LA DURA LUCHA DE LAS MUJERES

¡QUE CONSTE,… SON REFLEXIONES!

POR SÓCRATES A. CAMPOS LEMUS.

         SEGURAMENTE MUCHOS ESTAMOS AL LADO DE NUESTRAS ESPOSAS, HIJAS, AMIGAS, SERES QUERIDOS EN ESTE DÍA HISTÓRICO PARA MÉXICO: EL DÍA DE LA LIBERACIÓN DE LAS MUJERES: EL NUEVE NADIE SE MUEVE

Pues algunos podrán decir muchas cosas, pero siguiendo los rastros del terror y del horror de la cotidianidad, la explotación, marginación y violencia en contra de las mujeres seguramente se podrán escribir historias de horror y de terror basadas en la realidad en el país.

Hace ya muchos años, cuando comenzaron las migraciones de Guatemala a México para que muchos se pretendieran refugiar en los Estados Unidos he contado que estando de viaje por Salina Cruz, Oaxaca y estando reunido con unos amigos en un restaurante, de pronto llegó a nosotros una chiquilla flaca y con cara de angustia, llevando a su lado a dos chiquillos descalzos y con cara de asustados, la niña sin más dijo a los que estábamos en la mesa que si alguno de nosotros quería hacer el amor, la sorpresa fue mayúscula y el impacto brutal, nos quedamos callados y cuando iba a preguntarle las razones por las que hacía la propuesta, ella al ver que no tenía resultado, pues dijo que nos podría masturbar o hacer algo con la boca, así que al preguntarle lo que le sucedía, la pobre niña ya no se aguantó y comenzando a llorar dijo que sus padres los habían perdido en el tren, la famosa “Bestia”, y que ella y sus hermanitos caminaron mucho y sufrieron muchos abusos en el camino y que no habían comido desde varios días y por ello ella pensó que podrían tener respuesta sus propuestas. Nos cotizamos todos y los invitamos a comer, incluso peleando contra los dueños del sitio que se oponían a que los “mugrosos se sentaran en sus mesas” y pues ni modo nos impusimos y uno de mis amigos se dirigió a la presidencia municipal y ahí consiguió apoyo y ayuda para esos chiquillos, abandonados, desamparados, violentados y sacrificados por el hambre y la marginación. Muchas veces he escrito esa historia, y cada vez que la cuento no faltan algunos lectores que me preguntan si es cierto, y les contestó que es la realidad en la zona de paso de los migrantes, violentados, explotados, saqueados, robados, engañados y perseguidos que viajan en “la bestia”, y al parecer, todos, se han quedado callados, impactados, como cómplices silenciosos de estas brutalidades que son las cotidianas en el país.

En otros tiempos también haciendo algunos reportajes por varias regiones en Chiapas, Oaxaca y Veracruz me encontré casos donde los padres nos ofrecían a sus pequeñas hijas en venta porque ellos se quedaban con los varones porque ellos les ayudarían en el trabajo duro del campo, en cambio las niñas solamente consumían y no producían, y al final, las tenían que dar en matrimonio y dar incluso una dote. Hace poco una joven muy orgullosa de su familia y de su abuelo, me comentaba que su abuelo, hoy un próspero comerciante en abarrotes, quedó huérfano a los tres años, su padre que era autoridad en un pueblo de la Sierra Oaxaqueña había sido asesinado por motivos políticos y su madre, en ese tiempo muy jovencita, porque se casaban niñas, pues ya tenía cuatro o cinco hijos, el mayor como de ocho años y así para abajo, y la madre se vino a Oaxaca porque acá le había dejado algunas propiedades su marido, y lo que es la vida de brutal, los hermanos y familiares del padre la obligaron a dejar a sus hijos, menos a la más pequeña que estaba en brazos y se fuera de Oaxaca amenazada con pistola en mano, y ella salió a la CDMX y se refugió en un colegio de monjas donde le dieron cobijo, a los demás pequeños, incluyendo a su hoy abuelo, los metieron en un internado y ahí los dejaron, al terminar la primaria el mayorcito los sacó a todos y los niños comenzaron a trabajar llevando harina y otro productos a los panaderos de donde aprendieron el oficio del abarrote, y el mayor pues de pronto desapareció y se fue a México, otro golpe brutal para los chiquillos y mujercitas dejadas a su abuelo que tuvo que hacer frente a la situación y mantenerlas con un trabajo duro y brutal de todos, hombres y mujercitas, al poco tiempo tuvo conocimiento que su madre se había enamorado de un cartero y se fue a los Estados Unidos y dejaba a su pequeña hija con las monjitas, el niño joven salió con sus hermanas a rescatar a la pequeña y traerla a Oaxaca. Muchos días de angustia y de abandono, de brutales acciones que golpeaban la vida y el corazón de esa familia sostenida por el valor de un niño huérfano y abandonado que salía adelante y formó una gran empresa que a la fecha existe con gran éxito, el jovencito es duro como ahora lo es el viejo de ochenta y tantos años que todos los días, incluyendo domingos y días festivos, atiende el negocio porque para él lo único que les salvó fue el trabajo constante, honesto y fuerte que les dio la vida. Claro que él poco visitó a su madre allá en los Estados Unidos, no entendió durante muchos años las razones del abandono y las circunstancias en que se dieron los acontecimientos y seguramente sigue clavado el inmenso dolor de años y sufrimientos en todos ellos, pero más en las mujercitas que hasta la fecha no han podido superar aquellos violentos tiempos de terror y horror, miseria, abandono y hambre.

Podríamos hablar de muchos temas sobre esas historias, incluso las familiares, porque mi madre y sus hermanas se quedaron huérfanas pronto de padre y el sostén casero lo fue mi tío Jorge, maestro, que les protegió con gran amor y respeto y que incluso por estar en esas condiciones y ver por sus hermanas y su madre no se casó, pero siempre se le veía con aquel semblante triste y pensativo, como recordando los viejos malos tiempos y de cómo al final de cuentas, en nosotros, sus sobrinas y sobrinos, como que se reflejaba en la paternidad que no gozó. Cada vez que le recuerdo con aquellos ojos verdes y cuidando su casa, protegiendo a una de las hermanas que había enviudado al matarle a su esposo, con tres niñas, pues seguía con aquella loza en la espalda. Seguramente triste siempre pero con el corazón y el alma totalmente complacidas y alegre con la misión cumplida, por ello, cuando lo recuerdo llevando sus cosas a vender al mercado dominical de Zacualtipán, se me llenan los ojos de lágrimas y de recuerdos y veo y repaso a cada una de las hermanas de mi madre en esa delicada fraternidad femenina y pido al Creador, que las cuide  en donde quiera que se encuentren…

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