Políticos sin ideología

Joel Hernández Santiago

 

La secretaria de Gobernación. Luisa María Alcalde, acudió la tarde del domingo 1 de septiembre a la Cámara de Diputados para entregar el 6° Informe del estado que guarda la administración pública al casi término de la gestión del presidente López Obrador. 

 

A las 5.00 pm., era el inició del primer periodo ordinario de sesiones del primer Año de ejercicio de la LXVI Legislatura. Con una mayoría de legisladores de Morena y sus aliados, el recinto estaba a pleno. Por la mañana había ocurrido la lectura de su informe por el presidente de México en el Zócalo de la capital del país. Fue un día exultante y feliz para Morena, et. al. 

 

Este ambiente hizo que la señorita Alcalde tomara el micrófono y arengara a la multitud ahí presente para llamar la atención presidencial y para decir a los cuatro vientos, a todo pulmón, que entregaba el informe del ‘Mejor presidente que ha tenido México en sus historia’ y más loas así de extravagantes. 

 

No está en el reglamento interno de la Cámara que ese día el mensajero del presidente tome la palabra y mucho menos que arengue a los ahí presentes. Su tarea es entregar el documento a la presidenta de la Cámara de Diputados en el cual está lo que informa el Ejecutivo, hasta ahí.  

 

Por supuestísimo esta dama está en su derecho de pensar así. De defender su doctrina 4-T. A saber, aun como secretaría del interior, encargada de mantener el equilibrio y el diálogo entre las diferentes fuerzas políticas y sociales del país, se mantuvo siempre más como una fiel seguidora de las tesis obradoristas que en mantener la armonía política que llevara a un mejor estado de la Nación. 

 

No importa. Es el color del triunfo el que predomina y el de su mayoría y el de sus más de treinta millones de votos con los que obtuvo la presidencia del país la señora Claudia Sheinbaum. Así que cobijada en este ambiente triunfal, la secretaria de Gobernación y futura dirigente del partido Morena, hace lo que su modelo político le permite. Lo que no quiere decir que esté en lo correcto y menos que pueda brincarse las trancas reglamentarias. Mucho menos si aún es la secretaria de Gobernación…

 

Pero como este caso en el que se exhibe una confusión entre la lealtad, la ambición de poder, los principios ideológicos y la responsabilidad frente a todo el país, ocurre en el caso de los distintos diputados de diferentes partidos…

 

Son los que, como por arte de magia compitieron con la ideología, la doctrina y el proyecto de nación particular de un partido de oposición y, de pronto, son ya miembros distinguidos de otro partido con sus distintas particularidades, como es Morena. Esto ocurrió tanto en el Legislativo Federal como en el de la Ciudad de México. 

 

El Senado se nutrió con dos senadores del extinto Partido de la Revolución Democrática (PRD): Araceli Saucedo y José Sabino Herrera. Así que sin pudor alguno brincaron a modo chapulines. Son quienes se supone que habrían de defender los principios ideológicos, doctrinarios y proyecto de Nación del que fue su partido y el que aportó estructura y recursos para que fueran electos. 

 

Por supuesto falta que cada uno de ellos de una explicación plena, sustentada, confiable y ética a quienes votaron por ellos en Michoacán y Tabasco. 

 

Muy parecido ocurrió en la Cámara de Diputados de la Ciudad de México. Esto es: “Este domingo 1 de septiembre se instaló la III Legislatura en el Congreso de la Ciudad de México, en la cual Morena obtuvo la mayoría calificada, con 46 de 66 legisladores, debido a que se les sumaron los diputados de oposición Nora Arias (PRD), Silvia Sánchez Barrios (PRI) y Luis Chávez (PAN)”.

 

Ya Francis Fukuyama y cuatro años más tarde Samuel P. Huntington, debatieron sobre el fin de las ideologías y el predominio de los grupos hegemónicos de poder o la economía como ejes de quehacer político y social. 

 

Sin embargo aquello tiene un sustento teórico basado en reglas democráticas y de instituciones para la democracia consolidadas. Lo que resta es que el hombre-político tome las decisiones de su futuro en base a la ética y a la supremacía del pensamiento y la política, entendida ésta como ejercicio de poder para cumplir la responsabilidad social adquirida. 

 

Pero esto es mucho para estos políticos que a lo más que llegan es a ser chapulines. Ambiciosos de poder y de dinero, incapaces de asumir su responsabilidad histórica como gente de ideas y de ética política. 

 

Pero no sólo ellos. Muchos de los que ahora militan en Morena, partido triunfante y victorioso en las urnas del 2 de junio, antes fueron ilustres miembros de partidos distintos. Ex gobernadores, ex legisladores, ex funcionarios públicos del PRI ahora son de Morena en distintos cargos, ya embajadas como en el Legislativo. 

 

Y miles de integrantes de Morena son de tal forma advenedizos que, si mañana apareciera un partido distinto, nuevo, fuerte, vigoroso, triunfante, ellos brincarían inmediato hacia esa otra opción para ellos, no para los mexicanos quienes, en todo caso, los dejan hacer y deshacer.

 

Lamentable el panorama político de México. Lamentable su sistema de partidos, lamentable que los políticos mexicanos sean de tal modo tan volubles, interesados y chapulines que lo que menos les importa es su país y a los que les va bien aquello de Groucho Marx:

 

“¡Soy un hombre de principios, pero si no le gustan, tengo estos otros!”

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