CÓMO MUEREN LAS DEMOCRACIAS

 

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

El título corresponde a un libro publicado en 2018 por dos profesores de la Universidad de Harvard -Steven Levitsky y Daniel Ziblatt-, politólogos ambos, dedicados durante dos décadas al estudio del comportamiento de una variable en diferentes países del mundo: la democracia. Naturalmente me dedicaré a reseñar el contenido del libro, pero necesariamente vincularé la reflexión de dichos autores a lo que ahora mismo sucede en nuestro país.

 

Si hubiese que resumir el contenido de este libro en unas cuantas palabras, diría que se trata de una mirada histórica sobre la formación de la democracia en Estados Unidos hasta llegar al momento actual -el gobierno del presidente Donald Trump-, para identificar las dificultades que ahora mismo existen para mantenerla. Lo anterior, a partir del estudio de dos factores que, en opinión de los autores, han sido centrales para lograr la consolidación democrática en ese país: la tolerancia mutua y la contención institucional (cortesía y reciprocidad) -les llama los “guardavías” de la democracia, aunque el traductor (español) del libro utiliza la expresión “guardarraíles”-; cuyo abandono pone en serio peligro la permanencia de la democracia en ese país, como sucede en muchos otros países de menor tradición política democrática. Traducido al lenguaje de los estudios políticos mexicanos, yo diría que ambos factores o “guardavías” que definen la variable democracia, según los autores citados, son: cultura política democrática y diseño institucional.

 

De mi lectura, identifico que para dichos autores existen los siguientes momentos cruciales, críticos, en la formación y permanencia de la democracia americana -norteamericana, para nosotros los mexicanos-: la guerra de independencia; la guerra de secesión; la creación del bipartidismo; el compromiso de 1877 que permitió la exclusión racial y facilitó la colaboración entre partidos; la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho al Voto de 1965; y el gobierno de Donald Trump. En cada uno de los capítulos reseña esos periodos y sus personajes relevantes.

 

El análisis del comportamiento de ambos factores a lo largo de la historia política de ese país nos permite a los lectores efectuar un recorrido indirecto, pero muy ilustrativo, de su historia social, militar e institucional; donde aparecen como momentos definitorios, en el pasado y para el futuro, tanto el abandono de la cuestión racial -al mantener la segregación de los americanos de origen afroamericanos, hasta las leyes ya mencionadas-, así como el gran reto de lograr una democracia multiétnica. Sobre todo, si se tiene en cuenta que la población blanca nativa dejará de ser mayoritaria a partir de 2044 y que nunca ha habido en el mundo, hasta ahora, una democracia multiétnica con éxito económico, estabilidad política e igualdad.

 

El diseño institucional -en los temas no previstos por el texto original de la Constitución- se construyó a partir de precedentes establecidos  por los fundadores del país, particularmente George Washington, quien para evitar la dictadura solo se reeligió una vez; precedente que fue respetado por Tomas Jefferson -primer presidente en funciones que acató esa norma no escrita-, hasta llegar a las reelecciones sucesivas de Franklin Delano Roosevelt, después de cuyo fallecimiento se aprobó la Vigésimo Segunda Enmienda a la Constitución, para limitar a dos periodos de gobierno de cuatro años cada uno el mandato presidencial.

 

La cultura política democrática, caracterizada por la tolerancia y el respeto al adversario, se construye también desde el inicio de su experiencia republicana; los autores la sitúan a partir de la creación de los dos grandes partidos políticos iniciales: federalistas (de John Adams) y republicanos (de Tomas Jefferson y James Madison). Más tarde, los herederos de los federalistas serían los demócratas quienes más tarde conocerían su propia evolución hasta llegar al momento de su identidad actual, tanto ideológica como del perfil de sus militantes (multiétnico).

 

Desde luego que hay varios temas en los que se cruzan la cultura política democrática y el diseño institucional, como es el que ahora mismo se conoce con motivo del fallecimiento de una jueza de la Corte Suprema, para elegir a su sucesor o sucesora; toda vez que al estar en los últimas semanas de su periodo de gobierno, surge la pregunta de si el presidente puede o no proponer a quien deba llenar la vacante; toda vez que la Constitución naturalmente no llega hasta este detalle y por lo tanto no lo especifica. Los autores encuentran aquí un ejemplo más, por cierto, de la ruptura de la contención institucional, al señalar el ejemplo de una fallida nominación para dicho cargo realizada por el presidente Obama en 2016.

 

Ruptura de la cultura política democrática entre los grupos políticos americanos que los autores identifican el actual como su peor momento, con el presidente Trump; aunque, ciertamente, no le atribuyen a él el origen de la misma, para lo cual describen con detalle los precedentes de actores políticos que empezaron desde antes -pero no hace mucho, apenas después de la Segunda Guerra Mundial- a ver a sus adversarios políticos como sus enemigos políticos.

 

Aunque el libro fue publicado cuando apenas iniciaba el periodo de gobierno de Donald Trump, ya para ese momento había evidencias suficientes de su contribución a mantener la ruptura de la contención institucional que privilegian los autores para hacer posible su vida democrática. Más aún, ya para entonces encabezaba una escuela de actores políticos populistas en diversos países, desarrollados o emergentes, pero francamente dedicados a minar las instituciones democráticas que los llevaron al poder.

 

En consecuencia, los autores en cita proponen y analizan en el caso de Trump -como para cualquier otro líder político- cuatro indicadores clave de un comportamiento autoritario: 1) Rechazo (o débil aceptación) de las reglas democráticas del juego; 2) Negación de la legitimidad de los adversarios políticos; 3) Tolerancia o fomento de la violencia; y 4) Predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación. Naturalmente que todos ellos son satisfechos por Donald Trump como lo demuestran dichos autores y, si somos atentos, igualmente por el hoy presidente de México.

 

Es natural suponer que, para dichos autores, como para cualquier otro dedicado al estudio de la democracia, ésta no se limita, ni remotamente, a los diferentes rasgos de la contienda electoral, sino a todos aquellos que supone la vida institucional; particularmente, el respeto a la división de poderes y a la autonomía que cada ente público tiene en su ámbito de competencia. Es por ello que reseñan con detalle la forma autoritaria como Trump, desde el inicio de su gobierno, presionó y, cuando pudo, cesó a los responsables de las agencias gubernamentales, formalmente independientes -como el FBI-, que no se subordinaron a sus presiones e intereses. 

 

El análisis del comportamiento y subordinación al presidente por parte de los dirigentes partidistas, de los congresistas y de los senadores republicanos, ocupa diversos capítulos del libro. También las grandes empresas de comunicación aportadoras de fondos para la campaña electoral del presidente Trump, cuya manipulación del electorado se vuelve decisiva en la construcción o destrucción de las carreras políticas de los actores que no se subordinan.

 

La política económica del gobierno actual y de algunos de sus antecesores es estudiada de manera marginal, sin ser el aspecto central, pues este espacio lo ocupan los factores –“guardavías”- a los que ya me he referido. Pero, indudablemente que se encuentra implícita la ruptura de un modelo económico neoliberal sustentado en el libre comercio y la cooperación internacional impulsados por los Estados Unidos, para dar paso a un proteccionismo industrial y comercial que Donald Trump ha sabido convertir en fuerza electoral, al movilizar a su favor a quienes han perdido sus empleos o sus expectativas de progreso en la operación del modelo neoliberal; por eso Trump se dirige a los “americanos de verdad” (nativos, anglosajones, blancos y cristianos), donde se encuentra su base electoral.

 

La mirada histórica de su país permite a los autores visualizar a muchos otros países en sus procesos de descomposición y abandono de sus democracias, así como de recuperación de las mismas, con el nombre y apellido de los protagonistas: Hitler, Mussolini, Franco, Ferdinand Marcos, Fidel Castro, Pinochet, Putin, Fujimori, Chávez, Maduro y Recep Tayyip Erdogan, etc. Para salvar la democracia cuando ésta ha desaparecido, los autores recurren al ejemplo de Chile, donde la “política de consenso” entre socialistas y democristianos les permitió derrocar a Pinochet en el plebiscito de 1988 y hacer de su país una de las democracias más estables y sólidas durante tres décadas. Hoy, en México, los partidos de oposición apenas alcanzan a tratar de recuperar una parte de sus espacios perdidos, pero todo indica que ni remotamente piensan abandonar la búsqueda de sus parcelas de poder para privilegiar la recuperación del espacio democrático nacional.

 

Los autores concluyen su libro proponiendo estrategias deseables para uno y otro bando en la contienda política americana -republicanos y demócratas (a los que identifican como la derecha y la izquierda política en ese país, respectivamente)-, a efecto de reconstruir o reconducirse hacia la tolerancia y la contención. Tal vez ésta sea la parte menos consistente del libro, pues las verdades y necesidades de la lucha por el poder han postergado desde hace tiempo -como los propios autores lo demuestran-, la tolerancia mutua y la contención institucional en políticos pragmáticos como Donald Trump y sus colegas o discípulos en otras partes del mundo.

 

El libro fue escrito antes de que Andrés Manuel López Obrador asumiera la presidencia de México, así es que sólo lo citan una vez para ponerlo como ejemplo de cómo los candidatos antisistema apuestan a la ruptura de las reglas de la competencia democrática; para ese momento no sabían que, al menos en México, por esa vía -y con el abrumador apoyo del electorado- también se puede llegar a la presidencia de una república.

 

El fin de semana pasado un grupo de personas iniciaron en la Ciudad de México un plantón que se anuncia por varios días, para solicitar la renuncia del presidente López Obrador; continúan así una movilización que lleva ya varios meses con el mismo propósito y que copia las estrategias de movilización política adoptadas por el hoy presidente de la república: estrategias de confrontación al margen o en los límites de los cauces institucionales de la competencia política.

 

Es aquí donde ese capítulo que he considerado el más débil del libro citado pudiera ser útil a los actores políticos mexicanos, siempre y cuando el nivel de confrontación entre el presidente López Obrador y sus opositores no hubiese rebasado ya los límites que permiten la tolerancia y la contención de los protagonistas. Ciertamente, tanto la permanencia de la democracia americana y de los atisbos nacionales de democracia en México, enfrentan, una vez más, el riesgo de sucumbir frente al autoritarismo en su versión populista.

 

Ciudad de México, 23 de septiembre de 2020.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Doctorado en Estudios Políticos por la Universidad de París (Francia); posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas por la Universidad de Alcalá (España), así como en Regímenes Políticos Comparados por la Universidad de Colorado, Campus Colorado Springs (Estados Unidos).

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