No es una ideología en particular la que viene ganando espacios en la región, es una propuesta de amplio espectro –con el centro progresismo y la socialdemocracia como referente general– que pone el acento en la promoción de la igualdad social, el reconocimiento de las minorías culturales, y el fin del modelo que privilegiaba los indicadores macroeconómicos y los compromisos con los organismos financieros internacionales.
Cualquier proyecto que aspire al poder en el área latinoamericana y el Caribe, tiene que partir del reconocimiento de que el neoliberalismo no es una opción que hoy día concite consensos en las mayorías que determinan el rumbo de los gobiernos. Así lo ha planteado la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina en sus encuentros regionales, y así lo ha plasmado el PRI en la reforma a sus documentos básicos.
En el caso de Colombia, e l mensaje es un rechazo frontal a las propuestas tradicionales, de connotación conservadora, y un voto de confianza a un proyecto antisistémico que privilegia la atención a los sectores ancestralmente marginados. Algo fundamental es que, por primera vez, reconoce la diversidad étnica y cultural de la población de ese país en la composición misma de ese gobierno.
Está claro que los gobiernos del área latinoamericana tienen que reconocer ya, en toda su dimensión, el importante papel de sus pueblos originarios y comunidades indígenas, comenzando por un estatus jurídico y social de plena ciudadanía, como hemos expresado muchas veces en este mismo espacio de reflexión.
Gustavo Petro, el nuevo presidente electo, triunfó hasta la tercera ocasión que compitió por el cargo, lo que habla por sí solo de la resistencia de la oligarquía y las fuerzas tradicionales, algunas de ellas no necesariamente de derecha e incluso en ocasiones con una propuesta de contenido progresista, para permitir el arribo de una expresión iconoclasta, sustancialmente diferente a las precedentes en la rotación periódica del poder.
Nacido en una familia de clase media y educado por sacerdotes lasallistas, en efecto, el nuevo presidente electo abandera el cambio y la ruptura frente a las fuerzas que tradicionalmente han gobernado Colombia, siempre al amparo de un temor a lo que identificaban como comunismo, resabios de la guerra fría.
Petro, luego de una pública participación durante 12 años en la lucha política no convencional, obtuvo una amnistía luego de que el M-19, la principal organización guerrillera de Colombia y un referente en la lucha armada en América Latina, firmó un acuerdo de paz con el gobierno en 1990, proceso en el que México tuvo una destacada participación como mediador y propiciador de una nueva etapa de civilidad y diálogo en ese país hermano.
Por su propia biografía de luchador social, fue detenido, torturado por militares y estuvo preso durante año y medio. Además, el hoy gobernante electo ha sido amenazado de muerte en varias ocasiones, un riesgo a su vida que lo forzó incluso a un exilio de tres años en Europa. Con esos antecedentes, fue el candidato más custodiado en la contienda.
Hoy, pese al acoso de años, una oferta de avanzada llega al poder, en un entorno de inflación al alza y sobre todo de una agudización de la desigualdad social, que han erosionado el poder adquisitivo del salario y ampliado las franjas de la pobreza moderada y la pobreza extrema.
Por eso, en el núcleo de su propuesta de cambio profundo, sin desbordar el perímetro de la democracia y los esquemas institucionales, se plantea cambiar una historia de 200 años
y, sobre todo, lo ocurrido desde el asalto del neoliberalismo al poder.
En el programa progresista del ahora mandatario electo figuran una reforma fiscal que grave más a los deciles más enriquecidos de la población, lo que se suele denominar las élites, los estratos más favorecidos por las políticas neoliberales de los años recientes.
También postula la defensa del medio ambiente, pues plantea frenar la exploración del petróleo (cuyas ventas representan 4 por ciento del PIB colombiano) en una transición
hacia energías limpias; expandir la producción de alimentos, reformar a una policía implicada en violaciones de derechos humanos y regular los ascensos dentro de las fuerzas militares que considera clasistas, entre otros cambios.
El triunfo del ex guerrillero consolida una tendencia clara de América Latina hacia las opciones socialdemócratas y de centro izquierda, una tendencia que hemos diseccionado y analizado en este mismo espacio de opinión, como el aventajado paso de Lula da Silva a su tercer periodo presidencial en Brasil, ya como un candidato público y formal. Igualdad social y respeto a la diversidad cultural son valores a reivindicar en el subcontinente y en todo el mundo.
* Presidente de la Fundación Colosio
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