Segundo debate: “¿Quién ganó?”
Joel Hernández Santiago
En el Segundo Debate de candidatos a la presidencia del país del 28 de abril ocurrió lo mismo que en el Debate Uno: no pasó nada sustancial; nada que los mexicanos agradeciéramos como oferta firme, convincente y viable para el futuro bienestar y tranquilidad y paz social de México y los mexicanos. Nada nuevo bajo el sol.
En este momento, pocos de los ciudadanos de a pie que vieron y escucharon el encuentro no recuerdan con precisión las promesas de cada uno de ellos. Esto, porque por experiencia se tiene que poco de ello será cumplido y ya se sabe que la memoria es selectiva.
Las propuestas de campaña pocas veces son llevadas a la realidad. Lo hemos visto a lo largo de la historia política de este país, así por lo menos durante el siglo XX y lo que va del XXI. La fortaleza de la oposición, hoy, está en las debilidades del gobierno presente, en las promesas no cumplidas y en el cúmulo de errores, diatribas, mentiras-mentiras y falta de gobierno para atender los grandes problemas nacionales.
Por su parte, la candidata oficial está en su papel de defender al actual régimen, la 4-T, por dos sencillas razones; porque tiene como encomienda preservar la propuesta programática y de gobierno del actual presidente de México y porque simple y sencillamente le ordenaron desde Palacio Nacional que saliera a defender a la actual administración y al Ejecutivo…
… Y que no pasara como en el Debate del 7 de abril, cuando el presidente aplaudió a la mañana siguiente lo ocurrido, pero sus asesores le hicieron ver que la candidata de Morena no defendió a su gobierno y dejó pasar críticas: dos días después descalificó a ese mismo Debate que había aplaudido, a los moderadores, al formato, y a las críticas a su gobierno que surgieron de las preguntas del público.
Esta vez la candidata Claudia Sheinbaum, en su actitud impertérrita, mirando al frente, nunca a los lados, vestida del uniforme color guinda –órdenes de sus asesores para el debate- defendió con tal énfasis y vehemencia al gobierno del presidente López Obrador, que parecía que estaba ofreciendo un informe presidencial…
… No propuestas suyas, de ella, para llevar a cabo su gobierno en caso de que gane, lo cual es muy probable en vista de todos los apoyos que ha recibido y recibe y recibirá del gobierno federal, de las arcas nacionales y de los gobiernos estatales morenistas; el congreso y tanto…
Xóchitl Gálvez iba a sacarse la espina por su fracaso en el Debate Uno. Iba con la espada desenvainada y dispuesta a obtener ganancias en vista de que tiene poco que perder. Sí hizo propuestas de gobierno, de solución a problemas de pobreza, el tema del indigenismo le salió bien porque tiene experiencia en el área, el tema de las energías limpias y con bajo costo; la pobreza…
Pero estas propuestas se dispersaron por su afán prioritario de evidenciar las grandes mentiras de su adversaria Claudia Sheinbaum. Le hizo señalamientos y verdades de a kilo, sí. Pero terminamos por desconocer bien a bien la esencia de su gobierno en caso de ganar las elecciones.
Le recordó a Claudia Sheinbaum (“la Candidata de las mentiras”, le asestó) errores trágicos como la caída de la línea 12 del metro, o el colegio Rebsamen; también lo de una casa no declarada, y que su entonces marido en 2004, Carlos Ímaz, recibiera dinero de Carlos Ahumada de forma subrepticia… los “Panamá Papers” de su familia… y tanto más: No hubo respuestas de Claudia Sheinbaum. Su estrategia es el silencio a estos problemas y a estos fracasos de gobierno.
Para muchos ganó el debate Xochitl Gálvez, por su franqueza, por su atrevimiento, por ser incisiva, porque quería exhibir en sus mentiras a la candidata del presidente de México. Si, en principio ganó. Sí. Dejó la mosca en la oreja de todos los mexicanos. En todo caso se sobrepasó cuando afirmó que la candidata de Morena es una “narco-candidata”. Cierto que reaccionó a la acusación que le hizo Sheinbaum de que es una “corrupta”, pero ni así se pueden extremar las cosas.
Jorge Álvarez Máynez quiso seguir la línea de Salomón Chertorivski Woldenberg, que le funcionó en el debate por la ciudad de México: Propuestas-propuestas-propuestas. Pero estas se perdían en el aire porque la atención estaba puesta en las dos candidatas principales.
Él mismo se anuló cuando prefirió defender al gobierno del Nuevo León tantas veces que parecía que competía por la gubernatura de ese estado y no por la presidencia de la República. Y sus alusiones frecuentes al ex presidente Fox no eran otra cosa que dardos envenenados en contra de Xóchitl Gálvez: esa es su tarea.
En todo caso, las preguntas hoy son: ¿Quién ganó el Segundo Debate? ¿Tiene sentido esta pregunta? ¿Sirvió de algo este Segundo intento? ¿Cambia la intención de voto de la mayoría de los 98 millones de mexicanos que tendrán derecho a votar el 2 de junio por un presidente de la República; por 500 diputaciones federales; 128 senadurías; 9 gubernaturas; 1,802 presidencias municipales; 14 mil 764 regidurías; 1,975 sindicaturas; 431 cargos auxiliares (concejales); 1, 098 diputados locales…?
En realidad es un ejercicio que está dentro de la legislación electoral: tres debates entre candidatos para la presidencia de la República antes del día de las elecciones. Sin embargo el resultado final de este ejercicio parece inútil. No lleva a nada. No conduce a nada. No le hace bien a nadie: No en lo que respecta al fortalecimiento de la República.
Y lo dicho. Y lo reiterado. Y lo indispensable: Que los ciudadanos con derecho a voto salgan a hacerlo ese día; y que lo hagan de acuerdo con su criterio político, con su reflexión íntima y en razón del país y no de su interés puramente personal.
El voto es el capital político más importante de los ciudadanos. No dilapidarlo ni ser irresponsable es obligación democrática. Ni más, ni menos.
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