intervención en asuntos internos de cada uno’, y todo ese lenguaje que está hecho de cartón escenográfico. El presidente mexicano dirá que le leyó la cartilla a Biden. 

 

Estados Unidos tiene su propia agenda. La guerra en Croacia se complica y Rusia manda mensajes amenazantes a EUA y sus aliados europeos; la crisis económica de Estados Unidos que, sin duda impacta a México –como ya se ve, aunado a malos manejos administrativos internos–; los temas migratorios son siempre la constante; la seguridad nacional de ambos países en riesgo (algo saben los estadounidenses); el tono de gobierno y los mensajes agrios del presidente mexicano… 

 

En todo caso también es cierto que no se trata de que aquí, en México, se haga lo que el gobierno estadounidense quiere, sobre todo si atenta en contra de nuestra preservación y seguridad nacional, nuestra soberanía, nuestra economía y los migrantes como sujetos de derechos humanos. 

 

Ambos mandatarios aparecerán frente a los periodistas para decirse maravillas y acaso algún resolutivo sin complicaciones. 

 

Pero todos –o casi todos- sabemos que la relación entre ambos gobiernos es como el agua quieta y tenue de los mares, lagos, lagunas que en la superficie parecen calma, pero en su interior ocurren remolinos peligrosos. Ojalá no. Y que en todo caso, México esté fuera de riesgos y peligros, amenazas o sanciones dañinas.

Sé el primero en comentar

Déjanos un comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


*