Mentir, como instrumento político.

Joel Hernández Santiago. 

 

Hay una especie de síndrome fatal de la mentira en el ámbito político de México. El gobernante miente bajo toda circunstancia, por todas razones, ya sean de Estado o razones puerilmente personales para perpetuarse en el poder sin asomo de pudor. 

 

Mentir, mentir, mentir parece ser la regla fundamental de todo político en el poder, para mantenerse, para engañar y engañarse a sí. Para sentirse cómodo. Para creer que al mentir las cosas que ha hecho mal cambiarán por sí mismas; cree que todos le creen por ser el político encumbrado, de cualquier partido, de cualquier nivel, de cualquier ideología o doctrina política. 

 

La gran mayoría de los políticos miente. Unos más, otros menos. En todos los niveles de gobierno, estatales o municipales. Es así. En general su función pública se sustenta en frecuentes mentiras. Engañifas que suponen una forma de poder: “Tengo la verdad, pero no la digo por razones de gobierno”, argumentan en una mentira para sí mismos. 

 

Se miente por todo. Sin cesar. Sin pudor. Sin necesidad alguna. Por ejemplo: Desde hace veinte días la Alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México recibe agua con fuerte aroma a gasolina o alguna otra substancia similar. Al quejarse los vecinos del lugar inmediato hubo una negativa firme del gobierno capitalino: “No. El agua está bien y puede ser consumida por humanos”, se dijo… 

 

Pero nada. Y de ahí en adelante una feria de enredos del gobierno capitalino. Se niegan a decir el origen, la razón y los responsables de esta agua dañina. Sin duda ya saben cuál es la razón y origen, pero el silencio es su mejor instrumento de salvación. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Razones electorales? Eso puede ser… Mentir, guardar la verdad y mentir: es parte del síndrome… 

 

Y se miente por otras muchas razones. El estado que guarda la seguridad pública en el país. Para los políticos en el poder el país está en calma, “sí, hay algunos problemas, pero no es tanto como dicen los medios de comunicación, enemigos de la 4-T”. El país está en fase escarlata y desde las esferas del poder supremas “no pasa nada”. Todo está bien. 

 

Se miente al decir que el problema del abasto de medicinas está resuelto. Se inventó una Megafarmacia que sirve para lo mismo que nada… o casi nada. El desabasto sigue rampante y los enfermos tienen que arreglárselas como pueden para conseguir su salvación… Mientras tanto se miente y se dice que todo está bien, requetebién…

 

Se inventó un modelo de “austeridad-republicana” y se sacrificaron organismos que solucionarían problemas ingentes, como el Fonden y muchos más. Se despidió a mucha gente que dependía de estas instituciones que en su mayoría aportaban apoyos insustituibles. Los fideicomisos volaron por los aires y nadie entiende cuál fue la razón cierta de ello. Se acusó corrupción sin probarlo, lo que implica una mentira más. Y muchos más 

 

Se trasladaron esos recursos a las obras faraónicas que se inventaron en este sexenio para “pasar a la historia”, sin embargo esas obras no han garantizado su buen funcionamiento y sí, por otro lado, requieren cada día más y más recursos.

 

La mentira radica en que son obras “para el pueblo mexicano”, sin que ese pueblo obtenga ningún beneficio concreto: Aeropuerto Felipe Ángeles; Trans-istmico; “Tren Maya”; Refinería Dos Bocas (U Olmeca, como usted prefiera)… 

 

Se miente cuando se acusa sin probar. Se miente cuando se engaña a los mexicanos diciéndoles que son prioridad los pobres, sin que se busque que estos pobres dejen de ser pobres y sí se les otorgan apoyos que significan una forma de control social y electoral…. Y así, en general cada día, todos los días de este sexenio, ha sido pródigo en faltas a la verdad. 

 

Y no. La mentira no es privativa de este gobierno ni de un solo gobernante o partido político. En general el político miente. Está en su ánima, en su conciencia, en su actitud frente a los gobernados. Es una forma de consolidarse. La mentira como capital político. La verdad como fracaso. Así lo ven. 

 

Maquiavelo decía que la mentira aquieta al pueblo, evita confrontaciones entre gobierno y ciudadanos porque es una forma de control. 

Y eso es. Mentían los gobernantes del PRI que estuvieron en una ‘dictadura casi perfecta’ durante más de setenta años; lo hicieron los del PAN durante doce años continuos. Y es en este gobierno en el que la mentira alcanza niveles inauditos, aunque se argumenten “Razones de Estado”. 

Ante la afirmación de que los políticos siempre mienten, el paradigma en las democracias representativas es que si el ciudadano se siente engañado por el político por el que votó al no sentir satisfechas sus demandas, puede optar por votar por otro. Esto introduce un elemento de obligación ante el candidato político que debe procurar que aquello que dijo o prometió debe corresponderse con aquello que hizo o hará.

‘El juicio sobre si lo que un político dijo es verdad o es mentira queda en manos de los electores. Si los electores consideran que mintió, se tratará de una mentira ilegítima y que, al no ser aceptada por los votantes, puede suponer el final de la vida pública de un político. Aunque los políticos pueden mentir, la ciudadanía tiene la posibilidad de castigarles electoralmente si se siente engañada o defraudada.’

Pero por otro lado muchos electores gustan de ser engañados. (“Miénteme más, que me hace tu maldad feliz”); sienten ahí un refugio, aunque ese refugio no tenga ni techo ni paredes. La mentira se convierte en instrumento político en favor de la perpetuación de un régimen. ¿De quién es la culpa?

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