FELIPE, EL OSCURO

 

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

El subtítulo del libro de la periodista argentina Olga Wornat es todavía más elocuente y descriptivo: “secretos, intrigas y traiciones del sexenio más sangriento de México”; aunque todo indica que el actual sexenio lo va a superar con creces en el número de fallecimientos violentos y, además, con una política pública en materia de seguridad todavía difícil de definir; como no sea por la abstención expresa a perseguir y sancionar a los responsables directos de la violencia que tanto indigna a la periodista argentina, como indigna y atemoriza a cualquier persona sensible a lo que sucede en México en esta materia hoy y resida aquí.

Aparentemente se trata de un libro que corresponde al llamado periodismo de investigación que, de ser así, su único mérito sería el de poner ante la opinión pública el tema de la seguridad colectiva frente a los grupos de la criminalidad organizada y su eventual vinculación con las élites políticas que gobiernan los diferentes órdenes de gobierno del país. Lamentablemente, la oportunidad de analizar este grave problema de sometimiento del Estado Nacional a intereses particulares es perdida totalmente por la autora al privilegiar su intento, parcialmente cumplido, desde luego, de denigrar a un político que fue presidente de la república, Felipe Calderón, y que ahora mismo se encuentra en una etapa de confrontación y competencia política con el actual presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador.

Esta situación evidente trae como consecuencia que la lectura del libro pueda tener de antemano una conclusión distinta según se sea partidario o simpatizante de uno u otro de dichos políticos prácticos que en su momento lucharon, y en este momento siguen luchando, por obtener o mantener posiciones al interior del poder político estatal. Pudiera parecer, entonces que, para quienes no somos partidarios o correligionarios ni de uno ni de otro de dichos personajes -ni militantes de un partido, sino solo académicos con objetos de estudio específicos, pero al mismo tiempo, ciudadanos autónomos e independientes que observamos y estudiamos la realidad social con imparcialidad-, la lectura del libro sería un hallazgo de pruebas irrefutables de las debilidades de uno y otro, así como de la propia autora y su supuesta investigación. Empiezo, por lo tanto, analizando el rigor de la investigación de la periodista y su propósito evidente; porque es sobre el que resulta más fácil pronunciarse toda vez que las pruebas se encuentran en el propio libro.

Debo confesar que como académico cuyas líneas de investigación se centran en el derecho procesal constitucional, los derechos humanos, así como el gobierno y los asuntos públicos, me ha resultado muy difícil digerir el texto leído por varias sencillas razones metodológicas. Porque, de una parte, para respaldar sus afirmaciones la autora acude al testimonio de personas ya fallecidas que obviamente no pueden contradecirla o bien de personas que por razones de seguridad no aporta su identificación -justo la técnica de los testigos protegidos que denuncia en su libro-. Por otra parte, abusa de la adjetivación sobre la conducta del personaje objeto de estudio y de su entorno familiar y de colaboradores, de tal suerte que la condena de sus conductas está formulada de antemano, incluso antes de describirlas.

El libro se centra en anécdotas familiares y testimonios que recoge, algunos, de personas identificadas, pero los más delicados, reitero, de personas que permanecen en el anonimato, que dan pie a la autora para formular conclusiones y acusaciones según ella irrefutables. Si se pudiese obtener una constante de los testimonios que de buena fe algunas personas seguramente le aportaron -como la hermana del propio expresidente-, podría ser la siguiente: todo lo que dijeron fue utilizado en contra de Felipe Calderón y también de quien ofreció el testimonio. Aunque cabe añadir que varios testimonios más corresponden a adversarios políticos de Felipe Calderón y que, por lo tanto, difícilmente podrían haber aportado un testimonio que le fuese favorable. Sin duda es un estilo periodístico que puede gustar a muchos lectores pero que no soporta el rigor de un sistema de pruebas confiables, más aún si muchos de esos testimonios ofrecidos son sacados de contexto. 

El libro describe la tragedia nacional en materia de violencia derivada del combate al crimen organizado y acude a la amplia obra publicada sobre este tema -así como a algunas entrevistas realizadas por la autora a lo largo de su carrera periodística- para insistir con sus acusaciones y cerrar su relato con el testimonio de personas cuyas vidas individuales y familiares fueron destrozadas. Sin duda testimonios aterradores de esta tragedia nacional que sigue latente todos los días en nuestro país, hoy, no solamente durante el periodo de gobierno en la que ella pone su énfasis acusatorio.

Para efectos de mercadotecnia, la autora afirma que es un libro que escribió durante el periodo de gobierno de Felipe Calderón y que por obvias razones no le fue permitido publicar, además de haber sufrido amenazas para no publicarlo. Sin embargo, dados los numerosos episodios recientes a los cuales constantemente se refiere el libro, queda claro a un lector atento que se trata de una versión bastante reciente de un escrito cuyo tema se desarrolla durante el periodo de gobierno que condena sin conceder posibilidad de apelación.

Paso ahora a los otros personajes que involucra el libro que, aunque pone énfasis en uno -Felipe Calderón-, en realidad comprende por lo menos a cuatro presidentes: Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Naturalmente los tres primeros son acusados y condenados, en tanto que el actual queda como protagonista de una gesta heroica todavía inconclusa, según la autora.

Si realmente se hubiera tratado de un libro de periodismo de investigación -aunque más bien pareciese un libro por encargo, dado el momento de su publicación-, comprometido con el análisis y búsqueda de soluciones para uno de nuestros grandes problemas nacionales actuales, sin perder el valor de la denuncia, hubiera habido el análisis y evaluación de las políticas públicas en materia de seguridad y justicia en cada uno de dichos periodos; pero desde luego que el objetivo estaba centrado en desacreditar a uno de ellos, lo cual seguramente conseguirá en ese tipo de lectores a los que ya me referí.

No desconozco que, en principio, se trata de una cuestión de preferencias, aunque también de información y habilidades disponibles, para centrarse en determinado objeto de estudio. Una evaluación integral, sistemática, cuantitativa y cualitativa del diseño, implementación y resultados de las políticas públicas en materia de seguridad me parece que está pendiente por parte de los especialistas en la materia, entre los que desde luego no creo posible incluir a la autora del libro que ahora comento.

No tengo duda que se trata de un libro que se podrá vender muy bien, aunque no dejaría de sugerir a los lectores interesados en el tema, leer también el libro que comenté la semana pasada, Decisiones Difíciles, de Felipe Calderón, pues por razón natural son dos puntos de vista contrastantes sobre muchos temas comunes de ese periodo, particularmente la política de seguridad pública y el combate al crimen organizado. Tengo entendido que ya circula un tercer libro centrado sobre este tema y el mismo periodo, al parecer con un enfoque también periodístico y no tanto de evaluación comparada de políticas públicas -que es lo realmente útil para la toma de decisiones, sea como ciudadano-elector o como responsable de alguna de las áreas de gobierno involucradas directamente-; espero leerlo y dar cuenta de mi lectura.

Ciudad de México, 15 de septiembre de 2020.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Investigador Nacional, Nivel I. Miembro del Registro CONACYT de Evaluadores Acreditados. Área 5, Sociales y Económicas. Doctorado en Estudios Políticos, maestro en Administración de Empresas, licenciado en Derecho.

 

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