Joel Hernández Santiago
De pronto, con más frecuencia, a las autoridades del gobierno capitalino les ha dado por llevar a cabo eventos masivos en el Zócalo. Dicen que gratuitos –lo que está por verse-.
De todos modos, al llamado al solaz, la diversión y un poco de felicidad, muchos-miles han acudido al ombligo de México para disfrutar una tarde-noche de sus artistas preferidos.
¡Claro que los mexicanos tenemos derecho a ser felices y a recuperar el tiempo perdido!; a saber que aun vivimos y queremos estar bien, a pesar de todos los pesares.
Hemos vivido días muy difíciles. Trágicos. No sólo los mexicanos pero sí, en nuestro caso, persiste el sentimiento de abandono en la pandemia y de que las cosas pudieron ser menos trágicas si no hubiera sido por la incapacidad, la malevolencia y el desdén del encargado de buscar que los contagios no fueran tan dañinos o por lo menos no mortales como lo fueron.
Pero mientras son peras o son manzanas, por el momento ya se puede respirar un poco más –con las prevenciones necesarias-, y ya se puede caminar airoso por aquí o por allá sin el temor mortal del contagio. No obstante, el bicho sigue por ahí: cuidado.
Y como marca Cervantes en “Don Quijote”: “Donde música hubiere, cosa mala no existiere”, pues ahí está. Al final, como si nada hubiera ocurrido o pudiera ocurrir las multitudes son convocadas a eventos públicos masivos en todo el país, pero muy particularmente en la capital de México.
Esto hace olvidar, por el momento, aquellos días de pánico y encierro, de dolor y tragedia; pero sobre todo, en estos momentos, hace olvidar el miedo a los sismos y lo ocurrido en el país a raíz de los temblores que han devastado partes importantes del occidente mexicano.
… Hace olvidar –también- que día a día se cometen más homicidios dolosos y muertes sin fin a lo largo del país. Que miles viven en el terror y miles sufren en sus propias carnes la tragedia criminal. Que la pobreza crece cada día más.
Pero nada. Para el gobierno federal y el capitalino la vida electoral sigue, marcha, persiste y bajo toda circunstancia –dicen en cofradía—se tienen que mantener en el poder supremo, ya federal o estatales, legislativos o municipales.
Morena sabe que cuenta con mucho para ganar las elecciones presidenciales de 2024. Sabe que con ayuda presidencial ha anulado a la oposición, la ha fragmentado, la ha comprado y la ha alejado –con ayuda de ella misma—de la voluntad electoral de los mexicanos.
El tema no es qué partido y su candidato ganarán. El tema sí es ¿quién habrá de ser el candidato o la candidata elegida por Palacio Nacional para contender vía Morena por la presidencia dentro de dos años?
Ya el mismo presidente ha nombrado a tres “corcholatas” como ominosamente se les ha llamado: Adán Augusto López –Gobernación-; Claudia Sheinbaum –CdMx- y Marcelo Ebrard –Cancillería-. (Aparte Ricardo Monreal –Senado-, quien podría ir por la libre.)
Así que cada uno de ellos hace circo-maroma-teatro para llamar la atención del gran elector presidencial. Y como si no, cada uno de ellos ya hace campaña nacional para entrar en el ánimo colectivo. No es raro recorrer el país hasta en las más recónditas poblaciones y ver cartelones de “Yo AMLO a Claudia” o “Es Claudia”. ¿Quién paga?
Adán Augusto López navega con la bandera del “Yo no quiero, pero sí obedezco” mientras que Marcelo Ebrard recorre el mundo y gana espacios en medios por medio de su eficiente oficina de prensa que sabe colocar al canciller en aciertos o desaciertos.
Pero Claudia Sheinbaum supone que va a la cabeza de ellos. Y sigue a pie juntillas lo que ordena Palacio Nacional. Replica un día después lo que se dice desde ahí. Acusa, señala, descalifica según le marcan en las tarjetas de seguimiento presidencial. Bueno: es una forma de mantenerse en el ánimo supremo…
Pero también ya encontró un filón que le trae popularidad y reflectores firmes: Sacar a los mexicanos de la capital para encontrarse luego de la pandemia y disfrutar con los espectáculos que les presenta en el Zócalo capitalino.
El más reciente y quizá más exitoso fue el 25 de septiembre del grupo Firme, a cuyo espectáculo asistieron –según cifras oficiales- unas 280 mil personas en el Zócalo. Está bien. Requetebién. Que la gente sea feliz importa mucho.
Pero subyace a esto un interés claramente electoral. Claramente político. De hecho al día siguiente en su Mañanera, el presidente dijo sentirse feliz por el éxito de la presentación de Firme al ver –desde su ventana en Palacio-, a la multitud que gritaba con algarabía.
Por supuesto todo esto cuesta. No es gratuito. Nada de que no se paga por asistir. Pero sí se paga mucho por el evento. Acaso los artistas mismos. Habría que ver si de veras no cobran, esto se sabrá luego. Pero gastos adicionales hay, y muchos. Y todos esos gastos se pagan con recursos públicos, es decir, con nuestros recursos.
Pero eso: el tema es político. El tema es electoral. Esto que vimos el domingo 28 habrá de repetirse con mayor frecuencia en los meses siguientes, para atraer votantes y voluntades. Pan y Circo, decía don Porfis. Hubo antes otros artistas. Se anuncia ya a otros más.
Al final de todo ¿quién gana más con todo esto? La gente feliz, aunque sean 280 mil, o el político feliz que habrá de gobernar a millones de mexicanos que ni la deben y sí la temen porque el nuevo gobierno, como éste, han dejado de ser esa izquierda prometida para caminar por la nebulosa indiferencia del poder por el poder mismo. Hedonismo puro.
Sé el primero en comentar