Trump al acecho de América Latina

 

Joel Hernández Santiago

 

Donald J. Trump festeja hilarante cómo es que sus drones o aviones o buques militares destruyen pequeñas embarcaciones que navegan en aguas internacionales del Pacífico y el mar Caribe. 

 

Al destruirlos causa la muerte de los tripulantes a los que acusa de ser portadores de drogas que -dice- irán a parar a sus muchachos en Estados Unidos. Y él, dice también, quiere salvar a su país del flagelo de las substancias dañinas…

 

Sobre todo si estas substancias dañinas provienen de América Latina, con países a los que acusa de ser productores de drogas naturales o sintéticas. A México le acusa de ser el distribuidor y en cuyos laboratorios se sintetiza la droga que será llevada a su país. 

 

Así que de septiembre a la fecha, por órdenes del presidente Trump, su ejército ha llevado a cabo una serie de ataques militares extrajudiciales contra embarcaciones de las que sospecha de traficar narcóticos. De entonces a la fecha al menos diez lanchas o buques han sido destruidos por misiles estadounidenses, con un saldo de más de 43 personas muertas.

 

Trump afirma -sin probar- que las naves atacadas estaban vinculadas a organizaciones criminales, designadas por su gobierno como terroristas, incluida la viernes 24 de octubre cuando destruyó una embarcación a la que acusó de estar vinculada a la banda venezolana “Tren de Aragua”, y que dejó al menos 6 muertos.

 

Al principio la destrucción de embarcaciones por EUA se concentraba en el mar Caribe muy cerca de Venezuela. Pero en los días recientes sus incursiones se ampliaron al Océano Pacífico oriental en donde atacan a embarcaciones que navegan en rutas usadas para el tráfico de cocaína. 

 

Además de mantener un permanente conflicto con el gobierno de Venezuela, el miércoles 22 de octubre las fuerzas estadounidenses lanzaron dos bombardeos sucesivos hacia las costas de Colombia, en los que murieron tres tripulantes en un caso y dos en el otro. La confrontación ahora es con el presidente colombiano Gustavo Petro, al que acusa de “narcotraficante”. 

 

El 3 de octubre, Trump informó desde la Casa Blanca que Estados Unidos está en un «conflicto armado» con los carteles de la droga, a los que considera ahora como «combatientes legales». Esto lo afirmó mediante un memorándum que trascendió a medios de información estadounidenses. 

 

En ese documento Trump considera que los cárteles de la droga son grupos armados no estatales y que sus acciones equivalen a «un ataque armado contra Estados Unidos» y por lo mismo cualquier ataque en contra de estos cárteles es -dice- defender “la seguridad nacional de Estados Unidos”. 

 

Asimismo, en septiembre, Trump firmó la designación de los principales cárteles como organizaciones terroristas extranjeras, equiparándolos a grupos como Al Qaeda, y por lo tanto invoca los poderes de guerra con que cuenta el Ejecutivo estadounidense para autorizar el uso de la fuerza militar sin aval del Congreso. 

 

Por tanto, hace apenas unos días, el Pentágono confirmó que Trump ya desplegó un importante contingente militar en la región para sostener la campaña, incluyendo ocho buques de guerra, un submarino nuclear y aviones de combate con miles de efectivos operando en el Caribe sur y el Pacífico. 

 

Muy diferente el presidente Trump en este segundo periodo como presidente republicano de EUA. En esta ocasión actúa más como dictador mundial que como presidente de una nación democrática, con enorme potencial económico y con relación comercial con casi todo el mundo. 

 

Esta condición que debiera ser motivo de ponderación y despliegue diplomático y comercial, se ha convertido en un arma letal en manos de Trump, exaltado de poder y exaltado por lo que considera su dominio mundial. Acusa, señala, manipula, miente, agrede: todo en nombre de su gran poder político internacional. 

 

Arrogante y soberbio exigió que se le entregara este año el Premio Nóbel de la Paz y que de no hacerlo “sería un insulto para el pueblo de los Estados Unidos”. No se le entregó, por supuesto. 

 

Ahora se atribuye el derecho de abusar de su fuerza en aguas internacionales en la región de América Latina, a las que vigila como de su propiedad, y agrede a embarcaciones en regiones de su interés político, sin estar seguro de que transportan drogas o no. 

 

Ataca sin ningún procedimiento judicial, lo hace fuera de las leyes internacionales y para mostrar que sus decisiones van más allá de lo legal y justo, lo que pasa a ser muestra de una psicología dañina y ¿acaso criminal?

 

Por supuesto ninguno de los países democráticos y aun de izquierda podrán estar de acuerdo con regímenes dictatoriales como el de Venezuela o Cuba, pero de eso a permitir que se cometan agravios mortales en la región es muy distinto. 

 

Los países latinoamericanos deben estar alerta porque Trump probablemente tiene otros planes siniestros para la región y, por lo mismo, está amenazando uno a uno, acusando uno a uno, descalificando y aplicando aranceles abusivos uno a uno, ahora agrede militarmente, hasta llegar a un punto de no retorno y de confrontación en la que él saldría triunfante. 

 

No triunfante el pueblo de los Estados Unidos: sólo él, en su poder irrefrenable.

 

A Trump le conviene polarizar a los países de América Latina, ya cuenta con algunos de ellos, incluyendo el gobierno de Milei en Argentina. Depende de todos estar unidos o enfrentar las consecuencias uno a uno. 

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