Gladys Karina Sánchez Juárez
¿A que nos referimos cuando hablamos de violencia y que significa referirnos a violencia de género?. Un tema cada vez más comentado no sólo en ambientes académicos sino en la vida cotidiana porque desafortunadamente parece que en general se han profundizado los procesos de violencia y en particular los de género.
En principio debemos tener claridad que violencia es el uso intencional de la fuerza física, psicológica, verbal o el uso del poder para someter a una persona o un grupo de personas. Ahora bien, con respecto a la violencia de género hacemos alusión principalmente a la violencia que se ejerce sobre las mujeres, un tema que resulta de suma importancia porque el ejercicio de la violencia a este grupo de personas se exacerba en general en las relaciones de la sociedad y se visualiza con claridad en el interior de las relaciones de pareja, de las instituciones que son el reflejo de la sociedad, instituciones que van desde la familia, la comunidad hasta aquéllas que son parte de la organización social civil y gubernamental.
De esta forma en Oaxaca, desafortunadamente podemos observar las violencias en sus diferentes expresiones que en mi opinión son el reflejo de una sociedad dónde se desconfía constantemente del otro, que se ve como enemigo, como contrario, o bien, se observa con odio o como objeto de uso y cambio, por lo cual, vemos las agresiones hacia mujeres que son privadas de su libertad, mujeres sumamente jóvenes víctimas de secuestro para ser violentadas física y psicológicamente, mujeres que sufren agresiones de parejas sentimentales, mujeres que tienen que enfrentar a la sociedad por ser estigmatizadas, mujeres que sufren agresiones de sus esposos, de sus hijos, de su familia en general.
En tanto en los aparatos institucionales de educación superior se desencadenó el análisis de estos procesos con el objetivo de reconocer la problemática que implica la presencia de violencia de género porque no es sólo un asunto del cuidado de las mujeres sino sobre todo expresa una problemática profunda en la sociedad, por lo cual, no sólo es importante el análisis y reconocimiento sino es urgente hacer un balance de lo que se ha logrado en este sentido para disminuir la violencia; sin embargo, a veces parece que hay un retroceso en esta situación a pesar de los logros tan importantes que otuvieron las mujeres que lucharon en la década de los setenta del siglo XX.
Quizá el retroceso que se observa es porque no se ha tomado en consideración que se dieron cambios importantes en el ámbito socioeconómico y cultural, hecho que genera complejidad en las relaciones sociales, por ello coincido con el análisis de la Doctora Elvira Concheiro Bórquez cuando menciona que los cambios neoliberales produjeron rasgos altamente negativos para la sociedad y aunque sus expresiones son complejas porque tenemos un mundo y sociedad más violentos, podemos observar la discriminación y violencia contra la mujer de manera constante.
Lo anterior se plantea porque en la década de los sesenta sucedió una historia progresiva, puesto que se conquistaron derechos por mujeres, derecho a decidir la familia que desean, a sus creencias, a decidir el rumbo de su vida sin tutela; sin embargo, ¿qué paso después al tiempo que se trataron de ejercer esos derechos?
A principios de la década de los ochenta en México y en el mundo entró todo un proceso de corte neoliberal que llevó al crecimiento de industrias del crimen con un esquema polarizante e injusto, reaparecieron formas de explotación esclavas que se habían erradicado, por lo que se observa un retroceso en las condiciones socioeconómicas y en particular el cómo se percibe a la mujer porque se desencadenó un acelerado proceso de mercantilización de la vida, es decir se mercantilizaron aspectos que no eran considerados mercancías y que hoy se les considera.
Asimismo, se desencadenó el proceso de privatización, que no es más que la visión mercantil de la vida misma, por ello la violencia se recrudece, hechos atroces que leemos en los diarios cada día, hechos a los cuales no se logra hacer frente porque no se asume que enfrentamos un cambio cultural que se acompaña del retroceso socioeconómico, por esta situación se debe cuestionar desde una visión epistemológica y metodológica, es decir, cuestionar el posmodernismo que omite o invisibiliza las herramientas fundamentales del análisis político y social, analizando la violencia como un asunto legal e individual, cuando en realidad se trata de un problema social y colectivo, comunitario público, es decir que involucra a la sociedad en general y no sólo a las mujeres, que si bien, son ellas quienes enfrentan múltiples batallas porque con ello se abrió una consideración legal necesaria pero no suficiente porque ese problema se confinó a lo legal.
Por otra parte observamos a personas violentas con poder, por lo cual se fortalece la industria violenta, entre ellas la industria cultural que influye de forma extraordinaria en generaciones de sociedades por todo el mundo, por ello también nos referimos a la industria violenta.
En ese mismo sentido, constreñir esta problemática al ámbito de los derechos de las mujeres se vuelve muy limitativo porque se dejan de lado las condiciones que se deben transformar en lo social, incluso las nuevas herramientas que se deben utilizar en la enseñanza para evitar frustraciones, limitaciones, esto en las aulas, los pasillos, las calles, la familia, en la comunidad, ya que existen lugares dónde se percibe más miedo y peligro; pese a esta percepción de miedo ¿queremos una sociedad más vigilada?, ¿queremos más policías en las calles? Porque esta lógica es violenta, ya que es atacar la violencia con más violencia, en caso de que no ser esta la vía que queremos, ¿cuál puede ser?
Si queremos buscar formas diferentes entonces es necesario esforzarse por transformar a la sociedad en su conjunto para dejar de ser sociedades dependientes que piden más Estado que proteja y recordemos que la forma de protección desde el Estado es la vía jurídica, judicial y policiaca, y ¿no es ésta forma la que hay que modificar?. Entonces requerimos transformar nuestras relaciones sociales en lo personal como en lo institucional, que se eviten las violencias de corte autoritario, patriarcal, siendo el primer paso hacer visibles esas formas y enseguida romper con esas prácticas.
Al mismo tiempo, es importante cuestiona el rol del hombre, cuestionar el poder mismo también y la forma en que se ejerce, porque actualmente se han cuestionado sólo los derechos fundamentales y las mujeres como sujetas de los mismos; no obstante, esto no ha dado los resultados suficientes para hacer cambios, puesto que se ven cifras elevadas de secuestros y maltratos cada vez más sofisticados para provocar sufrimientos en mujeres y niños, todo con la intención de esclavizar personas.
Hechos por demás delicados porque violentar a las mujeres es también el reflejo de lo que la sociedad en general está pensando, es decir, si permitimos esto, entonces el malestar es de carácter general y no sólo para las mujeres en particular. Ante esta situación resulta también pertinente hacer un balance de las mujeres que logran hacer valer sus derechos porque también puede ser que sólo un sector de ellas lo logra, siempre que cuentan con cargo reconocido políticamente, o que cuentan con las condiciones económicas suficientes, si esto es así, entonces que pasa con las mujeres de a pie, aquéllas que todos los días atienden a sus familias, que salen a trabajar, que caminan en las calles todos los días, que aún no se sienten libres de vestir como se sientan cómodas porque el miedo y el peligro acecha.
Pues bien, esa es la sociedad que somos, la que hemos construido todas y todos, por tanto, la pregunta es ¿queremos seguir fortaleciendo esta forma social? ¿esta forma de relacionarnos?, que la fiesta es buena para relajarse; sin embargo, la fiesta también debiera recordarnos que existen formas diferentes de establecer las relaciones sociales, de esta forma la fiesta Guelaguetza que se desarrolla en Oaxaca, en este caso, debiera recordarnos otras formas de entenderse con el otro, otra forma de relacionarnos.
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