Leo Sharp, 90 años, veterano de guerra y horticultor, trajinó con el cártel de Sinaloa acarreando droga, fue detenido por la DEA y encarcelado, murió un par de años después, vida larga y carrera corta de narco. ¿Quién mejor que Clint Eastwood para actuar y dirigir la historia de este sujeto al filo de la navaja, especie de cowboy urbano con el que el curtido director de 88 años combina al bueno, al malo y al feo en un solo trazo?
Basado en un artículo publicado por el New York Times, Mula (The Mule; E.U., 2018) presenta a Earl Stone (Clint Eastwood), veterano de guerra, sin antecedentes penales, famoso por las flores de colores vibrantes que cultiva en su vivero, en quiebra financiera, acepta trabajar para el cártel transportando mercancía; distanciado de su esposa (Dianne Wiest) y de su hija (Alison Eastwood), apenas se relaciona con su nieta; tres generaciones de mujeres con las que Earl intenta enmendar lazos y compensar económicamente. Agentes de la DEA, Bradley Cooper, Michael Peña y Laurence Fishburn le siguen la pista.
Al reparto se añade Andy García en papel de capo, y eso cuenta pues el guion ofrece muy poco espacio para que estos buenos actores desarrollen sus papeles; los policías se comportan como tales, estereotipos que sólo cumplen su deber, y lo mismo ocurre con los narcos; vista así, Mula suena mal, como un thriller menor que además de dar un mensaje ambiguo en relación a las drogas, apoya los prejuicios contra el latino, mexicano peligroso al que más vale mantener del otro lado de la Gran Muralla.
Pero al director de Los imperdonables (1992) todavía no le tiembla el pulso, construye escenas sin disimulo, el personaje de Mula le sirve de tarima para hablar de sí mismo, ofrecer una apología de la familia, y explicar que al igual que Earl con sus flores, a Clint con su películas le costó ser padre y esposo, por algo contrata a su propia hija en el papel de la hija de Earl. Para este vaquero, alter ego de Eastwood, que refunfuña contra el internet y los celulares, su mundo es el de ayer, y se permite bromas racistas mientras ayuda a una pareja afroamericana a cambiar una llanta. Casi nonagenario, también se ofrece un par de ménage à trois.
Como realizador, Eastwood prefiere esquemas claros, recurre cada vez menos a artificios, construye secuencias de manera directa, una toma simple organiza el conjunto, y lo importante de la imagen queda en el centro. Esta sencillez desconcierta a quienes esperan el estilo sofisticado del thriller moderno, retórico y con juegos de montaña rusa.
Lo mismo ocurre con los diálogos: una vez identificado con su personaje, Clint Eastwood se aplica a improvisar frases y respuestas simples que suenan oscuras, ahí entra en acción el talento de sus actores para sostenerlo. Y si el guion parece poco trabajado –como ha opinado parte de la crítica–, es porque no importa, es sólo un libreto en el que se inspira este viejo maestro.
Mula es el canto de cisne de un patriota. Resulta difícil imaginar que luego de casi un par de décadas tratando de sacudir la moral de su pueblo con varias cintas, le quede aliento para contrarrestar la maquinaria del actual régimen. (Proceso)
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