Guadi Calvo*.
Todavía es muy temprano, para evaluar las consecuenciales del golpe del martes 18 de agosto, contra el presidente Ibrahim Boubacar Keïta (IBK), y que depositó en el poder al autodenominado Comité Nacional para la Salvación del Pueblo, (CNSP) un grupo de jóvenes coroneles, veteranos de la guerra que se libra en el norte del país desde 2012, contra dos importantes e intrincados conglomerados terroristas conocidos como Jamāʿat nuṣrat al-islām wal-muslimīn (Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes) o JNIM, tributarios de al-Qaeda y el Estado Islámico (Daesh) en el Gran Sáhara (ISGS) desde donde se han irradiado a varias países vecinos: Burkina faso, Níger y Chad.
Hasta ahora la única propuesta del CNSP, fue mantenerse en el poder hasta las elecciones que serían recién en 2023, mientras que durante ese periodo la jefatura del país estaría a cargo, como todo lo indica, del líder del movimiento del 18 de agosto el Coronel Assimi Goita, desoyendo también las exigencias de Naciones Unidas y las “grandes” democracias incluyendo a la administración Trump, que pidieron la restauración del gobierno electo en 2013 y revalidado en 2018. Por otra parte la Unión Africana suspendió a Malí, mientras que los Estados Unidos y la Unión Europea, amenazaron con interrumpir el entrenamiento que brinda al ejército.
Con escasas declaraciones la voluntad de los militares malíes, que por segunda vez en menos de una década protagonizan un golpe de estado, se han reflejado más en sus acciones, como fue el caso de la delegación enviada por la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDAO) quien se llevó un estrepitoso no, a su planteo de volver el golpe atrás, liberar al presidente Keïta y nuevamente instalarlo en el gobierno. Las ahora catorce naciones del CEDAO, han decidido mantener el cierre de fronteras comerciales y el embargo a los intercambios financieros. Anunciando que se levantarán estas sanciones en función de los progresos realizados hacia la recuperación del orden civil en un plazo de doce meses. Opinión en la que concedió la ministra de defensa de Francia, Florence Parly, que declaró a la prensa que la transición debería ser una cuestión de meses.
En el orden interno aparentemente la junta militar, ha comenzado a recibir los primeros embates, por ahora bastante débiles, pero los que se tendrán que seguir ya que en apariencia la antigua oposición al presidente Keïta, no están abroquelados junto a los militares. Sin especificar la razón la reunión a la que estaban llamados el sábado 29 varios partidos políticos y organizaciones civiles ha sido postergada, lo que abre dudas si esta decisión en un triunfo de la línea más dura de los militares, que no está interesada a “negociar” nada con nadie, o que los hombres del movimiento del pasado 18 de agosto, no estaba preparados para recibir las presiones y los pedidos, de estos representantes de la sociedad civil. También llamó la atención que a esa reunión ahora suspendida no haya estado invitado el Movimiento 5 de junio, el conglomerado opositor más fuerte al ahora ex presidente Keïta. El M5-RFP, liderado por el imán integrista Mahmoud Dicko, acusó a los militares de secuestrar la “revolución”, y exigió que su movimiento este involucrado en la dirección del proceso que lleve al país a unas próximas elecciones. Además advirtió que a los militares que no tendrían “carta blanca”, para hacer a su antojo. También se había conocido a fines de la semana pasada que el M5, había presentado su propio plan a la junta, sin especificar el tiempo en que se tendrían que tomar los militares para el llamado a elecciones. Dicko en su habitual discurso público de los días viernes, donde terminaron convergieron el día sagrado del islam, con las protestas anti gubernamentales desde junio pasado, exigió a los militares que acaten las demandas de los mediadores regionales, para evitarle al país sanciones financieras que profundizaran la grave crisis económica que atraviesa, además de alentar las acciones de los grupos wahabitas que operan en el norte, donde la violencia se ha intensificado durante la pandemia, ya que más de un noventa por ciento de las instalaciones sanitarias han sido destruidas.
Un norte no tan lejano.
La guerra que ha consumido el norte de Mali, generando miles de muertos y un derroche de recursos financieros que finalmente precipitó el golpe, ha dejado expuesto la debilidad de sus fuerzas armadas, su pésima organización, la calidad de su armamento y la preparación de la tropa, frente a un enemigo política y militarmente superior. De no haber mediado Francia, la antigua potencia colonial que todavía mantiene importantes interés geoestratégicos y económicos en el país saheliano, primero con la Operación Serval en 2012, continuada por la Operación Barkhane, a partir de 2013, con más de 5 mil efectivos franceses y otros tres mil de cinco naciones europeas, los muyahidines ya habrían levantado en Bamako, sus negras banderas del terror.
No fue casual que la primera visita internacional del presidente Emanuel Macron fuera nada menos que a Mali, a pocos días de asumir el cargo en mayo de 2017, además de poner a ese país en la primera línea agenda de gobierno, por lo que este traspié en Mali, es en mucho también un fracaso casi personal. Al tiempo que Washington, permitió durante ocho años que Paris tenga la iniciativa en su antigua colonia, y de manera militarmente discreta ha tenido injerencia en el país africano, al igual que en Níger, brindando entrenamiento a elementos de la FAMa (Fuerzas Armada de Mali) y secundando las operaciones antiterroristas tanto francesas como de otras unidades internacionales que operan allí como la Misión de Mantenimiento de la Paz de la Naciones Unidas en Mali (MINUSMA) con cerca de 15 mil, que por otra parte poco antes del golpe había extendido el tiempo de su presencia.
En enero pasado, la ministra de las Fuerzas Armadas de Francia, Florence Parly, reconoció que el respaldo de Estados Unidos era fundamental para una misión anti insurgencia en la región. Por lo que el nuevo gobierno de Bamako, tendrá que refrendar los acuerdos con Francia y Estados Unidos, o por lo menos tolerarlos, para no convertir de hecho a las fuerzas occidentales de ejércitos de colaboración a ocupación, más cuando la semana pasada Parly, declaró que: “la Operación Barkhane iba a continuar”.
La presencia de fuerzas occidentales ahora son más vitales que nunca, no solo por la crítica situación en el norte, sino por un gesto que si bien al Eliseo no le pasó desapercibido, mucho menos a la Casablanca: la primera audiencia oficial dada por los miembros del CNSP, fue a Igor Gromyko, para más datos embajador ruso en Mali a lo que se le suma un inquietante detalle, el líder de la sublevación el coronel Assimi Goita, regresó de un entrenamiento militar de Rusia, al tiempo que en Moscú se esperaba la visita de más miembros del Consejo… Otros importantes miembros del CNSP como los coroneles Sadio Camara y Malick Diaw, también han participado durante un año de cursos anti insurgentes en el Colegio Militar Superior de Moscú. El coronel Diaw, a su vuelta de Rusia, fue sancionado e iba a recibir la baja en septiembre próximo. A lo que habría que sumar el sugerente hecho de que durante las últimas manifestaciones en apoyo de la junta militar, aparecieron banderas rusas y pancartas destacando la amistad entre el país africano, el gigante europeo y China.
El Departamento de Estado sabe muy bien que las relaciones entre Moscú y Bamako, hasta el derrumbe del bloque socialista, fueron muy buenas y particularmente desde 1960 a 1968, por lo que Estados Unidos tenga ahora que resolver una nueva ecuación en África, demasiado sería para dejar en manos de los franceses y que comenzaría por apartarlos de la dirección de la guerra contra los integristas y llevar el fuego del norte más cerca de Bamako, operación, que ya sabemos sabe realizar con magistral talento.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
Sé el primero en comentar