La guerra silenciosa

Una de las guerras anticoloniales más prolongadas del siglo XX y en lo que va del XXI se libra en Papúa Occidental, una nación asiática que ocupa la mitad de la isla de Nueva Guinea, colonia holandesa desde 1828.Tras iniciar su proceso independentista en 1961, Holanda fue presionada por los Estados Unidos, en el marco de la Guerra Fría, para que cediera la administración a Indonesia, para que recién en 1969, por medio de un referéndum el pueblo papuano optara bien por su independencia o la anexión a Indonesia.

Aquella consulta prometida por Washington, se convertiría en una burla a la voluntad del pueblo papuano. Indonesia, dispuesta a no entregar esa nueva posesión, practicó una campaña represiva desde 1963 a 1969 que dejó más de 30 mil muertos.

Para forzar el referéndum de 1969 a favor de la posición indonesia, en un proceso conocido oficialmente como el Acta de Libre Elección, las fuerzas represivas de Yakarta coaccionaron a los 1.026 líderes de las tribus papuanas, tomando de rehenes a sus familias y amenazándonos que de votar por la independencia sus familiares serian ejecutados. La opción anexionista triunfó por unanimidad.

Desde entonces la guerra de liberación que lleva los papuanos ha tornado en combates esporádicos, seguidos por campañas represivas de altísima perversidad por parte del TNI (Fuerzas Armadas Nacionales de Indonesia), donde los secuestros, las torturas y las desapariciones son constantes.

Las razones de los intereses de Indonesia en mantener esa colonia a precio de genocidio, acompañadas por el absoluto silencio de Occidente e ignorando por Naciones Unidas, quizás encuentre su respuesta en la riqueza del subsuelo de Papúa Occidental, explotado por corporaciones multinacionales. Como los vastos yacimientos de gas natural como el de Tangguh, operado en su totalidad por la británica BP, además cuenta con la mina de oro de Grasberg, la más grande del mundo, que está causado estragos ecológicos en su entorno operada por la norteamericana Freeport-McMoRan, junto al gobierno de indonesio. Además Papúa, cuenta con cobre, petróleo, con el segundo bosque tropical en extensión del mundo después del Amazonas. Cuenta también con áreas extremadamente ricas para cultivo. A pesar de las riquezas los papúes sufren niveles altas tasas de malnutrición infantil, enfermedades infecciosas y analfabetismo.

En esa guerra esporádica y asimétrica el pasado primero de diciembre, coincidiendo con el día que los papúes revindican su Independencia, tuvo un nuevo capítulo, que puede arrasar a una otra oleada de violencia, hombres pertenecientes al Ejército de Liberación Nacional de Papua Occidental (TPNPB), mataron a más de 20 trabajadores de la carretera trans-papuana, de quienes se tiene la sospecha eran soldados del TNI, en la provincia de Nduga, al norte de la mina Grasberg, donde el gobierno indonesio construye una carretera de 4 mil kilómetros, que se extiende desde Sorong, la ciudad más grande de Papua Occidental y cruzando montañas y bosques llega hasta la ciudad de Merauke, en el este de Papua de Indonesia.

A pesar de que el presidente indonesio, Joko Widodo, quien va por su reelección en abril, prometió terminar la carretera para desarrollar la región más pobre del “país”, afirma que la nueva ruta Trans-Papua traerá múltiples beneficios para el comercio y el desarrollo a esas regiones. Por su parte los papuanos occidentales ven en esa nueva vía una amenaza, a sus sueños independentistas ya que creen llegarán más migrantes indonesios y que el ejército tendrá más fácil acceso a esa región por momentos inexpugnable para los foráneos. Además de considerar que un mayor acceso a las tierras altas destruya su forma de vida, como sucedió con las poblaciones nativas de las tierras bajas próximas a la costa. Los avances en la construcción de la ruta, es lo que ha provocado que muchos papuanos occidentales vuelvan a la lucha armada contra el régimen de Yakarta.

El gobierno ha dicho que esos trabajadores muertos el primero de diciembre eran personal civil y desde entonces se ha iniciado una ofensiva militar del TNI en Papua Occidental, que ha continuado hasta la actualidad, con un número que se acerca a los 60 muertos en su mayoría papuanos.

Tras el incidente de diciembre, organizaciones papúes occidentales como el Free West Papua Movement (OPM) acusaron al ejercito del presidente Widodo de usar armas químicas durante sus operaciones, incluido el fósforo blanco, prohibido por la Convención de Ginebra, lo que fue negado por Yakarta a pesar de que un semanario australiano ha publicado fotografías de un aldeano con quemaduras graves y una pierna herida, ´similares a los efectos provocados por el fósforo blanco.

Prohibida la independencia

Este nuevo capítulo del movimiento independentista del pueblo papuano occidental, ha sido censurado por Ryamizard Ryacudu, el ministro de defensa indonesio quien ante el parlamento declaró que: “Papúa Occidental seguirá siendo indonesia y que no se les permitirá la independencia”.

Tres cuarteles generales del Comité Nacional de Papúa Occidental (KNPB), el brazo nacional de la campaña de liberación, fueron allanados por la policía y el ejército de Indonesia (TNI) en las últimas semanas, dos de ellos fueron destruidos y un tercero quedó a disposición de los militares.

La discriminación oficial contra los papúes indígenas, melanesios, relacionados étnicamente con los nativos de las Islas Salomón, Vanuatu, Fiji y Nueva Caledonia, y los abusos permanentes de la policía y el ejército indonesios están provocando más tensión entre la población local y las fuerzas de Yakarta.

Tres soldados indonesios murieron en un enfrentamiento con una docena de rebeldes en la provincia oriental de Papua, informó un vocero del TNI el jueves por la noche, las últimas muertes en medio de altas tensiones y violencia en la agitada región, están convirtiendo principalmente el departamento o regencia de Nduga en un área extremadamente inestable.

Las operaciones militares, están obligando de manera permanente que los aldeanos deban abandonar sus viviendas y busquen refugio en las regiones altas del país, frías y boscosas. Sabiendo que como ya ha pasado innumerables veces en los últimos 58 años que al regresar sus viviendas, santuarios, escuelas, centros sanitarios, cultivos y animales habrán sido quemados y muertos.

Amparados en las operaciones militares cientos de colonos indonesios, se aposentan en esas tierras creando lo que se conoce como transmigrasi (asentamientos), que con el apoyo de las autoridades de Yakarta despojan a los antiguos propietarios de sus tierras ancestrales.

Los llamamientos para que Indonesia ponga fin a las violaciones de derechos humanos por parte del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y las principales agencias internacionales como Amnistía Internacional, la Cruz Roja, el Consejo Mundial de Iglesias, Franciscan International y otros, incluidos los gobiernos, han sido rotundamente ignorados y todo lo contrario parece seguir intensificándolos. Dada la prohibición por parte de los mandos militares a la prensa internacional de visitar las áreas de conflictos la envergadura de los combates y sus consecuencias no se pueden cuantificar con exactitud.

El ejército de Indonesia dijo que tres de sus soldados, y entre siete y diez combatientes independentistas, murieron este último jueves siete de marzo, cuando una fuerza de entre 50 a 70 rebeldes con pistolas, fusiles y ametralladoras ligeras, lanzas y flechas, atacaron a un grupo de 25 soldados en un enfrentamiento que se extendió por varias horas.

El pasado 31, mientras se desarrollaba el bakar batu o “quema de piedras” una tradicional ceremonia religiosa de los pueblos papuanos, fue interrumpido por la policía en una clara provocación. Más tarde las fuerzas indonesias allanaron y destruyeron cuarteles generales del Comité Nacional de Papúa Occidental (KNPB), el brazo nacional de la campaña de liberación, fueron allanados por la policía y el TNI arrestando a varios militantes, mientras las operaciones de represión contra el movimiento separatista y la violencia continúa con más fuerza.

El 9 de mayo de 1996, en lo que se conoce como el incidente de Mapenduma, las fuerzas especiales del ejército indonesio o Kopassusasesinaron un número indeterminado de aldeanos, que presenciaban un cambio de rehenes, como todo lo que sucede en Papúa Occidental donde se vive una guerra silenciosa.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Sé el primero en comentar

Déjanos un comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


*