Rosa Eugenia Linares es una periodista que llama la atención en sus coberturas. Sobre la espalda en un arnés carga a su hijo de seis años de edad, quien padece de parálisis cerebral. Tener un trabajo fijo se le complica, por eso decidió ser freelance.
El año pasado, gracias a la gestión de un grupo de reporteros, consiguió trabajo en el Instituto Mexicano de la Radio (IMER). Sin embargo, con el cambio de gobierno federal, Rosy, como así le dicen, fue de las trabajadoras que les tocó el recorte y fue despedida en diciembre de 2018.
En diciembre de 2018, la cifra de desempleo en México llegó a su nivel más alto desde 2016. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) la tasa alcanzó un promedio de 3.6% a nivel nacional, es decir dos millones 14 mil 642 personas no tenían trabajo.
Las entidades donde se reportaron los mayores niveles de desempleo en diciembre pasado fueron Tabasco con 7.9%, Ciudad de México 5.2%; Durango 4.1%, Estado de México 4.1% y Tlaxcala 4.1%.
En febrero de 2019, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, la tasa de desocupación fue de 3.4%. “La Población Desocupada (entendida como aquella que no trabajó siquiera una hora durante la semana de referencia de la encuesta, pero manifestó su disposición para hacerlo e hizo alguna actividad por obtener empleo) fue de 1.8 millones de personas”, indicó el Instituto.
Rosy vive en Cuautla Morelos. Tiene 49 años. Inició hace 15 años en el periodismo, en medios radiofónicos y después le gustó la fotografía. Se autodefine como empírica. Aprendió el oficio en la calle. El gusto por su trabajo y la necesidad la llevaron a convertirse en reportera.
“Antes de mi embarazo, estuve de secretaria y asistente de producción en una radiodifusora de Morelos con sentido social. Trabajé por un año y al ver a los reporteros, me empezó a llamar la atención y me apasionó. Luego me fui a trabajar a otra radio y ahí ya era corresponsal”.
El proceso de su embarazo fue normal. Sin embargo, su hijo, Jesús Daniel nació con parálisis cerebral infantil y epilepsia. Rosy presume que en el parto hubo negligencia médica y violencia obstétrica. No procedió a demandar porque el juicio sería largo, desgastante y oneroso.
“Lo prioritario era atender a mi hijo. Le daban 72 horas de vida. Le dio un paro cardiorrespiratorio, se le murieron las neuronas de la parte frontal derecha. Cuando yo llegué para aliviarme, el doctor quería regresarme a mi casa. Empecé con labor de parto a las 2 de la madrugada. Llegué a las 3 de la tarde y ya me quería regresar, porque me faltaba. Les insistí hasta que me atendió otra doctora. Me revisó y yo ya tenía 7 de dilatación. Me quedé”.
Ese doctor, comenta Rosy, la atendió. Le reventó la fuente y le inyectó un medicamento en la columna vertebral. Del dolor comenzó a gritar y luego ya comenzó el parto. “¿Cuánto tiempo estuvo el niño adentro sin oxígeno? Siento que eso le hizo daño”.
Jesús Daniel pasó las 72 horas. Lo dieron de alta en un hospital de Morelos. “Gracias a Dios, él está aquí, por eso es un guerrero. Hay que agarrar al toro por los cuernos”.
Meses después del parto, Rosy encontró trabajo en el DIF estatal, en el área de comunicación social, pero tan solo duró tres meses, porque pedía permisos para ir al doctor y llevar a rehabilitación a su hijo. “Yo había quedado con el alcalde que cuando me ausentara se me descontara el día y él me iba a seguir dando permisos. El problema es que la directora me dijo: ¿o tu trabajo o tu hijo?”.
Estuvo desempleada casi un año. A pesar de ello, Rosy empezó a hacer coberturas con su hijo en la espalda.
“Algunos compañeros me vieron trabajar y subieron mis fotos, se les hizo sorprendente cómo trabajaba con el niño. Me conocieron varios colegas de la Ciudad de México y por medio de las redes sociales hicieron una intensa campaña en 2016 para apoyarnos económicamente a mi y a mi hijo”.
También con la campaña se logró que la Sedatu y una fundación donaran una casa para Jesús Daniel y se consiguió que hablaran con el entonces gobernador de Morelos, Graco Ramírez. Al inicio le iba a dar empleo. Optó por hacerla beneficiara de un programa social, donde casi por dos años recibió ayuda económica. A pesar de ello, Rosy no dejó de reportear como freelance con su hijo en la espalda.
“Gracias a eso, podía pagar los medicamentos para la epilepsia de mi hijo, que me costaban tres mil pesos y duran 15 días. Pero ahora los sigo comprando”.
Además de que de nuevo perdió su trabajo fijo y la solvencia para comprar los medicamentos, le preocupa la permanencia del seguro popular, ya que con él obtenía otros fármacos que le ayudan a dormir y tranquilizar a su hijo.
A finales de 2017, Enrique Peña Nieto fue a Tlayacapan. Ahí una colega de Rosy, habló con el ex presidente y logró que el gobierno federal la empleara en el Instituto Mexicano de la Radio (IMER).
“Enviaba audios sobre todo de eventos de cultura, arte, turismo, gastronomía y artes. Estuvimos trabajando en un año en el IMER, pero ya con este cambio de la Cuarta Transformación fuimos despedidos, ni siquiera nos avisaron ni nos liquidaron, y es que yo estaba trabajando como honorarios”.
En enero fue el presidente Andrés Manuel López Obrador a Morelos y Rosy logró hablar con él. Le expuso su problema y él respondió con una pregunta: si ya la habían censado. “Yo le dije que no le había pedido limosna, sino trabajo y que el apoyo de 2 mil 500 pesos no me funcionaba, porque era lo que valía un medicamento y ese lo compro dos veces al mes. Se fue y hasta la fecha no he tenido respuesta”.
Por el momento, Rosy vende material fotográfico, artesanías y otras cosas. En ocasiones publica notas, pero sin remuneración económica. “Estamos casi sobreviviendo, vamos al día”.
El año pasado, Rosy y su hijo fueron a Bélgica por parte de la asociación civil, Artículo 19, junto con un grupo de periodistas mexicanos. Se reunieron con los Eurodiputados, quienes apoyan económicamente al mecanismo de protección a ese gremio. Cada uno expuso su caso.
“Yo hablé desde el aspecto laboral y como si lo estuviera vaticinando, les pregunte ¿qué pasaría si me quedara sin trabajo? y fue lo que pasó. Mi problema es que no estoy en nómina, sino de freelance”.
Rosy pide que le repongan su trabajo en el IMER, ya que cuando estuvo ahí se sentía más tranquila. El pago era seguro y le daba tiempo de llevar a Jesús Daniel a sus consultas y al doctor.
Con Información de La Silla Rota
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