España dio este jueves un gran paso en la confrontación con su propia historia al exhumar al dictador Francisco Franco del mausoleo en el que estuvo enterrado 44 años para sepultarlo en un cementerio municipal madrileño.
El procedimiento marca un hito en la forma en que el país afronta su complicado y tormentoso pasado reciente, con un dictador que murió en 1975 tras casi cuatro décadas en el poder y una transición democrática pactada para dejar atrás la violencia de la Guerra Civil (1936-1939), un acuerdo que respetó buena parte del legado franquista en pos de la reconciliación nacional.
La exhumación pone fin a la “afrenta moral” que suponía que un dictador tuviera una tumba en un mausoleo público donde podía recibir homenajes, afirmó el presidente del Gobierno en funciones, el socialista Pedro Sánchez, en una declaración oficial tras el final de la operación.
“Nos costó mucho tiempo deshacernos de un régimen represor. Y casi nos ha llevado el mismo tiempo apartar los restos de su artífice del homenaje público”, remarcó Sánchez.
El féretro con los restos de Franco fue exhumado de la tumba en la basílica del monumento del Valle de los Caídos, a unos 60 kilómetros de Madrid, una operación cerrada al público con la única presencia de miembros de la familia y sin ningún miembro del Gobierno, a excepción de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, que oficiaba como notaria mayor del Reino.
A continuación, el ataúd salió a hombros de sus familiares, una imagen de gran significado en España que seguramente dará la vuelta al mundo, antes de ser trasladado a un helicóptero para el vuelo hacia el cementerio de Mingorrubio, en El Pardo, un barrio de las afueras de Madrid.
Con Información de El Sol de México
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