Este último domingo 27 de enero, dos dispositivos explosivos improvisados (IED) estallaron uno dentro y otro fuera de la Catedral de Nuestra Señora del Monte Carmelo en pleno centro de la ciudad de Joló, frente a la plaza y rodeada de tiendas comerciales, así como un mercado, un banco y un hotel. Este doble atentado se llevó a cabo a pesar de la vigencia de la ley marcial que rige en el sur del archipiélago filipino, ordenada por el presidente desde la toma de Marawi en mayo de 2017.La provincia de Joló es una isla del sur del país de unos 700 mil habitantes en su enorme mayoría musulmanes y extremadamente pobres. El ataque dejó al menos 20 muertos, 15 civiles y cinco militares y más de 100 heridos, de ellos 90 civiles. El hecho fue revindicado por la organización rigorista, Abu Sayyaf (“El que porta la espada”) que en 2015 juró lealtad al Daesh. La organización wahabita ha protagonizado uno de los atentados más importantes en la historia del país cuando en 2004 atacó un ferry de pasajeros en la bahía de Manila, donde murieron más de 100 personas.
Según las primeras investigaciones de las fuerzas de seguridad, el ataque se habría llevado con diferencia de algunos minutos, con explosivos operados a control remoto, uno dentro de la iglesia y el otro oculto en el tanque de una motocicleta estacionada fuera, contrastando con las declaraciones de los voceros del Daesh que al reconocer su autoría, apenas algunas horas después del hecho, dijeron que los explosivos fueron detonados por dos comandos suicidas.
Testigos han relatado que la potencia de la explosión lanzó hasta la plaza frente a la iglesia: bancos destrozados, vidrios de ventanas, mampostería arrancada e incluso miembros de muchas de las víctimas. El hecho precipitó que varias personas, incluso heridas, buscaran escapar por la puerta principal de la iglesia, al tiempo que los hombres del ejercito apostado en las inmediaciones, al llegar al área del estacionamiento fueron sorprendidos por la segunda bomba que estalló apenas un par de minutos después.
Cámaras de seguridad habían registrado al menos a seis personas que actuaban de manera “sospechosa” cuando detonó el primer explosivo.
Vehículos blindados del Ejército bloquearon de inmediato la avenida principal en prevención de más ataques, mientras ambulancias y camiones militares, se apuraron a evacuar a los muertos y heridos a los hospitales de la ciudad. Al tiempo que algunas víctimas fueron llevadas en helicópteros a la ciudad de Zamboanga.
El ataque, entiende las autoridades, podría ser la respuesta de los integristas al referéndum de la semana anterior que cristalizó la creación de una nueva región autónoma de la comunidad musulmana, llamada Bangsamoro.
Este es un logró del que fue el más importante grupo rebelde islamista de Filipinas, el Frente Moro de Liberación Islámica (MILF), que después de casi cincuenta años de combates y unos 150 mil muertos, en 2014 firmó un acuerdo de paz con el gobierno de Manila, un acuerdo que otorga distintas autonomías regionales a la minoría musulmana en algunas partes de la gran isla de Mindanao y otras del extremo suroeste del archipiélago. A cambio, el frente desmovilizará entre 30 y 40 mil combatientes a los que el gobierno se comprometió brindarles asistencia social y económica.
El grupo Abu Sayyaf (ASG) desde su fundación, en 1991, por veteranos filipinos de la guerra antisoviética de Afganistán, ha protagonizado cientos de actos terroristas, desde ataques y emboscadas a unidades militares hasta secuestros extorsivos, particularmente de turistas occidentales, aunque la más relevante de sus acciones fue la toma de la ciudad de Marawi, capital de la provincia de Lánao del Sur, el 23 de mayo de 2017 resistiendo a los embates del ejército filipino y algunas unidades norteamericanas hasta el 16 de noviembre de ese mismo año. Esos cinco meses de ataques aéreos y operaciones terrestres, recién dieron resultados unos días después de que se conociera la muerte del líder de ASG el emir del Daesh para el sudeste asiático Isnilon Hapilon. La operación conjunta entre Abu Sayyaf y el grupo de los hermano Maute dejó aproximadamente 1.200 muertos entre ellos Abdullah y Omar Mate y una ciudad de 200 mil habitantes prácticamente destruida. (Ver: “Filipinas: Marawi, la batalla de los 120 días”.)
Desde entonces ASG, lanzó periódicos ataques de poca relevancia constituyéndose el de este último domingo el más importante desde las acciones desde 2017, entre las operaciones de los muyahidinesse registran el “incidente” del 31 de julio del año pasado, cuándo el miliciano de origen marroquí Abu Katheer al-Maghribi, detonó el camión que conducía cargado de explosivos en la ciudad de Lamitan, en la provincia musulmana de Basilan, dejando al menos 10 muertos y ocho heridos. El ataque estaba dirigido a un evento comunal que reuniría a unas 3 mil personas, pero un desperfecto en el motor del camión-bomba, obligó al conductor a detonarse antes de llegar a su objetivo.
Abu Sayyaf contra Duterte
Las autoridades filipinas responsabilizan del ataque del domingo a una nueva facción de ASG conocida como Ajang-Ajang, originaria de la provincia de Sulu y presumiblemente liderada por el muyahidinmalayo Amin Baco, quien habría participado en la planificación de las acciones de Marawi.
Informes de la seguridad filipina ubican a Baco, tras su fuga de Marawi, en la región montañosa de la ciudad de Sikik, en Patikul, bajo la protección de su suegro, Hatib Sawadjaan, uno de los más importantes líderes de Abu Sayyaf, que cuenta con una brigada de 300 combatientes. Baco, habría estado refugiado hasta su regresó, para dirigir la operación contra la Catedral. Otro informe lo daba bajo la protección de los Bangsamoro Islamic Freedom Fighters (BIFF) otro grupo seguidor del Daesh en la isla de Mindanao.
La policía sospecha que esta nueva facción es responsable del ataque del 31 de diciembre pasado con un IED, contra el South Seas Mall de la ciudad de Cotabato, que había dejado dos muertos y 34 heridos. Esa explosión arrastró una gran cantidad de puestos callejeros en los que se vendían pirotecnia, frente al centro comercial, lo que sumó más potencial al IED inicial. La policía aquel día, alcanzó a desactivar otro explosivo escondido en un local del segundo piso que podría haber incrementado en número de víctimas.
El ataque a la Catedral no fue el primero contra este templo católico. En la Navidad de 2010, una bomba hirió a once personas; en agosto de 2013, una granada de fragmentación estalló en el exterior alcanzado a herir a dos civiles. En 2018,, otra granada había estallado en el techo, esa vez sin dejar víctimas.
El presidente filipino Rodrigo Duterte, que el viernes 18 había declarado: “Nunca, nunca, nunca hablaré con Abu Sayyaf” ordenó de inmediato a la policía y las fuerzas de seguridad mantenerse en alerta máxima para evitar nuevos ataques, llegó junto a sus principales funcionarios de seguridad, el lunes a Joló y tras recorrer la Catedral, alentó, una vez más, a las fuerzas armadas a aplastar a Abu Sayyaf. Se estima que el grupo cuenta con unos 500 hombres solo en Joló. Tras la recorrida el presidente se dirigió hasta un campamento militar donde se realizaba la ceremonia fúnebre para saludar a los familiares de las víctimas.
Tal como lo hizo durante los días de la crisis de Marawi, Duterte volvió a prometer, acabar con los integristas. Para lo que había instrumentado una división de infantería con sede en Joló, compuesta por 4.500 efectivos a completarse recién en 2022, el mes pasado había llegado el primer contingente de 840 hombres, posiblemente ahora la dotación restante se cubrirá de manera inmediata.
Duterte tendrá que moverse con mucha prudencia ya que los fundamentalistas mantiene al menos a cinco rehenes: un holandés, dos malayos, un indonesio y un filipino, en diferentes campamentos de la espesa jungla, de Patikul, cerca de Joló, y un espíritu de combate extremadamente alto por lo que se puede asegurar que Abu Sayyaf está de vuelta.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/
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