LA NUEVA MINISTRA DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

Seguramente coincidirá usted conmigo en que cada quién pone o asigna a sus hijos el nombre que se le pega la gana, pues así lo hemos hecho usted y yo y todos nuestros familiares, amigos y conocidos. A veces puede surgir alguna dificultad entre los progenitores por falta de acuerdo; pero, normalmente, para zanjar las diferencias los padres y madres mejor le ponen a su primogénito o primogénita su propio nombre y asunto arreglado. Aunque quede o vuelva a surgir el problema cuando hay más hijos y nuevos nombres a escoger. 

 

Como todavía cerca del 80 por ciento de los mexicanos profesamos la religión católica, supongo que, en ese mismo porcentaje de familias por lo menos, viene en auxilio de tan difícil decisión, sobre todo cuando hay polémica entre los progenitores, el santoral de la religión que se profesa. La Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, ofrece infinidad de nombres a escoger; universo al que entra, ocasionalmente, en auxilio de la difícil e importante decisión a tomar, un personaje de moda, por ejemplo, un cantante o un actor de telenovela o un personaje o evento político, cuyo nombre quiera ser recordado por los padres de la criatura sea por alguna afinidad o por evidente simpatía.

 

Pero si los padres no profesan esa religión católica o tienen otras preferencias que deseen festejar en el nombre de sus retoños, la nomenclatura de los grupos étnicos originarios de nuestras tierras nacionales latinoamericanas, por ejemplo, ofrece espléndidas consonancias. Más aún, puede haber ciertas combinaciones fáciles de identificar, aunque sean de consonancia acaso extraña -pero que con el tiempo los interesados rápidamente se familiarizan-, por ejemplo, combinar nombres de países, eventos o personas.

 

Recuerdo haber conocido en París, hace ya muchos años, a una joven alemana -muy guapa, por cierto-, cuyos padres que habían vivido en México le pusieron por nombre “Manita”; porque les gustó la consonancia y el significado -hermana, en diminutivo- que en el lenguaje coloquial nuestro tiene esa expresión. Pero alguien me platicó también que unos padres que vivían en una ciudad ribereña vieron un enorme barco de la armada de los Estados Unidos y les gustó su identificación, por lo que pusieron a su hijo el nombre de “USNAVY”.

 

Bueno, pues parece que algo de todo esto sucedió también en el caso de la familia Batres Guadarrama, cuyos jefes de familia escogieron para sus hijos nombres para recordar de manera imperecedera a personajes políticos vinculados a luchas sociales que ellos consideraron dignas de remembranza. De tal forma que a su hijo varón le llamaron Martí, para recordar al héroe y poeta cubano José Martí -permanente inspiración, por cierto, de cuanto hizo y dejó de hacer en ese país el dictador y asesino Fidel Castro, según este mismo no se cansaba de recordar durante su prolongado mandato-. El niño que recibió ese nombre ahora es el jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

 

Esos padres tan comprometidos con las luchas sociales pusieron por nombre a una de sus hijas “Valentina”; para recordar a Valentín Campa, ese legendario líder sindical y político de izquierda que fue candidato presidencial del Partido Comunista Mexicano. Aunque haya sido candidato no registrado oficialmente, pues el candidato presidencial del entonces partido hegemónico, José López Portillo, formalmente no tuvo contendiente. Pero lo importante es que su candidatura, la de Campa, abrió el paso a la negociación política entre el gobierno del Partido Revolucionario Institucional y algunas formaciones políticas de izquierda -como se reclama el gobierno actual-. El caso es que esa niña llamada Valentina es ahora diputada local en la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México.

 

Pero como la familia Batres Guadarrama fue bendecida -según mi manera de entender la vida- con más hijas, a otra más la llamaron “Viétnika”, una combinación de las palabras Vietnam y Nicaragua -dictaduras de izquierda ambas (hago la aclaración pues también hay dictaduras de derecha), una en Asia y otra en América Central-. Esta niña ahora está dedicada por el momento al periodismo -según consigna (al igual que los otros datos onomásticos que aquí comento) el diario “Reforma” en su edición dominical-, pero le auguro un futuro político prometedor.

 

Una niña más -es decir, otra bendición para esa familia- recibió el nombre de “Lenia” para honrar -en dicha familia- la memoria de Vladimir Ilich Ulianov Lenin, el revolucionario que enfrentó al Imperio Ruso y que, después de asesinar al zar depuesto y a toda su familia, dio origen a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Aunque esta unión de repúblicas ya desapareció después de la caída del Muro de Berlín, como consecuencia del evidente desastre económico y corrupción en ese tipo de gobiernos dictatoriales de izquierda -desde luego que las dictaduras de derecha son igualmente corruptas-. Esa niña ahora que ya ha crecido acaba de ser designada por el presidente de la república como ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

 

Este breve relato aporta varias conclusiones sobre la buena fortuna de la familia Batres Guadarrama -independientemente de que usted o yo difícilmente, o jamás, hubiésemos escogido esos nombres para nuestros hijos-.  No solo la buena fortuna al ser premiada por la vida con varios hijos, sino también porque todos ellos han sido lo suficientemente talentosos para destacar de manera particularmente espléndida en la vida política del país.

 

Concluyo esta crónica familiar recordando que las ideologías políticas oscilan entre una mayor y una menor intervención del Estado en la economía y en la vida de la sociedad. Para algunas ideologías -las de izquierda-, lo ideal es un Estado sin sociedad y, para otras -las de derecha-, una sociedad sin Estado. Como yo no soy ni de izquierda ni de derecha sino todo lo contrario, solo me pronuncio a favor de un Estado que resuelva los grandes problemas nacionales sin grandes ni graves costos para la población de ese país -¿cuál?, el que usted quiera, pero de preferencia, para mí, el país en el que me tocó vivir, reproducirme y morir-.

 

Como en eso de resolver los grandes problemas nacionales intervienen muchos factores, metodologías y procedimientos, y cada ideología propone los propios, pues resulta necesario escoger algunos y también -mediante el voto, en los países donde se puede votar (siempre que no sean de izquierda)- alguna de esas ideologías y las personas que las postulan. Lo que hace necesario situar en el contexto mexicano actual lo que acabo de platicar.

 

Como los mexicanos -todavía- estamos siendo invitados a tener que escoger el año próximo una presidenta de la república que tenga ideas -y personas afines a ella y a esas ideas- para resolver los grandes problemas nacionales -sobre todo los muchos que deja la autodenominada “Cuarta Transformación” (4T)-, el nombramiento de una nueva ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es muy importante; sobre todo para efecto de mantener o defenestrar lo poco que se ha avanzado en México durante lo que fue la transición mexicana a la democracia. Es decir, entre otras cosas, lograr procesos electorales donde se cuentan los votos y se cuentan bien; así como organismos constitucionales autónomos para limitar el poder siempre desmesurado del presidente de la república.

 

Solamente que, en mi opinión, la pluralidad partidista que dicha transición permitió conseguir quedó convertida o permitió el acceso, ahora, a un presidencialismo populista, autoritario, militarizado, ineficiente e igualmente corrupto -exactamente como su principal líder nunca se cansó de acusar a los gobiernos anteriores-. Sin que esté a la vista la solución de los grandes problemas nacionales, particularmente los de la pobreza y la desigualdad.

 

En este contexto, la división de poderes en un gobierno republicano democrático, en el que los pesos y contrapesos de los diferentes poderes y órganos de gobierno permitan un control del poder político -de todos es sabido que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente-, la función de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como árbitro autónomo, independiente e imparcial para vigilar el respeto a la Constitución y las leyes por parte de las autoridades electas por nosotros los ciudadanos, es fundamental y decisiva. 

 

Lamentablemente, por la identificación ideológica y la militancia partidista de la nueva ministra Lenia Batres Guadarrama, no tengo la menor duda de que durante los quince años de su encargo estará permanentemente al servicio de la ideología y del partido político que la encumbró a ella y a su familia. Así lo anunció con toda claridad durante el proceso de selección, evaluación y designación fallida por parte del Senado de la República; proceso que culminó con la designación personal del presidente de la república a favor de la ministra que, con su nombre de pila, su familia -y supongo que ella misma, con su conducta política- honra la memoria de un dictador.

 

Ciudad de México, 18 de diciembre de 2023.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México). Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA). Tiene la Especialidad en Justicia Electoral otorgada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Es autor de libros de Derecho Público, Privado y Social; Administración Pública y Ciencia Política; Derecho Electoral y Derecho Procesal Electoral; sus libros se encuentran en bibliotecas, librerías, en Amazon y en Mercado Libre. Las recopilaciones anuales de sus artículos semanales están publicadas y a la venta en Amazon (“Crónica de una dictadura esperada” y “El Presidencialismo Populista Autoritario Mexicano de hoy: ¿prórroga, reelección o Maximato?”); la compilación más reciente aparece bajo el título PURO CHORO MAREADOR. México en tiempos de la 4T” (solo disponible en Amazon).   

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