
Joel Hernández Santiago
México hizo una revolución a principios del siglo pasado. Una revolución que tenía un sentido social, para eliminar la tragedia de la desigualdad, la pobreza, la injusticia y los abusos del poder político y económico.
Pero también esa revolución –1910-1921, que costó un millón de vidas de mexicanos– tenía un sentido profundamente político: el del ‘Sufragio efectivo-No reelección’. Esto es, que terminaran dictaduras y que los gobernantes y sus periodos de gobierno fueran por elección popular y una sola vez. Que predominara la democracia.
Quienes ocuparan puestos de elección popular no deberían repetir en su cargo, de forma subsecuente e interminable; ya fueran ellos o a través de miembros de su familia, con lo que también se evitaba el famoso nepotismo. Y uno suponía que la Revolución Mexicana cumplió su cometido. Sí, pero no.
La traición comenzó por ellos mismos, los revolucionarios triunfantes del sector constitucionalista. Álvaro Obregón sería presidente de México de 1920 a 1924. Tomó posesión a la medianoche del 30 de noviembre de 1920. Luego vendría Plutarco Elías Calles para 1924-1928.
Pero, el mismo personaje que había peleado por el “Sufragio Efectivo. No reelección”, quiso reelegirse en 1928.
Álvaro Obregón inició campaña para ser reelecto, con el apoyo del Ejército. Grupos políticos de todo el país le ofrecieron su apoyo interesado. Pero el 1 de octubre de 1927 ocurrió un intento de golpe de Estado, encabezado por militares del Ejército, contrarios a la reelección de Obregón.
Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez fueron detenidos y fusilados entre 1927 y 1928. Así que Álvaro Obregón fue el único candidato en 1928 y obtuvo el 100 por ciento de los votos. Pero no pudo ser presidente de nuevo porque el 17 de julio de 1928 un fanático religioso –José de León Toral- lo asesinó en La Bombilla, en San Ángel, del entonces Distrito Federal.
Entonces Plutarco Elías Calles dio forma al “Maximato”. Decidió a su sucesor, Emilio Portes Gil, quien entregó la presidencia a Pascual Ortiz Rubio, que duró en el cargo dos años, y quien entregó la presidencia a Abelardo Rodríguez para presidir el país hasta 1934. Plutarco, decidía quién sería presidente, aunque él tenía el poder real. Decidió también por Lázaro Cárdenas en 1934.
Pero Cárdenas le resultó rezongón y rebelde, así que en junio de 1935 mandó a volar fuera del país a Plutarco, para ser presidente él, con todas las responsabilidades. Hizo renunciar a todo el gabinete que respondía a los mandatos de Calles, y puso gente suya, para así poder gobernar. Como fue.
Después… ya se sabe, el partido en el poder: ya PNR-PRM-PRI decidía al nuevo presidente mediante la “fórmula democrática del dedazo”. Así por muchos años y todavía en 2024 desde Morena-4-T.
Lo del nepotismo es consecuencia de esa falta de cultura política y democrática de los mexicanos. No habituados a exigir derechos democráticos y hacerlos respetar, permiten que gente del poder, gobernadores, presidentes municipales… decidan a su sucesor mediante argucias evidentes o no. Esto para cuidarse las espaldas por las fechorías cometidas y para mantenerse en el poder a través de su sucesor.
La reelección y el nepotismo son la marca distintiva de la política mexicana. Es la parte enferma del cuerpo social mexicano desde que concluyó la independencia en 1824 y hasta la fecha.
Acabar con esta enfermedad siniestra parece sencillo, pero está de tal forma enquistada en los políticos de México, que resulta una tarea de titanes sanar ese cáncer. A los políticos mexicanos, de cualquier partido les gusta el poder, les gusta la gloria y el dinero.
En un intento por terminar con esta costumbre envenenada, la presidente de México, Claudia Sheinbaum, envió al Senado –como Cámara de Origen- una iniciativa para terminar con las prácticas de reelección y el nepotismo electorales. Esto es:
Enviada el 7 de febrero al Senado como cámara de origen, en ella se reforma en la Constitución para que las personas que deseen contender a los cargos de Presidencia, diputados, senadores, gobernadores, jefe de gobierno de la Ciudad de México, diputados locales, presidencia municipal, regidurías, síndicos, alcaldes y concejales, consideren la no reelección y se prohíbe de la elección consecutiva en los cargos.
Luego, propone incorporar reglas específicas para erradicar el nepotismo electoral, evitando que quienes se encuentren en el cargo deleguen o hereden o favorezcan a sus familiares en la asignación de candidatura. Todo esto para que comenzara a operar en las elecciones de 2027.
Pero ya se encargaron los legisladores de Morena y sobre todo el Partido Verde, éste con intereses en San Luis Potosí, de echarlo a perder. Morena aprobó la iniciativa, pero no para que opere en 2027, como propuso Sheinbaum. La aprobaron pero para 2030.
Fue un chanchullo de Ricardo Monreal, Adán Augusto López y Gerardo Fernández Noroña. Morenistas todos. Y esto para que el actual gobernador de San Luis Potosí deje la candidatura por el Partido Verde a su esposa, para ser gobernadora.
En 2030 otros políticos del inframundo, como Saúl Monreal Ávila quiere ser gobernador de Zacatecas apenas después de que ya fueron gobernadores dos de sus hermanos, o Félix Salgado Macedonio que quiere gobernar Guerrero en cuanto termine el mandato su hija Evelyn Salgado.
No entienden. No quieren. No les importa el país: les importa el poder, la gloria, el dinero para seguir viviendo a sus anchas y para seguir medrando en un país que ya está agotado, exhausto, empobrecido por tantos abusos, corrupción, nepotismo y reelecciones absurdas y dañinas.
¿Se saldrán con la suya los vivales de la política nacional en 2027? Lo veremos entonces.
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