Gabinete histórico

Joel Hernández Santiago

 

Una de las fortalezas que mejor contienen a un gran mandatario es, primero, reconocer que en el barco del poder no viaja solo y, enseguida, que a éste lo acompaña un equipo de los mejores hombres y mujeres especialistas en su materia y que hacen que las cosas funcionen de forma eficiente, exacta, precisa. 

 

Hay muchos ejemplos en la historia que dan cuenta de jefes de Estado, mandatarios, monarcas, que sobresalieron en su gestión por sus propios talentos y vocación; que dejaron honda huella entre su pueblo porque supieron rodearse de la mejor gente; de la más calificada y la más dispuesta y coordinada para llegar, todos juntos, pueblo y gobierno, a buen puerto.  

 

Winston Churchill fue un primer ministro ejemplar de Inglaterra y de quien se conservan los mejores recuerdos en su país. Al asumir la responsabilidad formó un gabinete de guerra de cinco hombres que incluía a Chamberlain como Lord Presidente del Consejo, Clement Attlee como Lord del Sello Privado (más tarde como Vice primer Ministro), Halifax como Secretario de Relaciones Exteriores y Arthur Greenwood como ministro sin portafolio. Y así. 

 

Y sólo así pudo echar adelante a su país, participar victoriosos en la Segunda Guerra Mundial y dejar una estela de buen gobierno y responsabilidad pública. 

 

En México, el presidente Benito Juárez supo rodearse de los mejores hombres durante la Reforma: Melchor Ocampo, Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias, Ignacio Mariscal, León Guzmán, Guillermo Prieto… Y tantos más. Son los que rescataron a México y dieron paso a uno de los mejores momentos en la historia: La República restaurada. 

 

Otro caso es Lázaro Cárdenas quien puso orden en al país y rescató los bienes de la nación, impuso la soberanía nacional y mantuvo estabilidad política y de gobierno. El pueblo lo quiso. El pueblo aún lo recuerda con buen ánimo. 

 

Es así. Un gobierno se construye con la mejor gente, con la más vocada, experta y entendida en su materia; sobre todo en momentos de crisis. En tiempos den los que se pone a prueba no sólo el talento del jefe de estado, jefe de gobierno o munícipe; también se pone a prueba la disposición y la vocación y la inteligencia de quienes hacen gobierno con él, para salir de los tiempos difíciles. 

 

Un gabinete no debiera construirse con amigos sólo por el hecho de serlo; no se construye para pagar favores o cuotas de poder; no se construye con personal improvisado y mucho menos ambicioso de poder y dinero; no se construye con gente que tiene voluntad pero no sapiencia; no se construye con el puro sentido de la fidelidad; no se construye para mostrar poder único. 

 

A nadie, a ningún mandatario ni al país, conviene un gabinete anulando, minimizado, sometido al ‘obedecer y callar’, cuando debiera ser una tabla de equilibrio en la que todos y cada uno de los integrantes hacen un cuerpo único, responsable y fuerte, para bien conducir al país.

 

¿A qué se debe que no ocurra así? ¿Es un signo de debilidad no hacerse de los mejores hombres y mujeres? ¿Por qué hay gobiernos fallidos a causa de gabinetes fallidos?

 

Quizá una de las reglas de la democracia debiera incluir que cuando se va a votar por un nuevo gobernante, el candidato de a conocer a quienes integrarán su gabinete, así el elector sabrá si se cuenta con las agallas, el conocimiento, los talentos, las vocaciones y el sentido de la responsabilidad suficientes para garantizar ese buen gobierno prometido. 

 

Pero, en cada uno de los estados del país, en sus gobiernos, hay cambios frecuentes de secretarios de gobierno, de directivos, de funcionarios de distintos niveles. Y se supone que estos cambios son para bien, que eran necesarios, y sigue el trabajo con gente nueva. ¿Por qué no se midieron calidades, capacidades y vocación antes del nombramiento? ¿Es cosa del factor humano?

 

En México, de pronto se anunció un gabinete único, excepcional, dispuesto al sacrificio del trabajo de tiempo completo y salarios acotados por la regla de la austeridad. Un gabinete que habría de llevar a cabo la cuarta transformación. 

 

De pronto y de manera estruendosa fue despedida de la ahora ex secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval. Una funcionaria que dio muestras de estar con el gobierno, incluso, dejando pasar asuntos que merecerían otra ruta y otro legajo legal. Esto creo impunidad. 

 

Así, error tras error. El vaso derramado fue que la ex funcionaria rompió la regla de la buena función pública al “impulsar a su hermano para el gobierno de Guerrero, al filtrar información dañina a sus adversarios políticos” al participar en política electoral, aun en contra de las preferencias presidenciales. Adiós. 

 

El gobierno de Ciudad de México anunció, luego de mucho mantenerla bajo resguardo y protección, la salida de la directora del Sistema de Transporte Público-Metro: Florencia Serranía. Error tras error y graves deficiencias de función y en el servicio, que no se solucionaron con prevención y si hubo mucha desidia. Lo grave ocurrió el 3 de mayo con la trágica caída del vagón de la línea 12. 

 

Han salido un gran número de funcionarios del gabinete federal inicial a lo largo de los casi tres años. La mayoría de ellos por no estar de acuerdo con las políticas de gobierno: Urzúa, Jiménez Spriú, María Luisa Albores, Graciela Márquez… 

 

En tanto el gabinete federal que queda y parece pasará a la historia por silencioso y discreto. ¿Es el mejor gabinete? ¿Es el gabinete que hará el mejor gobierno del a historia? ¿Será?

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