El secreto que revela la primera imagen de un agujero negro

Por primera vez en la historia se logró hacer una imagen real de un hoyo negro. Se trata de uno supermasivo, ubicado en la galaxia Messier 87 (M87), una galaxia elíptica gigante ubicada en el Cúmulo de Virgo y de Sagittarius A, el hoyo negro supermasivo en el centro de la Vía Láctea.

Los agujeros negros están formados por enormes cantidades de materia comprimida en un área pequeña, según la NASA, creando un campo gravitatorio masivo que atrae todo lo que lo rodea, incluida la luz. La existencia de agujeros negros es aceptada universalmente entre los astrónomos de hoy, pero todavía hay mucho que no sabemos sobre ellos.

¿Por qué no se había podido fotografiar?

Es difícil ver las sombras de los agujeros negros con claridad porque las imágenes son borrosas por el gas interestelar, además no existía un telescopio tan grande que pudiera lograrlo.

Sacarle una foto a un agujero negro no es nada sencillo, según los especialistas, los hoyos negros tienen tal gravedad que nada puede escapar de su atracción, ni siquiera la luz, y si un rayo de luz cae dentro, no puede volver a salir, de hecho no se fotografió el agujero en sí, sino la luz que está a su alrededor interaccionando con él, justo antes de pasar el borde de no retorno.

Por si fuera poco, aunque es un objeto supermasivo, es muy compacto y está muy lejos; visto desde la Tierra se ve pequeño. Es tan difícil como intentar fotografiar una naranja en la superficie de la Luna.

¿Cómo lo lograron?

El hallazgo fue posible con la colaboración internacional a través del Telescopio del Horizonte de Eventos (EHT, por sus siglas en inglés), una red de ocho radiotelescopios alrededor del mundo que observaron al mismo punto y captaron señales que un grupo de 200 científicos de una veintena de países convirtieron en imágenes inéditas.

Durante dos semanas en 2017, los ocho radiotelescopios del EHT se comportaron como un radiotelescopio gigante del tamaño de la Tierra, apuntaron todos al mismo punto, a dos agujeros negros supermasivos.

En cada telescopio se grabó la señal del objeto a observar, junto con la señal de un reloj atómico, que permitió después sincronizar las diferentes observaciones con la mayor exactitud posible.

Estos discos, con terabytes de datos cada noche, se enviaron a dos centros comunes del proyecto (uno en Estados Unidos y otro en Alemania), donde una supercomputadora recibió los diferentes discos y los sincronizó usando la señal del reloj atómico.

“Esto permite conseguir una resolución angular, una nitidez de imagen, comparable con lo que tendríamos si tuviéramos un telescopio del tamaño de la Tierra”, expuso Laurent Loinard, astrónomo del IRyA y colaborador del proyecto.

Participaron mexicanos en este logro

Uno de los equipos participantes es el Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano (GTM), ubicado a cuatro mil 600 metros en el Parque Nacional Pico de Orizaba, en el volcán Sierra Negra, Puebla. Está a cargo del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), Centro Conacyt, con la representación de la Universidad Nacional a través de Laurent Loinard, investigador del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica (IRyA) de la UNAM.

Con Información de Uno

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