LA CONSTITUCIÓN DE OAXACA DE 1922

 

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

El próximo 15 de abril, los oaxaqueños -oriundos de una entidad federativa, Oaxaca, de la República Mexicana o Estados Unidos Mexicanos o México- festejaremos el primer centenario de la Constitución Política de nuestro Estado o entidad federativa, que orgullosamente denominamos y reivindicamos Libre y Soberano.

 

Ciertamente, en estos tiempos de globalización eso de la soberanía de una entidad federativa de un país que, como cualquier otro, tampoco puede presumir de ser muy soberano pues se escucha un concepto o meta difícil de alcanzar. En efecto, la historia de Oaxaca así lo demuestra. Si usted, amable lector, lectora, no es mexicano, le aseguro que lo que va a leer sucedió realmente. No intento ser imitador o discípulo de Gabriel García Márquez o de cualquier otro escritor del boom literario latinoamericano.

 

Hace cinco años, con bombo y platillo los mexicanos celebramos el primer centenario de las reformas a la Constitución federal de 1857, conocidas ahora y desde entonces como la Constitución federal de 1917. Así es que, para un observador por lo menos curioso, lo primero que pudiera llamar la atención es la diferencia de cinco años entre la Constitución federal y la Constitución local expedida conforme a los nuevos lineamientos revolucionarios recogidos por aquella.

 

Pues resulta que, el 3 de junio de 1915, el gobernador José Inés Dávila expidió un decreto aprobado por el Congreso del Estado para hacer saber que el Estado de Oaxaca reasumía su soberanía, hasta en tanto se resolviera la lucha de facciones entre los diferentes grupos que habían vencido al general golpista Victoriano Huerta. No decía exactamente así, pero era esto lo que significaba. Espero convencerle.

 

Vale la pena recordar que después de 30 años de estar en la presidencia de la República, a la que llegó después de encabezar un movimiento armado bajo el lema “Sufragio Efectivo. No reelección”; el general Porfirio Díaz, de origen oaxaqueño y varias veces gobernador de Oaxaca, fue derrotado por un dolor de muela. Tampoco hay que olvidar, por cierto, que respecto a la pacificación y a la modernización económica del país, una se consumó y la otra inició precisamente durante su prolongado periodo de gobierno.

 

El caso es que desde esos días de 1910 empezaba a germinar un levantamiento armado, con el que ese dolor de muela lo obligó a condescender y firmar los Tratados de Ciudad Juárez (21 de mayo de 1911); por virtud de los cuales renunció a la presidencia de la República y su vicepresidente convocó a elecciones, las cuales ganó el dirigente opositor a su gobierno, Francisco I. Madero.

 

El presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron asesinados (22 de febrero de 1913) por órdenes del jefe del Ejército Federal, el general Victoriano Huerta, quien después de ser cubiertas las formalidades de rigor se convirtió en presidente de la República, un golpe de Estado pues. Así es que de inmediato en diversas entidades federativas hubo levantamientos militares de protesta; el que tuvo mejor suerte fue el encabezado por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, quien tuvo la habilidad de reunir a varios otros insurgentes y darle un sentido más amplio a su lucha que solo derribar a Huerta, bajo la bandera del Plan de Guadalupe.

 

Una vez que Huerta fue derrotado, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista titular del Poder Ejecutivo Federal, es decir, el nuevo presidente en funciones, Venustiano Carranza, tomó la iniciativa de reunir a los gobernadores de los estados y a los generales con mando de tropa (con por lo menos mil soldados, incluidos los que fueran de leva, es decir, reclutados a fuerza) en una convención que de manera soberana resolviera los problemas de gobernabilidad del país. Las primeras reuniones fueron en la ciudad de México y las siguientes en Aguascalientes (10 de octubre a 9 de noviembre de 1914).

 

Entre tanto, los generales oaxaqueños de la región serrana habían depuesto a un anterior gobernador de Oaxaca acusado de colaborar con Huerta, así es que el nuevo gobernador o fue designado por ellos o nada más los obedecía para no entrar en problemas militares. A esa Convención fueron invitados el nuevo gobernador de Oaxaca y un representante del general serrano Guillermo Meixueiro. También asistió, pero como representante de otro general, el también oaxaqueño Manuel García Vigil.

 

En las reuniones de la ciudad de México, García Vigil, pero también los generales Álvaro Obregón y Eduardo Hay, acusaron a los oaxaqueños de ser conservadores, por haber apoyado al general Félix Díaz, quien se había sublevado junto con Huerta. Por lo que el gobernador de Oaxaca y su acompañante nada más fueron expulsados de la Convención y ya no pudieron ir a Aguascalientes; nada más, si se considera que solicitaban que los fusilaran o que los encarcelaran.

 

La Convención de Aguascalientes fue un fallido intento de gobierno parlamentario que se volvió una torre de Babel; acordó retirar de sus cargos a Venustiano Carranza y a Francisco Villa -jefe de la División del Norte-, y designó presidente de la República al general Eulalio Gutiérrez. Desde luego que Carranza no aceptó y se retiró con su gobierno a la ciudad y puerto de Veracruz, porque los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata entraron a la ciudad de México el 6 de diciembre de 1914 con sesenta mil hombres. Así es que la reunión convocada para ponerse de acuerdo se convirtió en fuente de nuevos enfrentamientos militares; ahora, entre convencionistas o villistas y constitucionalistas o carrancistas.

 

Es en este contexto político y militar nacional que el gobernador licenciado José Inés Dávila, designado por el Congreso del Estado, expidió el decreto de 3 de junio de 1915 al que ya me referí; el Estado de Oaxaca reasumía su soberanía en espera de ver qué facción militar ganaba, para ponerse de acuerdo con el triunfador, pero sin que tuviese que haber enfrentamientos en el territorio del Estado. No decía así textualmente, como ya señalé, pero eso quería decir.

 

Ahora bien, eso podría funcionar muy bien para el caso de los generales que luchaban en el norte del país, pero Carranza estaba en Veracruz, entidad colindante con Oaxaca, necesitado de aliados y recursos. Así es que, además de los espontáneos que nunca faltan -pues alguien por la zona de Pinotepa, cerca de la costa, se declaró constitucionalista-, las huestes militares, enviados y espías carrancistas fueron llegando a Oaxaca. En un percance desafortunado, otro asesinato, murieron el hermano de Venustiano Carranza, Jesús Carranza y su hijo y su sobrino, a manos de otro espontáneo en la zona oaxaqueña del Istmo de Tehuantepec.

 

Naturalmente que la comunicación entre el gobierno soberano de Oaxaca y el de Carranza en Veracruz quedó cancelada. Las derrotas militares de los soberanos los obligaron a cambiar la capital de la entidad de la ciudad de Oaxaca a Tlaxiaco, en la mixteca oaxaqueña, a donde se dirigió el gobernador José Inés Dávila; en tanto que los generales serranos se dirigieron a su reducto natural, la Sierra de Juárez. Así es que el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista ni tardo ni perezoso envió a un comandante militar y gobernador de Oaxaca, y después a otros dos o tres más ya como presidente de la República.

 

Conforme avanzaron sus victorias militares en el territorio del país, Carranza tuvo la habilidad de convocar a un Congreso Constituyente para proponer reformas a la Constitución de 1857; la misma que nada más había hecho a un lado y que el gobierno soberano de Oaxaca reivindicaba orgullosamente casi como patrimonio propio, pues un grupo de oaxaqueños encabezados por Benito Juárez participó en su redacción, perfeccionamiento y defensa cuando llegaron los franceses con un emperador austriaco para México. Pero era necesario dar forma en la Constitución a las banderas de los diferentes grupos de la familia revolucionaria, hasta donde fuera posible y sin comprometer la estabilidad política ganada, y también para acrecentarla; aunque fuera necesario redactar promesas imposibles, que es la hora que todavía no son cumplidas.

 

Una vez aprobadas las reformas o nueva Constitución, como usted prefiera, Carranza convocó a elecciones que desde luego ganó. El problema vino cuando se trató de la sucesión del presidente Carranza, pues los generales que se sentían con derecho a sucederlo, cuando vieron que prefería a otro candidato, un ingeniero, civil, es decir, no militar, mejor lo mataron, al presidente no al ingeniero. Parece que Carranza había hecho antes lo mismo con el general Emiliano Zapata. Así es que mejor, más rápido que a prisa, el Congreso de la Unión nombró presidente sustituto al general Adolfo de la Huerta, quien más tarde convocó a elecciones que ganó el general Álvaro Obregón, que tuvo como secretario de Gobernación al general Plutarco Elías Calles. Habían hecho lo mismo que Huerta, procurar u ordenar el asesinato del presidente constitucional; la diferencia es que ellos ganaron y escribieron la historia oficial que se enseña en las escuelas: todo fue una sucesión de gestas heroicas.

 

Para entonces el gobernador José Inés Dávila ya había sido asesinado con un tiro de gracia y su cabeza enviada a la ciudad de Oaxaca. Así es que el acuerdo para terminar con el gobierno de la soberanía vino con los generales serranos. Nada más que éstos ya se habían dividido y estaban en dos partes distantes, la Sierra Norte y la Sierra Sur de Oaxaca. Lo cual no fue problema pues nada más se tuvieron que firmar dos convenios: el Tratado de Coatecas y los Acuerdos de San Agustín Yatareni. Gracias a lo cual, un nuevo gobernador convocó a elecciones que ganó el general Manuel García Vigil, aliado y protegido del general Ávaro Obregón.

 

Un gobernador anterior, otro, ya había convocado al Congreso del Estado a realizar las reformas a la Constitución de Oaxaca, por lo que el proyecto que prepararon sus asesores fue discutido por la comisión legislativa correspondiente. Cuando llega el nuevo gobernador García Vigil, los diputados fueron a presentarle su trabajo, mismo que fue revisado por el secretario general de Gobierno -y gobernador interino cuantas veces el gobernador García Vigil viajaba a la ciudad de México-, Flavio Pérez Gasga -también cubrió un interinato más largo al año siguiente, cuando hubo un atentado en la ciudad de México en contra del gobernador García Vigil, dicen que auspiciado por el secretario de Gobernación-.

 

Así es que el Congreso tuvo un periodo de sesiones extraordinarias para discutir y aprobar las reformas propuestas por el gobernador García Vigil y sus colaboradores. El 4 de abril el Congreso aprobó el texto de la nueva Constitución y el 15 de abril fue promulgada por el gobernador Garcia Vigil. Algo, tal vez, no quedó bien todavía o no le gustó al gobernador, pues luego ese mismo año hubo una serie de reformas a la Constitución.

 

En 1923, el expresidente Adolfo de la Huerta se levantó en armas contra la candidatura presidencial de Plutarco Elías Calles; el gobernador García Vigil se unió a la rebelión delahuertista; como perdieron, García Vigil murió fusilado. Su biógrafo, Basilio Rojas, escribe que sus últimas palabras fueron: ¡Viva Oaxa….!

 

Concluyo para señalar que las Constituciones locales necesariamente se inscriben en el marco de la Constitución federal, y que la capacidad de innovar que tienen los legisladores locales por lo que toca a cualquier ámbito -ejecutivo, legislativo, judicial- se inscriben igualmente en las decisiones adoptadas en el lugar central de nuestro sistema federal de gobierno. El movimiento por restaurar la soberanía de Oaxaca es tan solo un ejemplo, la Constitución de Oaxaca de 1922 también.

 

Ciudad de México, 21 de febrero de 2022.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México); posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y posdoctorado en Regímenes Políticos Comparados (EUA); Especialidad en Justicia Electoral (Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación); autor de libros de derecho público, privado y social.

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