Camerún: la guerra de las lenguas.

 

Guadi Calvo*.

 

Las trágicas consecuencias que los siglos de colonialismo han desatado en el continente africano no se extinguen y siguen empujando a sus casi 1400 millones de habitantes a un trágico destino de hambrunas y muertes. Condenados al sino brutal el continente se sigue debatiendo entre guerras, corrupción, explotación, desertificación, degradación ambiental y sobre todo la pauperización de sus pueblos que obligan a millones a un exilio económico, que ha arriesgo de su vidas, buscan llegar a Europa en procura de algunas sobras de lo mucho que les han arrebatado.

Más allá de las guerras civiles que sufren Sudán del Sur o la República Centro Africana, la presencia de las bandas takfiristas que se extienden a lo largo de la vasta franja del Sahel; la descomposición infinita libia entre la guerra y los mercados de esclavos; los múltiples conflictos de la República Democrática del Congo, con una prolongada guerra civil de múltiples participantes: mesiánicos cristianos, marxistas, nacionalistas a la que ahora hay que sumarle una organización vinculada al Daesh, además de epidemias como el Cólera que ya ha matado a miles de personas y el saqueo sin control de sus riquezas naturales como el coltán, por mafias locales e internacionales, convierten a la RDC, en uno de los dramas más atroces y ocultos que vive la humanidad.

La lista de calamidades africanas puede continuar casi infinita. Nigeria y la guerra contra Boko Haram, naciones milenarias que reclaman sus ancestrales territorios como los Tuareg y los Saharauis y así sumar y seguir sumando nombres a la tragedia que se inició a principios del siglo XIX.

Camerún es un nuevo conflicto separatistas, que ha generado en los últimos tres años dos mil muertos, 530 mil desplazados y amenaza con terminar de incendiar la estabilidad de una de las economías más sólidas del continente, gracias a su producción petrolera, unos 180 mil barriles por día, el cacao del que es el cuarto productor mundial y un insipiente polo de tecnología conocido como “Silicon Mountain”, cercano a Buea, la capital de la región sudeste del país.

Las elecciones de octubre, pasado volvieron a consagrar una vez más al presidente Paul Biya en el poder desde 1982, de 85 años, por “apenas” un 71 por ciento, una significativa baja comparado con el 78 por ciento de su triunfo de 2011, perfilaron un recalentamiento de la lucha separatista.

El conflicto se originó tras el fin de la Primera Guerra Mundial, cuando las posesiones de Alemania en África, de las que nunca había tomado posesión, por orden de la Liga de las Naciones fueron divididas entre el Reino Unido y Francia. En la repartija del Kamerun alemán, donde se hablan más de 250 lenguas, Francia fue la gran beneficiada ya que se quedó con la mayoría del territorio, mientras que una pequeña porción quedó en posesión británica.

Con la declaración de independencia en 1960, los angloparlantes cameruneses tuvieron la opción de permanecer como parte de Camerún o unirse a Nigeria, otrora colonia británica, donde el inglés unificaba idiomáticamente a las diferentes etnias que hablaban 500 leguas diferentes.

A pesar de que angloparlantes optaron por permanecer unidos a Camerún, las autoridades de Yaoundé, de habla francesa, no cuidaron los interés de las áreas anglo parlantes y las principales obras del gobierno en infraestructura, educación y salud se direccionaron a las regiones francófonas, sin tener en cuenta que una de las principales fuentes riquezas del país en los años setenta, el petróleo, provenían de los sectores de habla inglesa.

Las diferencias de tratamiento entre ambas comunidades provocaron que la minoría anglo parlante comiencen a albergar sueños separatistas e intente crear un estado independiente de Yaoundé con el nombre de República de Ambazonia o República Federal del Camerún Meridional.

Los ambazonianos, como parte de su lucha independentista comenzaron a emitir pasaportes, su propia moneda y crearon la bandera y el himno nacional, además de fundar una estación de televisión por satélite. A pesar de todo esto las figuras más prominentes debieron exiliarse en Europa y los Estados Unidos.

La lucha de los separatista ha provocado que de los tres grandes incentivos económicos del país (petróleo, cacao y tecnología), solo se mantenga en pie la explotación petrolera, ya que la mayoría de los yacimientos se encuentran en alta mar, por lo que los centros económicos, de puerto Douala y Yaoundé, no han sido afectados, mientras que los campos de cacao han sufrido graves daños por los combates, al igual que el centro tecnológico de “Silicon Mountain”, donde la actividad ha menguado de manera importante.

Escalada hacia la fractura

En octubre de 2016, abogados y maestros de las áreas de habla inglesa comenzaron una serie de huelgas y protesta callejeras por tener que usar el francés en escuelas y tribunales. Desde finales de 2016, las fuerzas federales de Yaoundé, comenzaron a reprimir las protestas, en una escalada cada vez más peligrosa y de lo que fueron inicialmente algunas detenciones de activistas y simpatizantes, se ha pasado a cobrase ya un importante número de vidas. En los primeros choques de octubre de 2016, se produjeron seis muertes y la detención de cerca de un centenar de manifestantes, algunos de ellos fueron llevados a juicio donde esperan condenas de reclusión e incluso de muerte.

El 1 de octubre de 2017, durante los festejos por el aniversario de la independencia del Reino Unido, miles de separatista anglo parlantes salieron a las calles para exigir un estado independiente, y según testigos tropas del ejército camerunés abrieron fuego contra la multitud desde helicópteros, lo que fue negado por los mandos del ejército, describiendo la operación como una acción “antiterroristas”. La respuesta de los ambazonianos un mes después, fueron ataques armados contra las fuerzas de seguridad, asesinado a cuatro efectivos.

Más de 25 mil personas han huido a Nigeria, por las que el gobierno camerunés teme que en algún momento esos campamentos se puedan convertir en santuarios guerrilleros, con el agregado que la región del delta del río Croos del lado nigeriano infectado de pequeños traficantes de armas baratas que abastecen a las muchas bandas criminales que pululan en la costa nigeriana.

La crisis se intensificó desde enero pasado tras el mensaje incendiario por fin de año del presidente Paul Biya, en el que prometió que el ejército terminaría con el movimiento separatista. Desde entonces los habitantes de los pueblos y aldeas de la región anglófona viven en estado de constante zozobra debiendo en muchos casos abandonar todo y huir de las batallas cada vez más sangrientas.

El pasado 20 de agosto, el líder de los separatistas Julius Ayuk Tabe, junto a nueve de sus colaboradores fueron condenados a cadena perpetua lo que desató una serie de protestas y enfrentamientos entre separatista y las fuerzas leales a Yaoundé, que ya han dejado cerca de cien muertos , además de haberse producido en secuestro del obispo católico de la ciudad de Kumbo, monseñor George Nkuo, quien fue liberado días después cuando varios sacerdotes junto cientos de feligreses católicos se dispusieron a entrar en los bosques donde los separatistas tiene sus campamentos, exigiendo su libertad.

Esta nueva guerra en Camerún es otro claro ejemplo de la profunda herida que el colonialismo ha abierto en el continente hace más de dos siglos y que no deja de sangrar.

*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

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