No es casualidad que la primera parada de la gira europea que hoy comienza el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, sea en Hungría, un país centroeuropeo que gobierna quien se ha convertido en uno de los más firmes aliados de Donald Trump en la Unión Europea y en la OTAN. Que Víktor Orban sea un paria en Europa por sus políticas extremistas, pronunciamientos xenófobos y su cercanía a Rusia no influye sobre el presidente norteamericano, quien suele poner a Hungría como ejemplo de que los muros como el que quiere construir en la frontera con México funcionan.
La diplomacia norteamericana lleva meses cultivando a Orban. El 22 de enero el presidente húngaro habló por teléfono con Pompeo y ambos acordaron «estrechar los lazos de defensa bilateral», según dijo entonces el portavoz de Pompeo, Robert Palladino. El ministro húngaro de Exteriores, Péter Szijjártó, visitó la Casa Blanca dos veces en el pasado año. En la primera ocasión dijo claramente que su Gobierno prefiere a Trump antes que a Barack Obama o la Unión Europea. En el segundo viaje, el miércoles, Szijjártó se reunió con el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, para debatir sobre la defensa común en Europa.
Tras Hungría, Pompeo visitará Eslovaquia y Polonia. Hacía una década que un jefe de la diplomacia norteamericana no hacía un viaje de ese tipo por esas latitudes, y el momento elegido es crucial, justo una semana después de que EE.UU. se haya retirado unilateralmente del acuerdo de desarme nuclear de misiles de rango medio firmado con Rusia al término de la Guerra Fría. Los aliados tradicionales de EE.UU. en Europa -el Reino Unido, Alemania y Francia- temen que la ruptura de ese tratado precipite al continente hacia el rearme nuclear, algo que la Casa Blanca dice que tratará de impedir con entendimientos bilaterales como los que persigue en Hungría y Polonia.
Orban y Trump tienen, aparte de su preferencia por los muros, muchos otros puntos en común: una admiración más o menos manifiesta por Vladímir Putin y una profunda animosidad hacia el millonario y filántropo George Soros. Nacido en Hungría, huido del holocausto y asentado en EE.UU., Soros ha dedicado una buena parte de su fortuna a proyectos para reforzar la democracia en el centro de Europa y a candidatos en la órbita del Partido Demócrata, como Hillary Clinton.Sus organizaciones humanitarias han sido expulsadas de Hungría, sin que el actual Gobierno norteamericano haya salido a defenderle a pesar de que es ciudadano de EE.UU.
Es revelador que en esta visita Pompeo viaje a tres países de la OTAN que hasta la caída del telón de acero estaban bajo el control de la Unión Soviética. Trump ha aumentado notablemente la presión sobre los miembros de la alianza para que se inviertan el 2% del gasto público en defensa, algo que Polonia ya hace y a lo que se han comprometido firmemente Hungría y Eslovaquia. Los tres países participan en las misiones de la OTAN en Kosovo y en Afganistán.
Un ojo en Rusia
Los analistas temen que un repliegue aislacionista de EE.UU. acabe facilitando un aumento de la influencia de Rusia y China en el centro de Europa. Según el veterano diplomático y analista del Atlantic Council Daniel Fried, EE.UU. debe convencer «a Centroeuropa, a ambas partes de lo que era el telón de acero, de que la política americana hacia Rusia va en serio y que los lazos con Europa son fuertes». Fried, que fue embajador en Polonia, mantiene que la política de «criticar y apuntar con el dedo» no funciona en Centroeuropa y que el acercamiento actual de la Administración de Trump es «la decisión correcta».
El miércoles Pompeo se reunirá en Bruselas con la Alta Representante de Política Exterior de la UE, Federica Mogherini.
Con información de abc
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