“¿La era dorada de EUA?”

Joel Hernández Santiago

 

El 20 de enero de 2025 su mirada es fría, calculadora, cargada de prepotencia y soberbia; su actitud arrogante e impávida; sus saludos despectivos, aun para sus seguidores en el Hall del Capitolio de los Estados Unidos de América, el “Recinto del pueblo”. 

 

Él vestido de su color preferido: traje azul marino, camisa blanca, corbata guinda con puntos blancos…Rubio cenizo y con cara naranja de gente dura, según quiere aparecer en la hosquedad estudiada de su faz. Él, todo el poder y sin gloria… 

 

Llega por segunda vez a la presidencia de EUA un Trump ahora renovado y fortalecido, apoyado por el voto mayoritario de los republicanos estadounidenses. Viene con mayor experiencia y protegido por los tres poderes de la Unión Americana en los que su mayoría predomina. 

 

Y aun cuando sus antecedentes ilegales lo persiguen, él asume la presidencia bajo resguardo del fuero que le otorga ser el Ejecutivo de la nación americana a la que juró defender de todo peligro interno o externo. Su esposa Melania le acompaña, elegante, con sombrero que le cubre el rostro, de negro y cargada con una biblia y la constitución de EUA. 

 

Trump desgranó ese día un discurso cargado de ultra-nacionalismo en el que ‘la grandeza americana’ resurgirá porque “Comienza la era de oro de los Estados Unidos de América”, enfatizó, haciendo un llamado a la gran unidad nacional frente a todos los peligros. 

 

Y desmenuza todo aquello que ya dijo desde hace meses-semanas-días, las que entonces eran parte de un discurso de campaña cargado de venganzas… este día comienzan a ser realidades:

 

Y lo dice con toda frialdad e indiferencia: Sellará la frontera sur de su país; usará al Ejército de EUA para defender a su nación de todo peligro; declara a los cárteles del narcotráfico en México como grupos terroristas (con lo que esto podría significar en intervención militar en territorio mexicano)… 

 

Sigue. Nada lo inmuta. Nada lo conmueve. Habla con la cabeza colgada al lado derecho. Suelta el discurso guardado en su conciencia como si fuera una maldición eterna. No hay énfasis, no hay emoción, no se percibe un grado de sensibilidad humana: sí la actitud de quien repite lo ensayado y lanza dardos envenenados a diestra y siniestra… 

 

A la mención de que sellará con militares la frontera sur el público asistente, de mayoría republicana, aplaude con estruendo la decisión. Aplaude fuerte. Lanzan vivas y repiten “¡Trump-Trump-Trump!”; el agradece con una ligerísima sonrisa indiferente, apenas perceptible. 

 

Hablan los representantes del Congreso, de la Suprema Corte, un pastor bautista eleva las oraciones en favor de Trump y “que Dios ilumine al presidente y su gobierno”. Enseguida toma la palabra el presidente número 47 y a 250 años de la democracia estadounidense. 

 

Él sigue el ritual que ya conoce y que no le dice nada porque es eso, un ritual político que da inicio a su gobierno y en el que promete renovar ‘la grandeza de Estados Unidos para recuperar el respeto y la admiración por nuestra nación en todo el mundo’, promete. 

 

Dice que le heredan –los demócratas- un país en crisis, devastado y permisible a todo –refiere a los migrantes-. Los republicanos presentes admiran a Trump y observan al mismo tiempo a Joe Biden quien, sentado al frente, de cara al público y a su lado Kamala Harris no aplauden. Guardan silencio respetuoso, aunque se percibe su incomodidad. 

 

A Trump le importa impactar a sus electores. Le importa buscar su apoyo. Se refiere a gente del campo, de las fábricas, de los servicios, a todos de todo color u origen –incluye a los negros e hispanos-, quienes han contribuido en la construcción de “nuestra Nación”, dice.

 

Y con sorna refiere algunas de las órdenes ejecutivas que envía este mismo día para llevar a cabo sus promesas y cumplir sus amenazas: 

 

“Los inmigrantes ilegales serán detenidos y deportados a sus países de origen; se reinstalará la política quédate en México; Se concluye con la política de detener y liberar; se ordenará el envío de tropas federales a la frontera para contener los ingresos irregulares de indocumentados.

 

“Se designarán como organizaciones terroristas a los carteles del narcotráfico y de tráfico de personas; se creará una fuerza de tarea con todos los funcionarios federales y las agencias para contener la inflación; se declarará estado de emergencia en materia energética.  

 

“Se reactivará a gran escala la exploración, perforación y producción de los yacimientos de petróleo y gas para convertir a Estados Unidos en un exportador de energéticos; se le pondrá fin al acuerdo verde [París]; se le pondrá fin al acuerdo que obliga la transición a los vehículos eléctricos.

 

“Se confirma la creación de la agencia de recaudación, entidades del extranjero; se implementará con firmeza en todo el territorio, la política de ley y orden; ‘en la era Trump, que comienza hoy, solamente se reconocerán dos géneros: masculino y femenino’.

 

“Se impulsará el cambio de nombre al golfo de México por el de golfo de América; se recuperará la soberanía del canal de Panamá para Estados Unidos…” En Panamá hubo reacción: “El canal es de Panamá”, y ya hay alerta nacional. 

 

En México también debe haber alerta de gobierno por lo que tiene que ver con las amenazas a la territorialidad del país y a la amenaza de intromisión en tanto grupos terroristas –como los define ahora-; a las deportaciones masivas… aranceles y tanto que atañe al gobierno mexicano. 

 

La presidente Sheinbaum insiste en el diálogo con Trump. “Con el presidente López Obrador se consiguió el diálogo, lo mismo haremos esta vez”. 

 

“¡Y que se sepa somos una nación soberana, libre, con historia y cultura!”, argumenta y convoca a la unidad nacional luego de la polarización que iniciaron en el sexenio anterior. 

 

Ya veremos si este discurso es suficiente para defender a México y a los mexicanos del hombre que llega cargado de odio y sed de venganza: Donald J. Trump.

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