LA CRIMINAL GESTIÓN DE LA PANDEMIA EN MÉXICO

 

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

La autora del libro con título Un daño irreparable y con el subtítulo ya señalado, La criminal gestión de la pandemia en México, publicado por Editorial Planeta en enero de este año, es la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie, doctorada por la Universidad de Harvard, profesora e investigadora de Microbiología, jefa del Laboratorio de Genética Molecular de la Facultad de Odontología de la UNAM, directora general de la iniciativa Salvemos con ciencia y asesora de proyectos para ayudar a controlar la pandemia de Covid-19 en México. Tal vez sea bueno agregar también que, según ella misma afirma: “Padezco obesidad y esclerosis múltiple, y a todas luces pertenezco a los grupos de alto riesgo”, por lo que es de gran utilidad personal para cada uno de los lectores de su libro llegar al epílogo del mismo para conocer la forma como ella contrajo Covid-19 y el tratamiento a distancia gracias al cual pudo superar esta enfermedad. 

 

Pero además de esta parte final que no deja de ser paradójica y anecdótica -pero sobre todo aleccionadora-, es conveniente referirse a los nueve capítulos en los que con el mayor rigor metodológico describe y evalúa el desarrollo de dicha enfermedad en nuestro país y, sobre todo, los errores y contradicciones en la gestión gubernamental del combate a la pandemia. Es precisamente por estas razones que explica con detalle que su libro se convierte, además de un reporte de investigación documental metodológicamente sustentado en las técnicas de investigación en Ciencias Sociales, en una denuncia y en una acusación muy importante para en su momento fincar la responsabilidad de quienes han realizado o se han prestado a la manipulación que la autora exhibe y comprueba a partir de los propios datos y declaraciones oficiales, por lo que su testimonio se vuelve irrefutable.

 

De ahí que la primera característica del libro y de su autora sea que sus afirmaciones se sustentan en la rigurosa base de datos que, como consecuencia natural de su formación profesional científica y de su vocación médica, fue formando  desde el inicio de la pandemia en el mundo, así como a lo largo del desarrollo de las decisiones estratégicas y políticas públicas que el gobierno federal fue poniendo en práctica a lo largo de estos meses, lo cual le permite señalar cada una de las fechas de esta cadena de desaciertos y de verdades a medias, según ella sostiene, con las que se ha pretendido contener la enfermedad en México. La lectura del libro se vuelve difícil porque poco a poco, a base de los datos duros que aporta, va uno adquiriendo indignación frente a las omisiones y equivocaciones de las autoridades sanitarias, en principio, pero finalmente atribuidas por la autora como principal y único responsable al propio presidente de la república. Sostiene, al efecto, que “Todo lo ocurrido, desde finales de diciembre de 2019, cuando en China se detectó el virus, hasta el día de hoy era evitable y ha sido consecuencia directa de las decisiones que se han tomado en el mundo”.

 

Ante la incertidumbre inicial sobre la amplitud de la enfermedad, “Como tantos otros problemas complejos, la pandemia requiere la toma de decisiones riesgosas. Por el efecto que podían tener, solo podían ser tomadas por los jefes de Estado. Se necesitaba que estadistas con gran visión tomaran esas decisiones difíciles”, afirma la autora, por lo que en los primeros capítulos de su libro narra las experiencias gubernamentales exitosas en países donde sus autoridades sanitarias y políticas tomaron las decisiones pertinentes. ¿Cuáles? Fundamentalmente, apoyarse en el conocimiento y la observación científica para prevenir -principalmente prevenir- y atacar la enfermedad. Pero en México ninguna medida de prevención se llevó a cabo, como va narrando de manera minuciosa, además de una absoluta y total falta de coordinación intergubernamental al interior de nuestro sistema federal de gobierno.

 

Más aún, las autoridades sanitarias -empezando por el “político disfrazado de científico” como lo define la autora, cuya fotografía aparece en la portada del libro-, pero también el propio presidente, señala, se burlaron y descalificaron las observaciones y la ruta crítica propuesta por un grupo de expertos con la mayor experiencia en el tema: los anteriores secretarios de Salud del gobierno federal. A los que desde luego no hicieron caso en su propuesta de revisar las decisiones estratégicas que hasta ese momento habían mostrado su total fracaso y que, al momento de escribir estas líneas, aunque sigan siendo un fiasco nunca han sido rectificadas. El gobierno mexicano, “Al estilo de López-Gatell de negar palabras suyas que han quedado registradas en video hay que sumar su propensión a culpar a otros -la prensa, los matemáticos, las enfermedades crónicas, los mexicanos en general- cada vez que las cuentas no le dan”.

 

A continuación, un resumen breve de las omisiones y contradicciones: “Muchas acciones y declaraciones de López-Gatell han llegado incluso a ser perjudiciales para contener los contagios. La lista es larga, pero cuatro han sido especialmente perniciosas: en primer lugar, la continua descalificación de medidas preventivas simples pero efectivas, como el uso de cubrebocas; segundo, la reiterada desinformación al sugerir que los portadores asintomáticos del virus no pueden contagiar a otros; tercero, la insistencia en que la realización de pruebas diagnósticas masivas no tienen utilidad alguna; cuarto, la constante directriz a la población de que los enfermos deben permanecer en casa y no acudir al hospital hasta tener síntomas graves”.

 

A lo cual, en otras páginas, agrega: “En la práctica, sin embargo, el protocolo de la Secretaría de Salud es muy claro: le ordenan a la población que “vaya pronto a revisarse”, pero al llegar no los admiten sino hasta que están graves. Les indican que vuelvan a su casa con una caja de paracetamol y otra de azitromicina, con instrucciones de regresar si se ponen peor. O sea, el discurso oficial no corresponde con lo que ocurre en la práctica en los hospitales”. Para continuar: “Por fortuna, nuestra red hospitalaria pública, hasta diciembre de 2020, no había colapsado, en gran parte porque se rechaza a muchos pacientes. Se les decía que volvieran a sus hogares a monitorearse, a contagiar al resto de sus familiares. En la actualidad, en México, en casos de COVID-19, solo se admite al paciente que ya tiene daño pulmonar severo. Médicamente, y salvo esfuerzos heroicos, ya es muy poco lo que se puede hacer por esa persona, a la que se ingresó demasiado tarde”.

 

En efecto, con cifras y fechas la investigadora egresada de la UNAM y de Harvard demuestra: a diferencia de otros países, la pandemia nunca ha sido controlada en México a pesar de las voces de triunfo y de autosatisfacción que un día tras otro escuchamos de los funcionarios del gobierno mexicano y del propio presidente. Sostiene la investigadora que “México entró en la primera oleada y allí se quedó, porque nunca se controló. Y asistimos a una aceleración y crecimiento de la pandemia”. Por ejemplo, precisa lo siguiente: “La positividad de las últimas semanas de noviembre fue de 45.1%, lo que rebasa la positividad general de toda la pandemia; esto quiere decir que hay un repunte, lo que no hay que confundir con un rebrote, porque aquí nunca se controló el primer brote: seguimos en él”. A pesar de la manipulación de las cifras, manipulación que la autora describe con detalle a lo largo de todo el libro. Mentira y manipulación acompañada de declaraciones victoriosas una y otra vez, que también describe con nombre de sus autores y fechas en que fueron proclamadas.

 

Pero si las sugerencias de los exsecretarios de Salud fueron motivo de burla y no fueron tomadas en cuenta, resulta que tampoco lo fueron las sugerencias de la Organización Mundial de la Salud. “Cuando ambos indicadores se duplican (el de muertes y casos de Covid-19), creo que esto es un problema bastante serio. Le pedimos a México que sea muy serio”, consigna la autora que a principios de diciembre declaró Tedros Adhanom, director general de la OMS, con motivo del manejo de la pandemia por el gobierno mexicano. Aunque no fue el único, puesto que la calificadora Bloomberg, por su parte, ubicó a México como el peor país del mundo para vivir durante la pandemia. Pero de todos modos nada cambió, pues con más de 163 mil muertos -cuando originalmente se estimaron seis mil- continúan los festejos reiterados por lo bien que el gobierno federal conduce la lucha contra la pandemia, aunque todos los días siga muriendo gente. 

 

La autora sostiene: “Lo que estamos viviendo en México con la pandemia no ha sido producto de un error, sino de una decisión consciente que ha cobrado ya la vida de más mexicanos que la suma de todos los desastres naturales que han afectado al país en el último siglo”. Cuando afirma “decisión consciente” es porque propuso y probó la siguiente hipótesis: “Alcocer (Secretario de Salud) y López-Gatell (Subsecretario) aceptaron la tarea que se les encomendó: manejar la pandemia en México sin gastar un peso”. Esto sucede, además, porque “Aunque los casos y las defunciones aumentan de manera alarmante, la estrategia definida antes del inicio de la pandemia se considera inamovible; los datos son solo descriptivos, se deja que las cosas ocurran y la autoridad se limita a reportarlos”. No obstante que, “La clave, pues, para lograr el control de un evento epidémico de esta naturaleza, ha sido siempre la prevención y la atención temprana, no los cuidados críticos que sirven sólo como un último recurso con poca probabilidad de éxito”.

 

Sostiene, entonces: “El presidente, que a costa de la muerte de la gente a la que tanto juró proteger, prefirió seguir invirtiendo en una refinería, un tren y un aeropuerto en medio de la peor crisis sanitaria que el mundo ha visto en el último siglo, zanjó así lo que terminó por definir la suerte de los 134 638 mexicanos que hasta el 11 de enero de 2021 han muerto por COVID-19”. Y concluye: “…asumir que 6000, 12000 o 30000 muertes son un sacrificio inevitable, para que la nación pueda tener el dinero necesario para las obras que favorecen al presidente, es un crimen”. No tengo argumentos para refutar las afirmaciones de la autora del libro, ¿usted sí?

 

Ciudad de México, 7 de febrero de 2021.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Doctorado en Estudios Políticos (París, Francia) y en Derecho (CdMx, México); posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (Alcalá, España) y en Regímenes Políticos Comparados (Colorado, Estados Unidos de América); Especialidad en Justicia Electoral (TEPJF, México); maestro en Administración de Empresa (EdoMex, México).

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