JOSÉ INÉS DÁVILA

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

Seguramente la mayor parte de los nacidos en años recientes -y, sobre todo, en no tan recientes- en el Estado de Oaxaca -entidad federativa de los Estados Unidos Mexicanos o República Mexicana, situada al suroeste del territorio nacional-, si no es que la totalidad, ignoran o desconocen el nombre de José Inés Dávila -lo cual resulta lamentable por los motivos que pasaré a exponer-. La razón de dicha ignorancia o desconocimiento es muy sencilla: la historia local de Oaxaca, o de cualquier parte, es desconocida por sus propios oriundos porque resulta sepultada al interior de la historia oficial nacional. 

 

Aunque con numerosas interrupciones durante el siglo XIX, desde 1824 formalmente la República Mexicana tiene una organización federal integrada por estados libres y soberanos en cuanto a su gobierno interior, conforme a las reglas del Pacto Federal, es decir, la Constitución General, que distribuye atribuciones entre los tres órdenes de gobierno: federal, estatal y municipal. Cada entidad federativa, por su parte, tiene y ha tenido su propia Constitución local conforme a los principios y reglas de la Constitución federal.

 

José Inés Dávila fue designado gobernador del Estado de Oaxaca durante el periodo en que ocurría el enfrentamiento armado entre las facciones militares que derrocaron al general golpista Victoriano Huerta, jefe del Ejército nombrado por el presidente de la República Francisco I. Madero, cuyo asesinato y el del vicepresidente José María Pino Suárez -el 22 de febrero de 1913-, fueron ordenados por dicho jefe militar después de haberlo sustituido en el poder.

 

En contra del gobierno encabezado por Victoriano Huerta -del 19 de febrero de 1913 al 15 de julio de 1914- se levantaron en armas sucesivamente diversos gobernadores, presidentes municipales y jefes militares que en su momento habían apoyado Madero -quien llegó al poder por la vía electoral, después de los Tratados de Ciudad Juárez con el gobierno del general Porfirio Díaz-; por lo que fueron surgiendo diversos liderazgos políticos y militares a lo largo del territorio nacional. Uno de esos gobernadores que se sublevaron en contra de Victoriano Huerta fue el del Estado de Coahuila -situado al noreste del país-, Venustiano Carranza, y uno de esos líderes militares que habían surgido en el norte del país fue Doroteo Arango, mejor conocido como Francisco -Pancho- Villa. Las victorias militares de Villa fueron determinantes para la derrota de Huerta y para afirmar el liderazgo político de Carranza.

 

Una vez derrotado Huerta, para consolidar su liderazgo político Venustiano Carranza convocó en la ciudad de México a una convención nacional de gobernadores y jefes militares con mando de tropa. Los convencionistas reunidos en la capital de la República lo primero que hicieron fue decidir continuar los trabajos de la convención en otro lugar en el que pudieran deliberar sin la presión de la presencia o cercanía de los ejércitos comandados por los jefes militares ahí mismo reunidos; quienes ya desde antes habían empezado a confrontarse por el liderazgo político nacional y por reivindicar sus propios objetivos para el nuevo gobierno.

 

Al efecto, el lugar designado fue la ciudad de Aguascalientes, capital del estado del mismo nombre, ubicado en la parte central del territorio del país. La Convención de Aguascalientes -que transcurrió del 10 de octubre al 9 de noviembre de 1914-, cuya legitimación política se sustentaba en la fuerza militar de los gobernadores y generales ahí reunidos para garantizar la formulación de procedimientos y objetivos comunes para el gobierno del país, tuvo entre otros los siguientes acuerdos:  1) Solicitar a Carranza -primer Jefe del Ejército Constitucionalista encargado del Poder Ejecutivo- y a Villa -jefe de la División del Norte- que abandonaran sus respectivos liderazgos, y 2) Designar como presidente de la República a un tercero en discordia, Eulalio Gutiérrez -antiguo minero experto en volar trenes, quien solo duró dos meses en el cargo y fue sustituido por Roque González Garza-. Como Carranza no se subordinó a las decisiones tomadas en la Convención de Aguascalientes que él mismo había convocado, empezó el enfrentamiento militar entre los ejércitos que poco antes habían derrotado al general golpista. 

 

Finalmente, el triunfo militar y político correspondió a Venustiano Carranza, quien -una vez aprendida la lección anterior- convocó ahora a un congreso constituyente sólo para reformar la Constitución entonces vigente, promulgada en 1857; congreso que se reunión en la ciudad de Querétaro, capital del estado del mismo nombre -también ubicado en la parte central del país-; cuyos trabajos de reforma son conocidos como Constitución de 1917, la cual fue promulgada por Carranza, quien convocó a elecciones, fue electo presidente constitucional, hasta que fue asesinado -el 21 de mayo de 1920-.

 

Mientras tanto, en Oaxaca, se sucedieron gobernadores designados, primero, por la Legislatura del Congreso del Estado y, más tarde, por Venustiano Carranza. El hecho histórico es que en ese periodo el último gobernador designado por la Legislatura del Congreso del Estado de Oaxaca -el 6 de diciembre de 1914- fue el licenciado José Inés Dávila, conforme a lo dispuesto en la Constitución local y la Constitución federal, ambas de 1857, cuya vigencia desde luego reivindicaban él, su gobierno y la Legislatura del Congreso.

 

El historiador oaxaqueño Jorge Fernando Iturribarría escribió que el “gobernante soberanista contaba con prestigio personal y profesional por sus altas cualidades, su don de gentes y su caballerosidad”. Durante su gestión, mientras ocurrían los enfrentamientos militares en el norte del país, el gobernador José Inés Dávila propuso al Congreso y éste aprobó -el 3 de junio de 1915- un decreto mediante el cual el Estado de Oaxaca reasumía soberanía y formalmente se sustraía de cualquier enfrentamiento militar.

 

Cuando en su momento por razones militares Venustiano Carranza tuvo que abandonar la ciudad de México, por iguales razones decidió establecer su gobierno en el Puerto de Veracruz -el 3 de diciembre de 1914-. Está claro que su supervivencia militar y política dependía de su presencia y dominio militar por lo menos en el sur del país, puesto que el norte del territorio era dominado por sus contendientes. Por lo que es evidente, también, que la posición del gobernador de Oaxaca le resultaba a todas luces inaceptable, por lo que nada más designó como jefe militar y gobernador del Estado al general Jesús Agustín Castro -quien ocupó militarmente la ciudad de Oaxaca el 3 de marzo de 1916-. Hubo entonces dos gobernadores en Oaxaca y dos ciudades capitales, Tlaxiaco y Oaxaca. Igual que antes hubo en México, simultáneamente, una república y un imperio.

 

Esto fue posible, por una parte, porque tropas carrancistas se encontraban situadas ya en varias partes del territorio del Estado de Oaxaca -la Costa, el Istmo y Tuxtepec-. Lo que, a su vez, trajo una escasez de maíz, trigo y frijol por su ocultamiento y por los precios elevados para su adquisición -pues los generales, además de robar vacas para alimentar a la tropa de “levantados” (a fuerza), emitían papel moneda ahí donde llegaban-; por lo que ocurrió una hambruna, que se complicó con una epidemia de tifo. 

 

El gobierno de José Inés Dávila -que en su momento abrió una casa de moneda- tuvo el apoyo de las tropas de la región de la Sierra Juárez comandadas por el general Guillermo Meixueiro, quien ante el asedio a la ciudad de Oaxaca y su previsible captura por las tropas carrancistas propuso que la capital se trasladara a la Sierra Juárez. Considerando que eso provocaría un aislamiento y dejaría en manos de los carrancistas las regiones más ricas del Estado, el gobernador Inés Dávila optó por trasladar la capital a Tlaxiaco -en la Mixteca oaxaqueña-; en tanto que Meixueiro y sus tropas se dirigieron a Ixtlán, en la Sierra Juárez. La defensa militar del gobierno que reivindicaba la soberanía de la entidad quedó así debilitada y condenada de antemano.

 

Para obtener el apoyo militar del general Emiliano Zapata, el gobernador José Inés Dávila se adhirió al Plan de Ayala, pero dicho apoyo militar no dejó de ser simbólico porque finalmente el gobernador José Inés Dávila fue derrotado y asesinado -el 31 de mayo de 1919- con un tiro de gracia después de haber sido herido. Poco antes, con motivo de las pláticas de los generales serranos con los carrancistas para pactar un armisticio, el gobernador se había opuesto expresamente y lo hizo saber en la ciudad de México. Para que significara un escarmiento, su cadáver fue decapitado y su cabeza trasladada a la ciudad de Oaxaca.

 

Con la facilidad que permite la distancia en el tiempo, sin duda que las decisiones aquí reseñadas brevemente que, en su momento, adoptó el gobernador José Inés Dávila, pueden ser ahora controvertidas. Pero, a la distancia también, hay algo que no puede ser controvertido: el gobernador José Inés Dávila buscó en su momento lo mejor para Oaxaca y los oaxaqueños, dadas las circunstancias en las que llegó a la gubernatura y aún a sabiendas de que ello podía costarle la vida. La desvalorización y el olvido son una forma de injusticia que no resulta extraña ni inusual cuando de historia oficial se trata. El del gobernador José Inés Dávila no es el único caso de un héroe local oaxaqueño que es un antihéroe nacional. Hay otros personajes de la historia local de Oaxaca que gozan del mismo privilegio. Porque en la historia oficial se entrecruzan la historia local y la historia nacional para anular la visión de los vencidos.

 

Por la falta de rigor histórico en la valorización de sus aportaciones personales como  gobernante de Oaxaca para beneficio de la entidad y de la congruencia de sus actos, resulta lamentable que ni una sola calle -si no en todas, por lo menos en varias poblaciones de la entidad-, ni una escuela primaria o secundaria, ni un aula universitaria, ni un mercado público, ni un jardín, ni una plaza pública, ni un auditorio, ni una efigie, en cualquier lugar del Estado Libre y Soberano de Oaxaca, lleve el nombre del gobernador José Inés Dávila, quien murió por defender la soberanía del Estado. Es natural entonces que, como señalé al inicio, la mayor parte de los oaxaqueños de hoy, si no es que todos, ignoren o desconozcan el nombre de este prócer oaxaqueño -un jurista, un idealista, un romántico, un quijote oaxaqueño, como el que más-: José Inés Dávila.

 

Ciudad de México, 24 de abril de 2022.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Doctor en Derecho por el Instituto Internacional del Derecho y del Estado (México) y doctor en Estudios Políticos por la Universidad de París (Francia); posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas por la Universidad de Alcalá (España) y posdoctorado en Regímenes Políticos Comparados por la Universidad de Colorado, Campus Colorado Springs (EUA); autor de dos tomos de la “Enciclopedia Parlamentaria de México” (Cámara de Diputados del Congreso de la Unión); coordinador y coautor de “Doctrina y Lineamientos para la Redacción de Textos Jurídicos, su Publicación y Divulgación” (tres tomos) (SEGOB); autor de “Técnica Legislativa, Control Parlamentario y Gobiernos de Coalición” (Editorial Flores).

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