Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
Hace muchos años, cuarenta para ser exactos, leí un libro –Los sistemas electorales– que me inició en una línea de investigación que no he abandonado hasta la fecha: el estudio de la democracia electoral. El autor del libro era el profesor Jean Marie Cotteret, con quien ese año cursaba la materia “Programa de gobierno y recepción de mensajes políticos” en la Sorbona, correspondiente al doctorado en Estudios Políticos que obtuve en la Universidad de París bajo la dirección de tesis del profesor emérito de esa Universidad, Lucien Sfez.
Por razón natural, el curso del profesor Cotteret no estuvo dedicado al estudio de los sistemas electorales sino al de la comunicación política en las sociedades democráticas. Recuerdo particularmente una sesión en la que el profesor Cotteret invitó a M. Jean Pierre Elkabbach para discurrir ambos sobre los debates de candidatos presidenciales durante las campañas electorales, pues habían asesorado para tal efecto a los candidatos contendientes en la elección presidencial francesa entonces más reciente; uno a Francois Mitterrand y otro a Valery Giscard d’Estaing.
Para entonces mi profesor parisino había acuñado ya la expresión “democracia catódica” que daría título a uno de sus libros posteriores y que, por su parte, por esa época también desarrolló la misma línea de investigación el profesor italiano Giovanni Sartori, mucho más conocido en México por los productos de sus estancias académicas en Estados Unidos y por la traducción y publicación en México de sus libros tanto sobre sistemas electorales como acerca de la comunicación política -lo que no sucedió en cambio con los libros del profesor Cotteret-.
Conocí entonces la importancia de los medios de comunicación y de su control político y económico tanto en las sociedades autoritarias como en las democráticas, incluidas las que, como México, difícilmente transitan todavía de una a otra etapa de su desarrollo político. Pensaba entonces que ese tránsito tenía que ser en un solo sentido, épico, pero el tiempo y las circunstancias me permitieron constatar, al igual que a quienes se interesen en el tema que, así como puede haber un viraje hacia la democracia, también puede ocurrir una regresión democrática. Se trata de procesos sociohistóricos que los ciudadanos muchas veces presencian sin advertirlos y que los observadores, académicos u otros, tienen la tarea -deliberada o inconsciente- de identificarlos y divulgarlos.
Hoy acabo de leer el segundo tomo del libro Personajes para la Historia de la autoría de mi hermano Raúl Castellanos Hernández, resultado de su labor de comunicador social, pues publica ahora de manera impresa una colección de 23 entrevistas del programa de televisión Sin Censura, que en su momento realizó a través de un canal de televisión local, en Oaxaca (México) a otros tantos personajes, observadores y estudiosos de la vida política nacional -incluidos varios candidatos a la presidencia de la república y otros tantos dirigentes de partidos políticos nacionales-, con una sola excepción, el cantante de rock Alberto Vázquez, quien espontáneamente explicó su lejanía de los temas políticos pero se explayó en los correspondientes a su materia para delicia de sus fans de entonces y de ahora.
En su sentido amplio, la entrevista “es un diálogo entablado entre dos o más personas: el entrevistador formula preguntas y el entrevistado las responde. Se trata de una técnica empleada para diversos motivos, investigación, medicina y selección de personal”, según señala la Wikipedia y agrega: “La entrevista es la más pública de las conversaciones privadas. Funciona con todas las reglas del diálogo privado, pero está construida para el ámbito público. El sujeto entrevistado sabe que se expone a la opinión de la gente. Por otra parte no es un diálogo libre con dos sujetos. Es una conversación radial, o sea centrada en uno de los interlocutores, y en la que uno tiene el derecho de preguntar y el otro de ser escuchado”.
La misma Wikipedia señala las siguientes variantes de la entrevista: perfil o semblanza; de opinión; periodística; cuestionario fijo; de investigación o indagación; interpretativa; y apreciativa. Después de haber leído las 23 entrevistas del libro que ahora comento, me queda claro que dichas entrevistas abarcan todos los géneros, o tienen un poco de todos los géneros que apunta la Wikipedia para las entrevistas. Pero tiene varias características adicionales que gratifican rápidamente al lector, le pagan de contado su esfuerzo de lectura que no es menor, pues se trata de 465 páginas, pero en las que puede transcurrir poco a poco, sin prisa y con gusto.
Estas entrevistas tienen, por lo pronto, un aderezo adicional. Puesto que además de periodista Raúl Castellanos ha sido un actor político -diputado federal y candidato a varios cargos de elección popular-, la técnica del cuestionario fijo le llega de manera automática con solo hacer memoria. Además de que algunos de sus interlocutores o fueron sus correligionarios o sus contendientes, por militar en partidos políticos afines o distintos. Como el futuro lector de este libro seguramente tiene sus propias afinidades políticas, una sugerencia conveniente de lectura puede ser iniciar con los personajes que le sean similares o bien iniciar con los más lejanos. De cualquier forma, la utilidad de la lectura es que le dará elementos más que suficientes para formular todo tipo de balances en sus reflexiones posteriores a su paso por las páginas del libro.
En mi caso, no pude desprenderme del interés, la simpatía o la crítica que de suyo me invita la vida y la obra de cada entrevistado, pues se trata de personajes públicos que hablan de temas públicos, sobre los que de inmediato descubrí, gracias a la lectura del libro, que no sabía todo lo que suponía conocer acerca de ellos. Más aún en el caso de los que acababa de conocer -los menos, por cierto, pero hubo algunos-. Sinceramente creo que cualquier ciudadano o ciudadana con un mínimo de interés en los asuntos públicos del país encontrará elementos de su mayor utilidad en cada una de las entrevistas, sin excepción, esté o no de acuerdo con lo que ahí se diga. Y aquí radica otra ventaja del libro que comento. En efecto, se trata de conversaciones con personajes de la pluralidad política nacional. Así es que el libro es un compendio de comunicación política plural, no de la de un solo partido político o corriente ideológica.
El hecho de que no sean entrevistas recientes -varios de los entrevistados ya fallecieron incluso desde hace varios años, pero otros más se mantienen hoy día en la actividad política- aporta un valor adicional a los testimonios que aportan. Porque permiten, primero, evaluar su pertinencia, oportunidad y validez en su momento, pero también en el mediano y largo plazos. Asimismo, al mirar el presente desde la óptica de esos protagonistas, nos aporta elementos para evaluar la situación actual de la política nacional en los diversos aspectos de los que hablan los entrevistados. No es frecuente atisbar el pasado para interpretar el presente -aunque debiera serlo-, pero este libro nos da la oportunidad de hacerlo.
Hay una aportación más que difícilmente el lector acostumbrado a los debates políticos actuales -tan contrastantes, sobre todo en redes sociales- pueda advertir y que por lo mismo es conveniente resaltar. Se trata de entrevistas realizadas en un canal de televisión local gubernamental, en un periodo en que la comunicación política no adquiría aún la pluralidad que ahora tiene, menos aún en la televisión. Es un ejercicio de comunicación política en una sociedad democrática apenas emergente, es decir, un ejercicio constructor de democracia.
Hace mucho tiempo, justamente cuando terminé de redactar mi tesis de doctorado en la Universidad de París, abandoné esa visión geométrica de la política que divide y agota su espectro en derecha e izquierda para describir luchas y cambios sociales. Asumí desde entonces otras variables que me parecen más significativas y trascendentes -aunque ciertamente menos movilizadoras y elocuentes, pero más descriptivas y útiles reitero-: democracia, control parlamentario, crecimiento económico, desarrollo social, planeación prospectiva, calidad de la gestión pública, control de constitucionalidad, control de convencionalidad, por ejemplo, a las que hay que agregar fiscalización, transparencia, rendición de cuentas, por lo menos. Sea que se reclamen de izquierda o de derecha los actores políticos, sus resultados tendrán que ser evaluados y contrapuestos a partir de estos otros parámetros, menos ideologizados y más pragmáticos, pero indispensables para lograr y garantizar la permanencia y beneficios del cambio social.
A pesar de esta constatación, dejé al final de mi lectura del libro la entrevista a tres personajes de la izquierda política nacional, candidatos presidenciales, dirigentes partidistas -aunque desde luego no los únicos con estas dos características que fueron entrevistados pues hubo otros-. Escogí esta secuencia final para ver en perspectiva lo dicho por todos los demás actores y protagonistas, en parte por curiosidad y en parte porque se supone que el régimen político actual en México se reclama de izquierda -y hay que evaluarlo hasta en sus herencias y contradicciones internas-. Me parece que fue una buena elección, más aún cuando una de esas tres entrevistas -la última que leí- es de lejos la mejor de todas.
Ciudad de Oaxaca, 28 de marzo de 2021.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.
Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos por la Universidad de París IX, Dauphine (Francia) y en Derecho por el Instituto Internacional del Derecho y del Estado (México); posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas por la Universidad de Alcalá (España) y posdoctorado en Regímenes Políticos Comparados por la Universidad de Colorado, Campus Colorado Springs (Estados Unidos de América).
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