2 de junio: La moneda en el aire.

Joel Hernández Santiago

 

Así que en unas cuantos días-horas-minutos-segundos, 97 millones 539 mil 56 mexicanos que se encuentran en la lista nominal del Instituto Nacional Electoral (los que ya cuentan con su credencial para votar vigente), podremos acudir el 2 de junio de 2024 a ejercer nuestro derecho constitucional al voto.

 

El camino para llegar a este momento ha sido muy difícil para todos. Para las instituciones de lo electoral, para los actores políticos, para gobiernos de distinta coloratura, pero sobre todo para los ciudadanos que hemos sido el objeto del deseo de cada uno de los partidos políticos, del gobierno en el poder, de los gobiernos estatales, municipales: todos ven al ciudadano como capital político o como botín político, según el interés de cada quien. 

 

Son más de 20 mil puestos de elección popular en toda la República, pero predominan unos cuantos, el más importante: la presidencia de la República. También gobiernos estatales. También Poder Legislativo Federal (Diputados y Senadores), como congresos estatales, alcaldías… 

 

Y a todo esto, los habitantes del país mexicano han sido sometidos a duras pruebas de resistencia. La primera de ellas a la amenaza de perder los beneficios obtenidos como apoyo social y que hoy se utiliza como palanca comicial, con electores cautivos… Pero también está la duda de si todos estos beneficiarios serán conscientes o no de lo importante de su voto, que es su decisión final. 

 

Durante años el actual presidente decía que a los regalos que otorgaba el gobierno y sus candidatos, para obtener votos a su favor, habría que recibirlos, disfrutarlos… pero al momento de ejercer el voto secreto habría que votar en conciencia. 

 

Esto vale para hoy mismo: independiente de las dádivas o “apoyos económicos”, e incluso amenazas de que les podrían ser retirados estos apoyos –lo que no puede ser porque es un asunto ya constitucional—: hay que votar por quien garantice una mejor vida para todos.  

 

Apenas hace unos días a una pregunta a un grupo de personas de la tercera edad, en un jardín público, les pregunté que cómo veían el asunto de las elecciones del 2 de junio: enfáticos contestaron que votarían “por López Obrador”. 

 

–Pero López Obrador no está compitiendo, él ya es presidente. 

–Sí, pero él es el que nos da el dinerito que recibimos cada dos meses…

–Pero eso es aparte, de hecho no se los da él, se los damos todos los mexicanos, con nuestro trabajo. 

–Sí, pero él nos lo da.

–¿Y entonces?

–Pues que vamos a votar por López Obrador, porque si no, nos van a quitar la ayuda… 

–¿Y si él no está en la boleta?

–Ah, pues votaremos por Claudia, ella dice que continuará la obra de López Obrador…

 

Lo dicho: el proceso electoral de México con rumbo a junio de 2024, comenzó desde noviembre de 2021 cuando el presidente de México dio a conocer a sus “corcholatas”, las que él propuso  –a modo del viejo dedazo—para que se sometieran a las consultas internas de Morena, para escoger –en aquel momento- a quien sería el candidato de Morena-Verde-PT…  Antes cada uno de los cinco haría un recorrido informativo por todo el país. Era una campaña electoral disfrazada. 

 

Y desde entonces hay campaña electoral. Y desde entonces día a día se fue construyendo el camino hacia ese 2 de junio, y para ello se hizo la consulta propuesta y ganó Claudia Sheinbaum, según el informe de Morena, y aunque uno u otro de los Corcholatos se quejó por lo nebuloso de la consulta, al final todos guardaron ominoso silencio, vergonzoso inclinar de cabeza… 

 

La oposición dudaba en nombrar a su candidato o candidata. Se hacían bolas. Predominaban los intereses políticos y las ambiciones políticas de sus dirigentes tanto del Partido Acción Nacional, como del Partido Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática. Nada por mucho tiempo hasta que, ya se sabe, a la oportunidad la pintan calva y apareció Xóchitl Gálvez, a la que dejaron sola y su alma durante la primera etapa de su precampaña y campaña.

 

Movimiento Ciudadano estaba y está jugando al esquirol. Oculto en el follaje político sabe que no ganará la presidencia pero también sabe que apuesta por Claudia Sheinbaum y en ese sentido ha orientado los trabajos de Jorge Álvarez Máynez, quien no oculta su consigna, como se vio muy claramente en los tres inútiles debates entre los tres candidatos. 

Hoy la mayoría de los mexicanos que irán a votar saben por quién lo hará. Esto tiene que ver con sus propios intereses, sus convicciones o su proyecto de país. 

Pero ahí están miles-miles-millones de indecisos que hoy mismo están deshojando la margarita. La duda es si estos indecisos saldrán a votar y por quién lo harán: hay dos opciones: el voto del enojo, por cómo están las cosas en el país o el voto interesado: mantener sus estatus quo, que es su espacio de confort. Son ellos 11 millones de votos que podrían equilibrar la balanza. 

Son esos once millones de indecisos los que podrían fortalecer el triunfo del ganador o bien orientar el resultado hacia un factor de equilibrio tanto en el poder Ejecutivo como en el Legislativo. 

Son 20 millones de jóvenes también. Muchos de ellos que votarán por primera vez y que mostrarán ahí que ya están en el camino de la democracia. Votarán según su propio criterio y según su imagen de futuro. Si. Ojalá salgan y voten. Es su oportunidad. Es su tiempo de cambio.  

Y está ahí, también, el peligro del crimen organizado que, sin duda, y con los permisos abrazos  del gobierno 4-T, han azolado a estados y municipios. Matando a candidatos que no les gustan o que atentan a sus intereses e imponiendo a quienes sí les podrán ayudar en sus tareas ilícitas. 

De todo hay el 2 de junio. Y está, sobre todo, la ambición de poder, la ambición de mantenerse en él; la ambición de seguir mandando en un país en el que, en contraposición, la ciudadanía ya se harta de discurso de odio y del discurso de la confrontación. El discurso del resentimiento y la venganza.  

El 3 de junio, dentro de una semana sabremos qué país sigue y si los mexicanos caminaremos por ese rumbo… o no.

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