LOS SIETE PECADOS CAPITALES DE LA 4T

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

El presidente de la República Mexicana actualmente en funciones sostiene que su gobierno representa una “cuarta transformación de la República” (4T). Como eslogan publicitario para movilizar a su base electoral me parece muy adecuado y efectivo -pues con ese slogan y el discurso explicativo correspondiente ganó las elecciones presidenciales y, por dos veces, una mayoría relativa en las cámaras legislativas-. Pero, como un conjunto de políticas públicas para resolver los grandes problemas nacionales, o evitar que surjan otros, la 4T requiere de un análisis riguroso, objetivo y de buena fe; la mejor buena fe, porque se trata de una propuesta de gobierno del país necesariamente sujeta a evaluación, toda vez que nos involucra a todos sus gobernados y administrados. 

 

Circula en redes sociales una colección de fotografías de personajes encabezados por el presidente de la república en funciones, así como de algunos de sus familiares y colaboradores -seguramente puesta en circulación por sus detractores más ingeniosos- que, como pie de foto, llevan una leyenda con la mención de cada uno de los siete pecados capitales que la religión católica -que es la que profeso-, junto con las siete virtudes teologales, considera que son los disvalores y valores más altos para orientar la vida individual de las personas; a efecto de no incurrir en ellos o de observarlas, según corresponda, para tener una vida útil y feliz, por lo menos, o para no meterse en problemas constantemente o para no hacer daño a terceros que ninguna culpa tienen o para lo que usted considere más conveniente -hacer de su vida un infierno o un paraíso, por ejemplo-. 

 

Si a eso se agrega la observancia de las normas de cortesía, es muy probable que si bien los problemas cotidianos no vayan a desparecer por lo menos puedan disminuir notablemente. Aunque recuerdo ahora a mi profesor de Sociología en la Facultad de Derecho de la UNAM -un erudito, refugiado en México por la Guerra Civil Española-, don Francisco Carmona Nenclares, cuando nos preguntaba a sus alumnos: “¿Se imaginan lo aburrida que sería la vida si no hubiera problemas?”.

 

Como no es usual tener presentes esos disvalores y valores, independientemente de que pueda uno incurrir o dejar de incurrir en ellos con frecuencia, es bueno recordarlos: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, de una parte. Pero, también, humildad, caridad, castidad, gratitud, templanza, paciencia y diligencia, respectivamente. Si los cumple o deja de cumplir es un asunto muy personal de uno, pues en principio es uno el único que habrá de pagar las consecuencias. 

 

No se trata, desde luego, de los únicos defectos de carácter o de las características positivas a dejar de incurrir u observar habitualmente en nuestro comportamiento cotidiano. Pero sin duda que se encuentran entre los principales, más notorios o determinantes de una vida plena y sin problemas graves derivados de nuestra propia conducta; pues siempre habrá otros derivados de la naturaleza y de la conducta de otros que no podemos evitar.

 

Por lo que no está de más recordar también algunas normas de cortesía: puntualidad, saludar, ser amable, honestidad, prestar atención a la persona que habla, no hablar mal de alguien, ser respetuoso, pedir perdón, más las que se junten para lo mismo que ya he dicho que son bastantes. Los académicos cuyo objeto de estudio es el gobierno y los asuntos públicos -pero también en cualquier otra materia y actividad donde se hable de terceros- no estamos exentos de todos estos valores y disvalores, por lo que nuestros análisis y críticas tienen que estar suficientemente fundados y explicados. 

 

Al igual que sucede con la buena administración del patrimonio familiar que frecuentemente se asimila a las políticas públicas para el buen gobierno de una colectividad pública -un municipio, una entidad federativa o un país, por ejemplo-; la principal ventaja que tiene esa fotografía o conjunto de fotografías a las que me referí al inicio es que nos recuerdan que también esas virtudes y pecados son igualmente aplicables a los responsables de implementar las políticas públicas para el buen gobierno de una colectividad pública. Pues se trata de personajes públicos habitualmente electos mediante el voto popular -pueden serlo también por elección indirecta o por libre designación-, aunque el parentesco y su comportamiento público los puede colocar igualmente en una vitrina. 

 

Respecto a la buena administración he escrito en otras partes acerca del proceso administrativo público, al compararlo con la doctrina del proceso administrativo en las organizaciones privadas; por lo que no abundo al respecto. 

 

Pero con relación a las reglas para una buena administración personal o familiar, le platico a mis nietos -sobre todo cuando viajamos en coche y no pueden eludir la conversación, aunque intenten protegerse con audífonos-, pero también y sobre todo me recuerdo a mí mismo, que no hay que gastar más de lo que ingresa; que el crédito es útil mientras sea manejable y no incurra uno en mora; que hay que capacitarse para el trabajo socialmente útil, porque es indispensable trabajar para obtener dinero; por lo tanto, no malgastarlo, mucho menos incurrir en dispendio; ahorrar, invertir; procurar la actualización permanente para mantenerse vigente en el trabajo; no meterse en problemas y solucionar cuanto antes los que ocurran -sobre todo los de salud-.  

 

Si partimos del supuesto de que al igual que las reglas, escritas y no escritas, para la buena administración del patrimonio personal y familiar, dichas reglas son aplicables a la administración del patrimonio público; espero que coincidamos también en que los pecados capitales, las virtudes teologales y las normas de cortesía pueden igual y válidamente ser aplicados a la conducta observable para la atención del gobierno y los asuntos públicos. Dicen que Max Weber escribió por ahí una suerte de atajo -la ética de la responsabilidad-, pero de ser válido solo es aplicable a unos cuantos casos.

 

Así es que por lo pronto me quedo con el análisis de los pecados capitales de la 4T. Me refiero desde luego a su lucha por mantener y ejercer el poder político formal y material en el Estado Mexicano, un sistema político supuestamente democrático, es decir, en un sistema plural de partidos políticos que compiten entre sí para obtener el voto popular mayoritario que les permita llegar, mantenerse o alternar en el poder formal estatal. 

 

No quiero decir que los demás actores políticos -sus opositores- no incurran o puedan dejar observar tales reglas de moral pública; lo que sucede es que por el momento estimo más importante referirme a la conducta de quienes poseen y ejercen el poder; a reserva de analizar a los demás más adelante. Es claro que los actos y omisiones de unos y otros respecto a dichas reglas o normas necesariamente impactarán en su éxito o fracaso en la búsqueda de votos -contra todo lo que puedan decir que dijo Max Weber-. Encuentro entonces lo siguiente:

 

SOBERBIA. Sostener que las políticas públicas que ofrece y pone en marcha la 4T son las mejores es normal que suceda. “¿Qué panadero habla mal de su pan?” señala el refrán popular. Pero de eso a sostener un día sí y otro también que todo va requetebién hay una enorme distancia. Pues lo que no puede ser cualificado ni cuantificado no puede ser evaluado. Los griegos de la antigüedad decían “Los dioses envanecen a los que quieren perder”. Así es que, cuando poco a poco van colapsando una y otra política pública puesta en marcha por la 4T, el efecto retroactivo de tanta soberbia impactará finalmente en la intención de voto de los electores.

 

AVARICIA. Según la Wikipedia “es el afán o deseo desordenado de poseer riquezas, bienes, posesiones u objetos de valor abstracto con la intención de atesorarlos”. Hasta el momento la 4T atesora mayorías legislativas y gobiernos locales y municipales, además de la titularidad del Ejecutivo federal. La lucha por ganar elecciones mediante el voto popular no tiene nada de malo, lo que resulta completamente reprobable es modificar las reglas -con las que llegaron al poder- en su beneficio o violarlas de manera sistemática, lo que desde luego de manera reiterada hace la 4T.   

 

LUJURIA. Según el Diccionario de Oxford Languages que encuentro en Google tiene dos acepciones, una personal y otra abstracta, por lo que escojo la segunda: “Exceso o abundancia de cosas que estimulan o excitan los sentidos”. Luchar por el poder por el poder mismo resulta por lo menos lujurioso. Peor aún cuando los resultados cuantificables son tan exiguos o inexistentes o francamente inventados y sacados de contexto para hacerlos aparecer como éxitos, como habitualmente lo hacen en la 4T. Ciertamente no son los únicos que hacen esto, pero son a los que ahora escuchamos todos los días.

 

IRA. Vuelvo al mismo Diccionario, nuevamente dos acepciones, me quedo ahora con la primera: “Sentimiento de enfado muy grande y violento”. Las acusaciones, habitualmente sin sustento, que el líder de la 4T lanza a sus opositores, detractores y críticos todas las mañanas en su conferencia de prensa habitual -abuso de poder en sí mismo y utilización indebida de recursos públicos en violación a leyes expresas que regulan la comunicación política y de los entes públicos-, forman un conjunto de expresiones iracundas que solo un electorado consciente puede sancionar.

     

GULA. El mismo Diccionario la define así: “Exceso en la comida y bebida, y apetito desordenado de comer y beber”. Una vez más asimilo el alimento corporal a la necesidad abstracta, aunque más bien bastante material, de alimentarse de poder absoluto. El estudio de la carrera política de los políticos profesionales nos lleva a constatar su ambición como uno de sus resortes energéticos, lo que tampoco tiene nada de malo, cada uno de nosotros se motiva con lo que puede, debe o encuentra. Pero todos los excesos son malos y, en el caso del poder, “el poder absoluto corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Lo peor de esto es que todos los gobernados y administrados, sin excepción, pagamos las consecuencias de este desenfreno.

 

ENVIDIA. El Diccionario de la Real Academia Española nos da la siguiente definición: “sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee”. Aunque se trata de una subjetividad, una serie de apreciaciones de dicha subjetividad nos aporta datos objetivos. De nuevo es el caso de la 4T y de su líder. A falta de resultados ostensibles pues apenas llevan cuatro años en el poder -el anterior partido hegemónico, y luego solo dominante, duró setenta años en la presidencia de la república-, el sentimiento de enojo se materializa culpando a sus antecesores de todos los males habidos y por haber, más los que se acumulen como resultado de sus propios errores.    

 

PEREZA. Encuentro en Google la siguiente definición: “Negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados”. Encuentro de inmediato un par de ejemplos ilustrativos de la 4T y de su líder relacionados con este defecto de carácter, se trata de la preparación del Plan Nacional de Desarrollo en vigor. Originalmente tuvo dos versiones: una primera preparada en Palacio Nacional y otra preparada en la Secretaría de Hacienda; la primera es un discurso político sobre los asuntos públicos, sin cuantificación ni programación; la segunda, un documento técnico preparado por personal técnicamente calificado. 

 

El líder de la 4T envío a la Cámara de Diputados para su aprobación solo la primera versión del PND; el entonces secretario de Hacienda renunció -luego hubo otro secretario de Hacienda que también renunció- y ahora es un crítico del gobierno con datos de primera mano. El desarrollo nacional está detenido y de ello todas las mañanas se buscan culpables en lugar de ponerse a trabajar para lograrlo: otro ejemplo de pereza. Pues ni siquiera hay una agenda pública de las actividades cotidianas del titular del Ejecutivo Federal. ¿Cuándo acuerda con los titulares de los distintos ramos? Ni una noticia: pereza. 

 

La administración pública, el gobierno del país, se limita a una reunión en la madrugada supuestamente sobre seguridad pública, una conferencia de prensa un poco más tarde y muchas giras para recibir el aplauso del pueblo bueno. También, de vez en cuando, manifestaciones multitudinarias con acarreados transportados desde todo el país por los ejecutivos locales surgidos del partido gobernante, que vienen a la plaza central de la Ciudad de México a aplaudir al líder de la 4T. Todos los pecados capitales en acción.

 

Ciudad de México, 9 de abril de 2023.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México). Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA). Autor de libros de Derecho Público, Privado y Social; Administración Pública y Ciencia Política; sus libros se encuentran en librerías y en Amazon.

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