Mujeres. ¿Llegaron todas?

Joel Hernández Santiago

 

Aun hoy se ve con conmiseración a la mujer en México. Desde distintos ámbitos se busca defenderla. Se busca protegerla. Se busca evitar abusos en su contra. Evitar la violencia de género. Los feminicidios, que son el espejo negro de obsidiana de nuestro México, hoy mismo se multiplican y la mayoría de ellos pasan a ser “carpeta de investigación”, que nunca se cierra. 

 

Al mismo tiempo se busca generar espacios de desarrollo, de profesionalización, de orden y mando, de muestras de capacidad y de gobierno. 

 

Sí, es importante que así sea, porque han sido muchos-muchísimos años de desventaja de la mujer en relación con la participación del hombre en los mismos ámbitos, aunque también es importante que la sobreprotección no genere discordias y confrontaciones y que la ley actúe por igual para hombres como mujeres que estén en igualdad de circunstancias. 

 

Que el género no sea motivo de desbalance legal y de justicia. Que no existan cuotas de género, sino de capacidades, ya hombre o mujer, para ocupar cargos. Probablemente, en muchos casos, mujeres muestren mayor capacidad y calidad laboral como profesional o académica o de cualquier actividad productiva o creativa, y deben ocupar esos puestos. Pero también puede ser a la inversa. 

 

No se trata de abrir espacios a la incapacidad. Si a que en igualdad de circunstancias mujeres y hombres estén en el lugar apropiado para beneficios propio y de la sociedad mexicana. Capacidad, inteligencia y progresión serán en ambos casos las herramientas de presencia.     

 

Al comenzar este nuevo sexenio, ocupada la presidencia por una mujer, Claudia Sheinbaum, el discurso político es el de la inclusión de la mujer y de su presencia política y social. La misma presidente exclamó, apenas ocupar la silla del águila: “¡Llegamos todas!”. Y todos los políticos del país, como siempre, repiten el discurso y hablan de la inclusión de la mujer en la vida política local. 

 

En el marco del Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer el pasado 25 de noviembre, se ensalzó a la mujer, se hablaron debilidades y fortalezas. Se hizo la apología de la condición y participación femenina en la vida pública del país. 

 

Sin proponérselo, hay un reproche al gobierno misógino de López Obrador en el que la mujer en México pasó a un plano lejano al gran poder. Escoger a una mujer para ocupar la presidencia tiene más que ver con motivos de estrategia política que por favorecer el desarrollo de México desde el gobierno de una mujer. 

 

Pero, bueno, ya está dicho: “¡Llegamos todas las mujeres!” es de tomarse en serio, y por tanto se crea la Secretaria de la Mujer. 

 

Con esto se reconoce que los agravios a la mujer se incrementaron durante el gobierno anterior. 

 

Durante el gobierno de López Obrador la mujer fue relegada y no se atendieron muchas de sus demandas, como es el caso de las madres buscadoras, el tema de las enfermedades propias de la mujer, el tema de las mujeres desaparecidas, el de la participación de mujeres que no participan en Morena y que por lo mismo son relegadas… El tema del cáncer femenino sin atención… Tanto-tanto más.  

 

Sí se ha incrementado la participación de la mujer en la vida pública del país, es cierto. Pero también se han incrementado los hechos violentos en contra de ellas. El acoso sexual o laboral; los casos de violación y de marginación femeninas siguen vigentes. 

 

Pero no es polarizando a la sociedad como se va a solucionar el problema. El discurso insistente de que la mujer es víctima del hombre no es tan así. Con frecuencia mujeres son las que agravian a otras mujeres. Con frecuencia, también, y es cierto, mujeres agravian y violentan a hombres. Los acusan de hechos improbables y los señalan como enemigos del ser femenino. 

 

Cierto. No hace muchos años eran dichos muy mentados tierra adentro, en México: “Las mujeres, al final y en la cocina”; o aquello de “Las mujeres como la carabina, cargada y en la cocina”. 

 

El cine mexicano se nutría de historias de mujeres abnegadas, solícitas, abandonadas al criterio del señor de la casa, en la que ellas tenían no voz ni voto: eran “la reina del hogar”, pero nada de corona y nada de cetro: Jabón y zacate para los trastes. O de plano –según esa imagen- mujeres que se largaban a la perdición porque “un “maldito canalla” las había tirado a la calle y al arrabal. Eran otros tiempos. 

 

Si, la mujer es muy importante en la toma de decisiones en el país. Muy importante. No hay que olvidar que de los 98 millones del padrón de votantes en las elecciones presidenciales de este año, el 52 por ciento –mayoría- son mujeres. Tampoco olvidar que según datos oficiales, de la población total del país, 67 millones son mujeres y 62.5 millones son hombres.

 

“¡Llegamos todas!” “¡Ninguna mujer está sola!”. Son buenos slogans. Ojalá sea cierto: Todas.   

 

Ese “Todas” también debe incluir a las ya mencionadas: madres buscadoras; madres solteras sin apoyo para ellas o sus hijos menores; mujeres inocentes privadas de su libertad; mujeres sin empleo y sin futuro por falta de oportunidades…

 

… Mujeres del campo sin horizontes; mujeres en las fábricas, en los mares y los desiertos de México. 

 

Por todo México hay mujeres que quieren ser escuchadas y que su voz sea el motor que haga mover la maquinaria gubernamental para encontrar soluciones, para ellas y con ellas.  

 

Y también para los hombres que día a día enfrentan las mismas-mismísimas tragedias que las mujeres viven. La igualdad de género es el síntoma de una sociedad sana y no desarticulada, como lo es hoy la mexicana.

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