DECISIONES DIFÍCILES

 

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

Recientemente, el profesor José Morales Ramírez -mi director de tesis de maestría en Administración de Empresas hace cuarenta años, en la Universidad Autónoma del Estado de México-, experto en cuestiones de planeación, administración, gestión, servicio civil, educación y muchas materias más como resultado tanto de sus tareas de estudio como de su experiencia práctica, me sugirió un par de veces leer el libro que hace poco publicó el expresidente de la república Felipe Calderón, Decisiones difíciles. En principio, no me apuré demasiado a leer el libro, tal vez por una cuestión de presunción personal que paso a explicar. 

 

Durante los seis años de su gobierno fui servidor público en la Secretaría de Gobernación y, entre otras actividades, al igual que en el sexenio inmediato anterior al suyo, tuve a mi cargo la instrumentación de un aspecto de la política pública de fomento de la cultura de la legalidad a población abierta -por eso me vino entonces y puse en práctica la idea de la campaña “Septiembre, mes del testamento”, como responsable que también era del Registro Nacional de Avisos de Testamento (una de las historias de éxito que evalúa Eduardo Sojo en su libro Políticas públicas en democracia)-, la cual se materializó,  entre otras acciones específicas, en la obra editorial jurídica bajo mi coordinación y en la organización de congresos anuales sobre temas jurídicos, de gobierno y administración pública, en los que participaron tanto académicos prestigiados como servidores públicos de primer nivel de los tres poderes de la unión federal. Así es que mi presunción consistía en suponer que conocía lo suficiente sobre ese periodo de gobierno -además, por mi lectura cotidiana de diarios nacionales y revistas-. Por fortuna atendí la sugerencia de mi profesor, compré el libro y lo leí de corrido pues me pareció sumamente interesante.

 

En cuanto tuve el libro en mis manos y lo empecé a leer, me di cuenta que está dedicado “A las y los servidores públicos que diariamente ofrecen lo mejor de sí mismos a México, especialmente a quienes lo sirvieron con honestidad cuando fui Presidente de la República” (a pesar del principio de presunción de inocencia, tal vez el autor hizo la precisión sobre la honestidad para excluir al ingeniero Genaro García Luna), así es que me sentí aludido y lo leí con más gusto. Tal vez también se podría pensar que por esto recomiendo ampliamente la lectura del libro, pero en realidad es por muchas otras cosas más que trataré de explicar brevemente.

 

Ciertamente, el tamaño del libro puede intimidar a un lector no habituado a transitar por quinientas páginas de puro texto y sin fotografías -estoy convencido, como profesor yo también, que unas cuantas fotos le hubieran dado un atractivo adicional para este tipo de lectores-. Claro que el libro se torna ameno en cuanto empieza uno a descubrir el contenido. Como era de suponerse, en alguna medida es un esbozo autobiográfico, de autojustificación e incluso de autoelogio, lo cual me parece la cosa más natural del mundo; sobre todo si se considera que el autor es un político profesional actualmente en nuevas actividades de política práctica.

 

Nunca he tenido la oportunidad de cruzar una palabra con el licenciado Felipe Calderón (me distinguiría y gustaría mucho poder hacerlo algún día), pero como alguno de mis compañeros de trabajo y también varios de mis jefes fueron sus amigos -y algunos también sus opositores- cercanos desde la juventud de su militancia partidista, pues esa parte en la que relata su ascenso como militante y dirigente de un partido que entonces se encontraba en una oposición política mucho más idealista que pragmática -como no fuese la rifa de coches y otros medios para conseguir recursos mediante deudas familiares-, pues ya la conocía hasta con algunos detalles que él reitera en su libro, como su enamoramiento y el cortejo incierto y prolongado a su esposa -una dama excepcional y combativa-. Además, hace muchos años leí el libro de Soledad Loaeza, El Partido Acción Nacional: la larga marcha, 1939-1994. Oposición leal y partido de protesta y, por si hiciera falta, mi abuelo materno, don Gonzalo F. Hernández Vallados, fue un militante activo y comprometido de ese partido político en Oaxaca -por lo que la primera revista de carácter político que leí en mi vida fue, en su casa, La Nación, el órgano oficial de difusión de su partido-; así es que esa parte del libro también ya la conocía.

 

La parte relativa a su triunfo electoral, desde el punto de vista procesal jurídico, tampoco fue algo nuevo pues entre otras materias me dedico a dar cursos y a escribir libros de Derecho Electoral y de Derecho Procesal Electoral; pero estoy seguro que el lector poco familiarizado con estos temas y con otros más de política práctica, va a descubrir cuestiones que ni se imagina que pudiesen haber hecho el actual presidente de la república o la actual jefa de gobierno de la Ciudad de México o el actual diputado Gerardo Fernández Noroña -situaciones, algunas, que recuerdo haber visto por televisión el día que ocurrieron, pero hay gente desmemoriada-. Como en cuanto salió publicado leí el libro de Carlos Tello Díaz, 2 de Julio -puntualmente citado en el libro que ahora comento- lo único que me extraña es que el expresidente Calderón no haya aprovechado otros párrafos de ese libro para convencer a los incrédulos o, mejor dicho, a los creyentes actuales, sobre cómo se las gasta ya saben quién.

 

Pero lo más importante del libro, a mi parecer, es conocer, constatar, advertir, la complejidad de la obra de gobierno a partir del testimonio de un actor central, el presidente de la república (el libro de Sojo sobre el gobierno del expresidente Vicente Fox es más detallado en el análisis de las políticas públicas, pero no fue escrito por el expresidente) dedicado a tomar decisiones (recuerdo ahora el libro Critique de la decision politique et administrative, de mi profesor y director de tesis en la Universidad de París, Lucien Sfez, profesor emérito de La Sorbona fallecido hace dos años). Por todo esto, el libro Decisiones Difíciles del expresidente Felipe Calderón es un libro que recomiendo ampliamente a los ciudadanos interesados en el rumbo del país, a los estudiantes de licenciatura y posgrado en todas las carreras de Ciencias Sociales, pero muy particularmente a los de Ciencia Política y Administración Pública, independientemente de su militancia o simpatía político partidista. Lo importante es conocer los problemas que enfrenta el gobernante y cómo los enfrenta. Solo partir de este conocimiento sobre el gobierno, y también sobre sus resultados, desde luego, es posible formarnos una opinión autorizada, fundamentada, sobre lo que observamos alrededor nuestro y que corresponde atender y resolver por quienes nos deben gobernar con calidad, eficacia, eficiencia y honestidad (en Europa -en México todavía no está en la Constitución- el derecho a un buen gobierno es un derecho humano). Facebook y Twitter son muy útiles para estar informados, leer periódicos y revistas lo introduce a uno en el análisis, pero hay libros cuya lectura es obligada para tener una idea precisa sobre ciertos hechos; es el caso del libro Decisiones Difíciles.

 

En algún lugar de su libro el expresidente Calderón relata: “Entregado mi texto a la editorial, ocurrió la detención del Ing. Genaro García Luna en los Estados Unidos…. Si llegara a demostrarse su culpabilidad, y se probaran los hechos de que se le acusa, ésta sería una gravísima falta a la confianza depositada en él por la sociedad, y en especial por sus propios compañeros de la Secretaría de Seguridad Pública”, pero sobre todo por su jefe, que era él. Este episodio les pesará mucho al expresidente Calderón y a su esposa, doña Margarita Zavala, en su nueva incursión política, porque no faltarán quienes lo aprovechen para acusarlos y desprestigiarlos, como lo hace la periodista argentina Olga Wornat en un libro que comentaré la semana siguiente.

 

Ciudad de México, 9 de septiembre de 2020.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

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