HISTORIAS DE LA GUERRA

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

Hace muchos años, cuando mi familia y yo vivimos en la ciudad de París, estoy seguro que varias de las personas de nacionalidad francesa con las que convivimos habían sido niños o jóvenes durante la Segunda Guerra Mundial. Sin duda que la mayor parte de mis profesores en la Universidad de París habían sido niños o jóvenes en esa misma época. Esa guerra fue de 1939 a 1945 y nosotros vivimos en París de 1981 a 1984. 

 

Así es que cualquiera de las personas que entonces conocimos mayor de cuarenta años vivió la guerra y escuchó durante muchos años experiencias familiares acerca de esa guerra que ahora, sin conmovernos en lo más mínimo, vemos en las películas pero que transcurrió en los lugares por donde solía ir a pasear con mi familia. Recuerdo, por ejemplo, las imágenes de Adolfo Hitler mirando la Torre Eiffel desde la Plaza de Trocadero, entre el Museo del Hombre –donde están los restos del hombre de Cromañón-, el Museo de la Arquitectura Francesa y el de la Marina; a un lado del parque de juegos donde mis hijos se subían a dar vueltas en un carrusel. 

 

Pero jamás, ni una sola vez, durante las clases universitarias o las conversaciones con amigos y vecinos franceses escuché anécdotas o referencias a esa época. La verdad es que tampoco les pregunté sus recuerdos o experiencias al respecto, me hubiera parecido de mal gusto pero la verdad es que tampoco se me ocurrió. En mi vida personal, entonces y ahora, la guerra nunca ha existido, salvo en las películas y en las noticias. Porque leo los periódicos o veo la televisión y me doy cuenta que hay guerras en varios lugares del mundo todos los días. Pero no está por demás escarbar en los recuerdos, los de usted y los míos.

 

Por mi parte, solo guardo un lejano recuerdo de cuando mi abuelo paterno me platicó que siendo niño una bala pasó cerca de él e impactó en un peñasco -que desde luego me señaló- en el terreno de cultivo donde en ese momento él se encontraba muchos años atrás de nuestro paseo y conversación por el mismo lugar. Eran las balas del ejército carrancista que llegó a pelear en contra del ejército local de la Sierra Juárez, en Oaxaca, México. Muchos años después supe la fecha y el año de ese hecho, fue cuando los carrancistas tomaron la población donde él habitaba, ahí nació y ahí está sepultado. Pero no me platicó más. Tal vez prefirió no recordar que a su hermano mayor lo levantaron y nunca regresó. Era la época de la guerra civil ahora llamada Revolución Mexicana, una guerra criminal como todas las guerras, pero que cada año es recordada como una gesta heroica; desde luego que no lo puede ser para mí ni para mi familia paterna por la razón expuesta.

 

En París, un día que visité en su departamento a mis vecinos, ancianos, del piso siguiente vi la fotografía de un joven vestido de militar; pregunté quién era y la señora empezó a llorar. Otra vecina días después nos platicó la historia: ellos eran judíos y los vecinos franceses los ocultaban en la cava del edificio, debajo de nuestro departamento. Un día el joven no resistió el encierro, salió y nunca regresó; como el hermano de mi abuelo, el tío abuelo que nunca conocí.  

 

Hace unos días un dictador decidió invadir un país vecino. Las imágenes de las desgracias que causa en personas y familias en las ciudades del país que intenta conquistar pueden ser vistas a cualquier hora en los noticieros de televisión. Tal vez los primeros días esas imágenes pudieron conmovernos e incluso hasta indignarnos a algunos; pero poco a poco empiezan a dejar de hacerlo, a ser cotidianas. Tal parece que dejó de asombrarnos la ambición y la maldad de un déspota demente.

 

Soy profesor e investigador. No milito en partido político alguno, no soy activista social, no pertenezco a la milicia ni a ningún ejército, ni siquiera de ciudadanos. Leo y escribo, y trato de enseñar e investigar cuestiones útiles para explicar y comprender  la realidad social que heredamos, vivimos y construimos con nuestras acciones y omisiones; eso a lo que también se le puede llamar Política y Administración Pública, el título del que espero sea uno de mis próximos libros publicados este año. 

 

Pues soy un ciudadano más que solo tiene su voz, su pluma –que ahora es una PC con correo electrónico que encuentro en cualquier centro de fotocopiado en cualquier ciudad- y su voto. Son las armas que tengo para oponerme a las guerras, a la opresión, al mal gobierno, a los dictadores, a los déspotas demenciales cuya ambición de poder, dinero y prestigio los lleva a causar tantas desgracias ajenas; que quieren justificar con argumentos que los profesores e investigadores –aunque también otros, como periodistas y comunicadores- se dedican a destruir o a apoyar, a exhibir o a ocultar. El caso es que esas son mis armas y son las únicas que tengo.

 

Ciudad de Oaxaca, México, 7 de marzo de 2022.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos por la Universidad de París (Francia) y doctor en Derecho por el Instituto Internacional del Derecho y del Estado (México); posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas por la Universidad de Alcalá (España) y posdoctorado en Regímenes Políticos Comparados por la Universidad de Colorado, Campus Colorado Springs (EUA); cursó estudios en el Hammersmith and West London College (Inglaterra).

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