LAWRENCE DE ARABIA

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

 

La película “Lawrence de Arabia” es considerada una de las cien mejores películas en la historia de la cinematografía. Para algunos críticos es considerada, incluso, entre las diez mejores, solo después de “El Ciudadano Kane” de Orson Welles y de “El Padrino” de Martin Scorsese. 

 

Su producción, que tardó casi dos años, inició en 1962; fue rodada en locaciones de España, Inglaterra, Jordania y Marruecos, y empezó a ser exhibida a partir de 1964. Nada más eso de andar transportando 800 camellos y 600 caballos entre Europa, África y Asia para filmar una película no deja de ser un trabajo loable; a lo mejor razón más que suficiente pero no la única, sin duda, para los ocho premios Oscar que obtuvo en Hollywood y muchos premios más en otros lugares. 

 

Tal vez ese año o el siguiente fue la primera vez que vi la película en un cine de la ciudad de Oaxaca, mi ciudad natal -capital de un estado al sur de la República Federal Mexicana, una entidad federativa caracterizada hasta la fecha por su atraso económico y sus numerosos grupos étnicos-. Sin duda que para un niño o un adolescente en este contexto inmediato el impacto al ver la película debió ser amplio. 

 

En primer lugar, entonces, me llamó la atención no tanto la motocicleta que manejaba Thomas Edward Lawrence -seguramente gracias al desenlace nunca quise tener una motocicleta-, sino la ropa de los árabes y sus travesías por el desierto cabalgando y peleando sobre sus camellos, cuando eran acribillados por los disparos de ametralladora desde pequeños aviones que más bien parecían avionetas -la superioridad tecnológica era evidente hasta para un niño-. Pero, sobre todo, me asombró la discusión en un gran salón donde todo mundo vociferaba, supuestamente en Damasco -pero esas escenas fueron filmadas en Sevilla-; donde obviamente era imposible que alguien se pusiera de acuerdo.

 

No sabía o no alcanzaba a darme cuenta, entonces, del motivo de la discusión y mucho menos de sus consecuencias. Pero la música de la película me gustó mucho y me sigue pareciendo formidable. 

 

Cuando la escucho, inmediatamente la asocio a una multitud cabalgando sobre camellos en el desierto. Muchos años después, en los alrededores de Dubái, en los Emiratos Árabes, mi esposa y yo montamos un camello, cenamos en un campamento supuestamente de beduinos -pero en realidad para turistas llegados de cualquier parte del mundo- y transitamos por el desierto al interior de una camioneta llena de turistas que circulaba a gran velocidad, en una especie de cabalgata motorizada.     

 

Tal vez, también, por estas razones tanto del impacto cuando vi la película por primera vez como por la experiencia posterior en el desierto árabe, la he vuelto a ver varias veces después; aunque dure poco más de tres horas que no se sienten pues los actores son nada menos que Peter O´Toole, Omar Sharif, Anthony Quinn y Alec Guinness, entre otros. Pero sobre todo por la trama y las escenas de la película.

 

Así es que ahora le he pedido a mis alumnos de la asignatura “Sistemas Gubernamentales” -de la licenciatura en Administración Pública y Gobierno, formación profesional que se imparte en la Universidad Anáhuac de Oaxaca-, que vean la película y redacten un reporte -en realidad un breve ensayo- en el que describan su contenido, expliquen su contexto y su vinculación con el enfoque de globalización económica y comercial que tiene el programa de la asignatura.

 

Administrar y gobernar un país empieza por su creación -la creación de ese país-, y esta película de la que ahora platico con un dejo de nostalgia -y también con la necesidad de transitar por la actualidad para explicar sus antecedentes-, describe con realismo, crudeza, elegancia y belleza el camino que va de las luchas tribales a la creación de la nación árabe y sus diferentes países. Lo que sucedió después de pasar por la destrucción de un gran imperio, el Imperio Otomano; cuyo gobernante por cierto cometió el error de aliarse con el país que resultó perdedor de la Primera Guerra Mundial -y también de la Segunda-. 

 

La referencia a esa Primera Guerra -tan lejana para nosotros (oaxaqueños y mexicanos) sumidos en nuestra historia y atavismos coloniales españoles- es obligada. Pues vino entonces otra redistribución de la hegemonía mundial, de los mercados económicos y políticos vigentes en esa época del mundo. 

 

Consecuencia de anteriores repartos -analizados puntualmente en otras sesiones de la misma asignatura- y antecedente obligado del posterior reparto una vez terminada la Segunda Guerra Mundial -para llegar a la Unión Europea y nuestro tratado comercial con esta nación formada de naciones, cuyas ventajas para nosotros solo son superadas por el TLC ahora llamado T-MEC-. 

 

Un hombre joven, culto, inglés, egresado de Oxford, dedicado a labores de inteligencia, sin haberlo solicitado ni esperado tuvo de pronto un papel protagónico en la creación de la nación árabe. Esto sucedió gracias a una combinación de cultura histórica, imaginación prospectiva y arrojo personal del personaje que, sin proponérselo, se forja -gracias a las circunstancias que se ve obligado a enfrentar- como un mito en medio de la historia. 

 

Pero que al final de cuentas termina siendo un instrumento útil de las élites que determinan el rumbo de las revueltas que encabezó, pues son quienes tienen las armas y el dinero. Nada que no veamos en los días presentes.

 

Las mujeres y los hombres de Estado y de gobierno de la época actual -y de todas las épocas-, si no tienen una visión histórica y prospectiva -constructora de escenarios de futuro nutridos en la experiencia del pasado- de sus actos, no pasarán de políticos ambiciosos de poder temporal perdido muy pronto en las luchas por disputar, mantener o transmitir ese poder a cualesquiera de sus contemporáneos. Las lecciones para que eso no les suceda tienen que aprenderlas y enriquecerlas, necesariamente, a través del estudio y la reflexión compartidas.

 

Ciudad de México, 4 de octubre de 2023.

Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.

Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México). Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA). Tiene la Especialidad en Justicia Electoral otorgada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Es autor de libros de Derecho Público, Privado y Social; Administración Pública y Ciencia Política; Derecho Electoral y Derecho Procesal Electoral; sus libros se encuentran en bibliotecas, librerías, en Amazon y en Mercado Libre. Las recopilaciones anuales de sus artículos semanales están publicadas y a la venta en Amazon (“Crónica de una dictadura esperada” y “El Presidencialismo Populista Autoritario Mexicano de hoy: ¿prórroga, reelección o Maximato?”); la compilación más reciente aparece bajo el título PURO CHORO MAREADOR. México en tiempos de la 4T” (solo disponible en Amazon).   

   

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