“Yo estuve aquí el día en que llegó el Imán. Había muchísima gente, todo repleto, desde aquí hasta el cementerio de Behesth-e Zahra. Todos saludaban al Imán. Finalmente, el 22 de Bahman -10 días después-, la Policía se unió al pueblo y le entregó las armas. Todavía hubo algunos enfrentamientos a lo largo del día, pero, a última hora de esa jornada, todas las fuerzas del shah se habían rendido, y la revolución triunfó”.
Así recordaba este lunes Amir, junto a su hijo y su nieta, el período conocido como ‘el alba’ o ‘el despertar’: los 10 días entre el aterrizaje, procedente de Francia, del ayatolá Ruholá Jomeini, ungido en masas de fieles que lo proclamaron su Imán. Era el momento en que las guerrillas populares superaron moralmente a los uniformados del shah, derrocado efectivamente y el júbilo se desató en la antigua Avenida Sha Reza.
Cuarenta años después, aquella calle se llama Avenida Enghelab (Revolución). El 11 de febrero, que coincide con el 22 de Bahman de este 1397 del calendario persa, se celebra el 40 aniversario de un acontecimiento que zarandeó la historia contemporánea. La cortina de agua que se ha establecido en Teherán, la capital de Irán, ha sido incapaz de disuadir a decenas de miles de personas, que han marchado hasta la majestuosa Torre Azadi (Libertad), donde aguardaba el presidente de Irán, Hasan Rohani: “Esta no fue sólo una revolución islámica, sino también republicana; no fue sólo una revolución islámica, sino también nacional”, ha reclamado.
Farshad se encontraba recorriendo esta arteria urbana junto a su mujer: “Nuestro deber es apoyar a nuestro Gobierno para preservar la revolución. Estamos en un tiempo muy importante y la gente tiene que participar más, mantenernos unidos como país, demostrarlo con su presencia. Sin las políticas contra Irán, tendríamos una vida mejor. Pese a los problemas que crea EEUU, hemos progresado”.
No estaban todos. El alzamiento contra el shah Mohamed Reza fue la respuesta de amplios sectores de la población, cada uno con sus particulares agravios, contra unas políticas que los habían marginado. “El suyo fue un Gobierno egoísta. No pensaba en el pueblo, no nos permitía progresar. Concluimos que, si el Gobierno era islámico, progresaríamos más rápido. Ahora es así. Tenemos soberanía, ejército, cultura y poder”, apostilla una anciana llamada Zahra.
Pese a que todo tipo de ideologías tomaron la calle y la inmensa mayoría aceptó a Jomeini como su líder, el ala del clero dominada por este acabaría ejerciendo una forma de poder que apartaría, con mano dura, a muchos de quienes se alzaron junto a ella.
“Yo y muchos más creímos que la revolución necesitaba un líder”, recuerda Morteza, un ex profesor universitario que combatió contra el shah distribuyendo panfletos antimonárquicos entre las aulas de institutos y universidades. “En aquel tiempo, la mayoría de personas, pero especialmente los religiosos, habían aceptado al ayatolá Jomeini como el líder de la revolución. Para nosotros era un liberalista y un defensor de los derechos humanos, y muchos de nosotros creímos en él”, prosigue.
“En los primeros días de la revolución, como antes de esta, él prometió a la gente, de diversos pensamientos políticos, libertad. Desafortunadamente, tras unos meses, la ambición, el autoritarismo y el oportunismo ocupó el sitio de esos valores. La gente que rodeaba al ayatolá Jomeini lo aisló de la mayoría” concluye Morteza.
Por esta razón, aunque se identifiquen con la revolución, muchos iraníes optan por pasar el 22 de Bahman lejos de Enghelab. Quienes este lunes llenaban esta calle y el centro de las principales ciudades de Irán han sido mayormente piadosos y seguidores acérrimos del jomeinismo. Han lanzado al aire incansables proclamas en memoria del ayatolá que plantó cara a Occidente y de respaldo a su sucesor como Guía Supremo, Ali Jamenei. El ‘Muerte a Israel. Muerte a América’ ha percutido sin cesar en boca de niños, adultos y ancianos.
“Amamos a la gente de Estados Unidos”, se esmeraba en matizar Samín, una septuagenaria que había sido maestra, y que hacía una pausa en el camino para tomar aire. “Lo que no nos gusta es el Gobierno ni los líderes de ese país. EEUU actúa de forma egoísta al pretender arramblar con todo lo que hay en el mundo para beneficio sólo de su población. No le importan las personas del resto de países”, sentenciaba la anciana.
¿Cómo es actualmente Irán?
La entrada en la edad madura de Irán ha venido acompañada, como en la vida de cualquier adulto, de una pizca de sosiego y otra de pragmatismo. La República Islámica, proclamada tras su aprobación en referéndum el 1 de abril del 79, ya no es aquel país en blanco y negro, de rigorismo exacerbado y de chadores por doquier. Hoy es el país más estable en una región volcánica, que goza, en especial, de una sociedad joven y despierta.
El tiempo actual se ha instalado con cierta ‘normalidad’ en sus calles -poniendo como referencia las nuestras- que sólo alteran las dificultades económicas, fruto en parte de las salvajes sanciones reimpuestas por EEUU en 2018, y un decoro forzado cada vez de forma más tibia. La mayoría de iraníes defiende el mantenimiento de puentes con el mundo, pero, precisan, preservando la soberanía política y económica que reivindicaron en 1979. Una de las quejas más comunes al recordar al shah es que “vendió” Irán a los EEUU y a Occidente.
El resultado es una nación de contrastes vertiginosos que, en ocasiones, se vuelven aparentes contradicciones. Mientras en Enghelab unos pisan alfombras hechas con la bandera de EEUU, otros, no muy lejos de ahí, lucen la bandera del ‘Satanás de Occidente’ en camisetas o chapas. En Enghelab, un joven en uniforme militar alaba la revolución iraní, cantando sobre la base de una canción rock, un estilo musical que ha sido tildado de “satánico” por parte del clero local. En salones de belleza ‘chic’ del norte de Teherán, habitado por las élites adineradas, es posible escuchar a mujeres emperifollándose mientras loan al Líder Supremo.
“Todavía confrontamos muchas limitaciones individuales y libertades sociales, el rol de la gente en la soberanía es bajo. Las diferencias de clase son obvias, la pobreza y la corrupción se han extendido y eso significa que el país no ha sido gobernado apropiadamente”, opina Morteza.
El dinero y, sobre todo, la ausencia de este entre las clases humildes, uno de los arietes que hizo caer al shah y que fue la base de apoyo tradicional de las élites políticas, ha sido uno de los temas centrales en el 40 aniversario de la revolución. En la calle Enghelab han podido leerse eslóganes contra la corrupción y los ‘agazadé’, nombre que reciben los ‘niños ricos’ de la élite económica y política, erigidos en símbolo negativo de una brecha económica que, a medida que se abre, amenaza más a las clases medias y bajas.
“Nosotros daríamos nuestra vida por el Imán, pero me gustaría que el Gobierno siguiera su senda”, demanda Mahdie, cuyo hermano, Davud Ali Bajsi, fue ejecutado mientras hacía la mili en lugar de un partidario del shah, tras el triunfo de la revolución. “Las familias de los mártires estamos tristes por la malversación de fondos”, dice Mahdie. Pero matiza, respecto a la dificultad económica que padece Irán: “EEUU no quiere que nuestra revolución sea exitosa y estable. Nos pone bajo presión. El motivo de la inflación son sus sanciones, con las que pretende que nuestro pueblo esté insatisfecho y que se rebele contra el Gobierno”, opina esta mujer iraní.
El conflicto de los misiles balísticos
En su discurso frente a las multitudes, el jefe del Ejecutivo ha elegido abordar otro de los temas candentes que enfrenta a Irán con Occidente: el programa de los misiles balísticos, criticado por países como EEUU y Francia. “Ni hemos pedido ni pediremos permiso a nadie para manufacturar diversos tipos de misiles anti blindajes, misiles de defensa aérea, tierra-tierra, mar-mar o aire-aire” dijo Rohani para espolear a la multitud. Un buen surtido de imponentes misiles ha presidido la calle Enghelab. Muy pocos se resistían a fotografiarse con ellos.
No en vano, una encuesta recién publicada por IranPoll, un servicio basado en Canadá, revelaba este fin de semana que el 76,3% de los iraníes cree que el programa de misiles balísticos, emprendido por su Gobierno, es “muy importante”. En contraste, corroborando la opinión de los congregados este lunes en Enghelab, la encuesta señala que el 72% de la población tiene una opinión “muy desfavorable” de EEUU. Es la mayor proporción desde julio de 2014, cuando Irán, como ahora, estaba siendo constreñida por las sanciones nucleares. Un asesor de Donald Trump ha señalado que la Revolución Islámica en Irán significa “cuatro décadas de fracaso”.
con información de el mundo.es
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