La muerte de un viajante

Joel Hernández Santiago

 

A las 9.16 horas de esa mañana del sábado 7 de enero todo iba como de costumbre. Muchos usuarios estaban entre las estaciones Potrero y La Raza de la Línea 3 del Metro de la Ciudad de México. Los vagones avanzaban. Empujones por aquí y por allá, como siempre… De pronto un fuerte golpe. Ruido de fierros crujientes. Estruendo. Golpes. Todos salían botados. Todo se volvió obscuro. Gritos. Lamentos. Dolor. Llanto. Terror… muerte.  

 

En un primer momento no supieron lo que ocurrió pero era evidente la tragedia porque –dicen algunos de los viajeros– había gente en el piso, la había incrustada entre fierros. Se percibía sangre y la gravedad de la situación hacía que se escucharan clamores a Dios. Estaban atrapados en un vagón del Metro de la Ciudad de México y sin escapatoria posible…

 

Tardó casi media hora para que comenzara a llegar el auxilio. Muchos intentaron escapar por su propio pie; para otros era imposible, estaban heridos. Los gritos seguían. Los lamentos de dolor de hombres, mujeres, niños, eran como taladro en los oídos y en la mente de los que seguían ahí.

 

Y sí. Luego vino la ayuda. El comienzo del rescate. Difícil. No sólo por el estado en el que quedó el vagón sino porque muchos de los viajeros estaban heridos. Cuatro de ellos atrapados entre fierros retorcidos. Gritos de auxilio y la urgente necesidad de salir de ahí, a la luz, a la vida… 

 

Algunos fueron trasladados a una clínica con la que la empresa del Sistema Metropolitano del Metro tiene convenio por el seguro. Muchos también salieron por su propio pie, aun heridos, para buscar ayuda médica en donde se pudiera. Afuera la gente se agolpaba. Muchos querían participar en el rescate pero no se les permitió. Y poco a poco se iba conociendo la magnitud de la tragedia… Una más… Una más… en el Metro de la Ciudad de México. 

 

Funcionarios del gobierno capitalino comenzaron a llegar. Por supuesto para conocer del tema y para mostrarse al mundo preocupados de la situación… y solidarios… 

 

La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum no estaba ahí. Estaba fuera de la capital del país, la misma capital que dice gobernar y para lo que tiene todo el apoyo presidencial, en las buenas y en las malas, como se sabe. Estaba de gira proselitista en Michoacán. Lo hace a distintos estados los fines de semana, dice que es su tiempo libre. No quiere recordar que su gobierno es de siete días y 24 horas a la semana. 

 

De hecho ya está fuera de sí como jefa de Gobierno. Es evidente que gran parte de su tiempo la ocupa en construir la candidatura para contender para la presidencia del país en 2024, por Morena. 

 

Va, viene, ajusta tiempos visibles para que se note que gobierna, pero puertas adentro está más atenta a lo que hacen las otras dos “corcholatas” como humillantemente llamó el presidente a quienes él mismo ha designado como sus posibles sucesores desde Morena.

 

En cuanto llegó dijo que “ha girado instrucciones de…”; “Que tiene que hacerse una investigación de qué fue lo que ocurrió” –como si no supiera la tragedia que ocurrió-. Que la Fiscal de la ciudad de México abrirá distintas guías de investigación para conocer las razones de lo que pasó –una investigación que puede estar a modo, como ocurre en otros casos y como ocurrió con la famosa tesis de licenciatura de la Ministra de la Corte Yasmín Esquivel en la que aseguraron que no plagió y que sí fue plagiada, ¿ese será el tono del resultado de la investigación?…

 

Lo que es cierto aquí y ahora es que los capitalinos de trabajo y de esfuerzo diario, los que viajan en el Metro de la Ciudad de México lo hacen en un medio de transporte que es trágico por sí. Que no está en condiciones de garantizar seguridad para los usuarios. Que está viejo y descuidado. 

 

Que además de viejo y descuidado está hecho de chatarra que no ha querido y no han podido cambiar porque a lo largo de los cuatro años de este gobierno el presupuesto que se le tiene asignado ha sido disminuido de forma irresponsable y criminal. 

 

La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, por su natural obediencia a los mandatos presidenciales, ejerce austeridad a rajatabla. No importa lo que resulta de ese ahorro mal entendido. Así que, en lo que va de su responsabilidad, el Metro no ha tenido un aumento real, sino al contrario, una disminución en los recursos para el mantenimiento y rehabilitamiento del Sistema.

 

De 2018 a 2023, el presupuesto nominal creció 7.4 %, es decir, pasó de 17 mil 548.9 millones de pesos, al orden de 18 mil 847.7 millones, pero en términos reales presenta una caída de 15.37 %, debido a las tasas inflacionarias que alcanzan casi el 23 % en el lapso mencionado. 

 

Y esto en un sistema que de por sí está colapsado y que transporta diariamente a casi cinco millones de usuarios. A diario retrasos absurdos y costosos, apagones, humo asfixiante en los vagones, vagones que salen de estación a estación con puertas abiertas. Falta de vigilancia y de apoyo a los usuarios que día a día se enfrentan y muchas veces de forma violenta. 

 

Por lo pronto, ya desde el gobierno de la Ciudad de México, y con apoyo en el gobierno Federal desde Palacio Nacional, seguramente están urdiendo alguna triquiñuela para exculparse, para acusar abusos de los “conservadores” “neoliberales” “enemigos de la 4-T” cuando el tema no es político –aunque la misma Sheinbaum lo ha politizado- sino un tema de seguridad, de vialidad, de derechos humanos y de responsabilidad de gobierno. Ni más, ni menos. 

 

Ese día 7 de enero de 2023 murió Yaretzi Adriana Hernández Fragoso. Tenía 18 años. Era estudiante de la licenciatura en Artes Visuales y Diseño de la UNAM. Ya no. ¿Claudia Sheinbaum evadirá su responsabilidad en lo que le corresponde? Por supuesto ella seguirá su campaña para ser presidenta de México… 

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