Tómbola: Una jugada macabra. 

Joel Hernández Santiago

 

Al principio parecía una broma macabra. Una broma que no podía ser más que eso: Una forma de burlarse de la situación y de asestar a todos en México lo que quería transmitir: ‘¡Se hace porque lo digo yo!’… 

 

La verdad es que cuando lo propuso el entonces presidente López Obrador parecía que nadie tomaría en serio su dicho… Pero los enceguecidos operadores de sus mandatos (funcionarios públicos de alto mando; legisladores morenistas; gobernadores morenistas: ellos y ellas), obedecieron y callaron como es su indigna costumbre. 

 

Lo dijo así en su mañanera del martes 30 de julio de 2024: 

 

“Pueden inscribirse 10 para ser juez, 20, 30, 50… ¿y cómo se resuelve? Pues se hace una selección: a ver cómo están las calificaciones, terminaste la escuela; y un comité va a seleccionarlo: si fue buen alumno en las cuestiones penales, civiles. Y si quedan muchos, ¿cómo le llaman a la rifa? Insaculación, para que no se burlen, para hablar físico… La suerte, órale vamos…“, propuso López Obrador con las risas burlonas que le eran propias y una carcajada.

 

Era uno de los momentos más álgidos de la discusión sobre la Reforma Judicial que él mismo promovió y que envió al Congreso para su aprobación “sin quitarle ni una coma”… Era la culminación del enojo que sentía en contra de la Suprema Corte de Justicia por no aprobarle iniciativas claramente anticonstitucionales y, en particular, en contra de su actual presidenta Norma Piña a quien traía entre ceja y ceja. 

 

Así que todo caminó hacia la aprobación de la Reforma Judicial, no importó que Morena y aliados se hicieran de una mayoría calificada legislativa mediante una contabilidad de votos manipulada y una aprobación inesperada del Instituto Nacional Electoral (INE) al que preside una consejera claramente proclive al morenismo de moda. 

 

Al final, la Reforma Judicial se aprobó en las cámaras Diputados y Senadores. Era el regalo que le darían los legisladores morenistas y sus aliados al presidente que ya se iba y quien los había puesto ahí, también, para obedecer y callar. La democracia que aún no se consolida en México quedó hecha añicos este 12 de diciembre. 

 

En todo caso aquello de que la insaculación “se podía hacer mediante una tómbola” se hizo realidad el 12 de octubre pasado cuando en una extraña sesión del Senado de la República se llevó a cabo un evento que para millones de mexicanos resultó burdo, grosero, falto de calidad política, ausente de sentido de responsabilidad, indigno de quienes se ostentan como representantes de la Nación. 

 

Al azar de una tómbola con cientos de pelotitas blancas, algunas de las cuales caían y rebotaban, se decidió la suerte de cientos de magistrados y jueces que deberán dejar sus cargos, su carrera judicial para que esos lugares sean ocupados mediante voto popular el 1 de junio de 2025.

 

Y sí: a la vista aquello fue un juego a la lotería de feria o kermesse; una tómbola que duele a millones de mexicanos. Duele porque es claro que ahí se patentiza la decadencia absoluta de la política y del poder legislativo en México, por lo menos así Morena y sus aliados. ¿Y la oposición? ¿Cuál oposición? 

 

Fue un aquelarre triunfal para quienes siguen empeñados en someterse a los designios del sexenio que ya terminó y fue, al mismo tiempo, una exposición de indignidad y desvergüenza política y legislativa, no sólo de Morena; sí de todos los que participaron por acción u omisión en esta increíble muestra de insensatez y de agravio a la República. 

 

Con esto se tomó una decisión que no sólo afecta a cientos de jueces y magistrados del Poder Judicial de México. Con esta decisión deberán desocupar sus puestos en los que muchos habían desarrollado una enorme experiencia de años, y con esto afectan a sus familias… y al país, todo. 

 

Y todo por un capricho presidencial. Y todo por un berrinche. Y todo por la ausencia de conocimiento de lo que es una República y sus factores de equilibrio. 

 

Y todo para dar paso a quienes sin calificaciones ciertas, sin el rigor y el criterio jurídico y constitucional habrán de ocupar las plazas de jueces y magistrados que serán los que administrarán y aplicarán justicia y, sobre todo, deberán defender a la Constitución mexicana. A la misma que hoy mismo están manoseando de forma irremediable. ¿Justicia para quién? 

 

Nadie con dos dedos de frente podrá tomar en serio a un grupo político que sí ganó las elecciones del 2 de junio, mediante una sedicente mayoría, pero que no se respeta a sí mismo. 

 

Esa mayoría los responsabiliza enormemente ante sus votantes y sobre todo ante quienes no votaron por ellos pero que también son mexicanos y son ciudadanos y habitantes de una República y contribuyentes y gente de trabajo y de lucha cotidiana. 

 

Estos señores y señoras senadores –que ni siquiera leyeron el contenido de la Reforma Judicial que aprobaron sin cambiarle ni una coma, a pesar de los graves errores y erratas que contiene–, son los responsables históricos de la tómbola en la que también se jugó el futuro de los mexicanos: todos. 

 

 

 

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